El género documental ofrece las más variadas formas de relación con sus objetos. Dentro de las mismas, se fue conformando un estilo que podría considerarse ya un subgénero: el de las historias de vidas estructuradas con fragmentos buscados, hallados y luego montados en función de un concepto. Subgénero del cuál el FIDBA ofreció dos alternativas que se pueden pensar en paralelo como forma de jerarquizar los problemas tanto de sus temáticas como de las formas utilizadas.
Una de las propuestas perteneció a la Competencia Latinoamericana. Se trata de Ukamau y ké! (2017), del ecuatoriano Andrés Ramírez. La misma ofrece la vida de quien fuera amigo personal del director: un cantante de hip-hop andino descendiente de la etnia aimara, el boliviano Abraham Mamani Bojorquez. Abraham se consolida como un cantante de protesta cuya evolución política y musical, a través de su banda Ukamai y ke!, lo constituyen en referente del género. Ukamai significa “así es” en aimara; “y ke” es literalmente “¡Y qué!” en castellano, expresión que alude al hecho de hacerles frente a los discursos dominantes. La tragedia interrumpe la vida de Abraham, pero Ramírez se encarga de cristalizar su legado.
La otra oferta apareció en la Competencia Internacional: Ainhoa, yo no soy esa (2018), de la directora chilena Carolina Astudillo. En este caso la historia reconstruida es la de una vida más anónima: una mujer española que vivió hasta los 34 años, momento en el que decide quitarse la vida. Lo que puede pensarse como su legado –sobre todo a través de filmaciones familiares y un diario íntimo escrito en los años noventa en el cuál aflora un perfil diferente para quienes la conocieron–, se constituye en el motor de la película. Ainhoa era dibujante y pintora, ávida lectora de escritoras mujeres como Alejandra Pizarnik y Virginia Woolf, y fanática de La Polla Records. El nexo entre Astudillo con Ainhoa Mata es su hermano Patxi, amigo de la cineasta.
Dos jóvenes distantes geográficamente, dos vidas truncas: una por decisión propia y la otra por circunstancias no esclarecidas.
Forma y contenido. Ambos trabajos enfatizan aspectos diferentes en el momento de recortar sus personajes. En el caso de Ukamau y ké!, el énfasis en el contenido es una decisión expresa del director. El tratamiento es lineal; la vida de Abraham se ofrece en modo estructurado en función de la comprensión directa. En tal sentido, Ramírez piensa como su película como un viaje. Pero no solo como ese viaje necesario para la reconstrucción de la vida de su amigo, para el cuál se traslada de Ecuador a Bolivia, sino sobre todo como un periplo por medio del cual se reencuentra con quien no tuvo oportunidad de despedirse. Y lo consigue por medio de su película. En el caso de Ainoha, yo no soy esa, la directora no conoció personalmente a quien en su documento figuraba como Lucía. La reconstrucción de la vida de esa enigmática mujer es pensada a través de una estructura directamente proporcional a los agujeros de su personalidad, a lo no dicho, a sus frustraciones, a sus anhelos hechos dibujo, pintura y escritura. Estructura que integra filmaciones de Ainoha desde que era una beba de meses hasta los últimos tiempos: tanto en reuniones familiares como sociales, fue filmada. La idea de representación, de inmortalidad por medio del registro grabado, siempre la mantuvieron latente quienes la rodearon. Pero el montaje incluye fotos quemadas, material que del vamos se presenta fragmentario, más allá de que todo el conjunto lo es; organizada la estructura a través de inserts de la voz en off de Carolina Astudillo, la cual construye un relato por medio de un monologo dirigido a Ainhoa, como si pudiese escucharla. Como si fuera una potencial espectadora de la película que la toma como objeto. Como si, en algún lado, Ainhoa pudiese enterarse de todo lo que están pensando sobre ella a través de ese universo de imágenes fragmentarias, incompletas. “Querida Ainhoa…” – dice Astudillo – “… te escribo esta carta sabiendo que nunca la leerás. No nos conocimos, pero creo que es como si lo hubiéramos hecho.” En similar sintonía, el también músico Ramírez le explica a Abraham el sentido de su viaje: “No acepto que se callen nuestras rimas. No acepto que esto termine así. Es el momento de viajar a encontrarte. Que todo comience de nuevo” En ambas películas, los directores le hablan a esa virtualidad que es su personaje, con una diferencia: Ramírez decide aparecer en la película, como entrevistador de quienes se constituyeron en el entorno de su amigo y como quien reflexiona, pero desde adentro del material; en cambio Astudillo mantiene su presencia solo –y nada menos– que por medio de su voz en off: una semi omnisciencia que no solo recorta el material sino que interviene desde su pensamiento sobre el mismo y sobre la que quiere pensar como amiga virtual. Así como en el trabajo de Andrés Ramírez el énfasis se encuentra en el contenido, es la apuesta a la forma lo que organiza el conjunto de Astudillo.
Rebeldía y Revolución. Y la apuesta a la forma es una apuesta política en el sentido amplio. A pesar de que, con respecto al sentido estricto, en Ainhoa, yo no soy esa lo político no viene por el lado del personaje retratado dado que Ainhoa era mucho más rebelde que revolucionaria, más contracultural que política. Su amiga Isabel Cadenas Cañon la define en la película como “anarquista de extrema izquierda y antisistema. Ella optó más por marginarse que por intentar cambiar la sociedad desde dentro.”
Por el contrario, en Ukamau y ke!, es lo político como militancia a través de la música, como un grito de libertad, de lucha contra el capitalismo. Uno de los más valiosos testimonios de la película en cuanto a lo político en Abraham Mamani Bojorquez es el de Elena Aliaga, apodada Nina Uma. Activista y referente femenino del hip hop, muy ligada al cantante. La misma asegura que la politización intensa de su amigo comenzó en 2003 durante la llamada Guerra del Gas en Bolivia, dos años antes de la asunción de Evo Morales, cuando el músico intervino activamente en las protestas. Desde ahí, su conciencia social devino accionar político. “No hubiera habido Ukamau y ke! si no hubiera habido Octubre de 2003”, dice Nina, dando cuenta del año en que se constituye el grupo.
La hora de las mujeres. Pero si aquella joven española no se pensó políticamente, la responsable de su visibilización sí. De hecho, Carolina Astudillo tiene la oportunidad por medio de su película, de confesarle a esa interlocutora que jamás la escuchará: “Cuando comencé a escribir el guion de esta película, quedé embarazada (…) Decidí abortar. No fue fácil tomar esa decisión. La carta que escribiste la segunda vez que abortaste me sirvió muchísimo en ese momento. Por eso quise incluir mi experiencia en esta película: de que la lectura de las vivencias de otras mujeres nos puede incitar a tomar el control de nuestras vidas. Mas aun cuando a lo largo de la Historia, nos hemos visto desprovistas de esos relatos.” Enseguida aparece la referencia al Manifiesto de las 343, famoso texto declaratorio de mujeres intelectuales y artistas que habían abortado y que manifestaban su temor de ir a prisión. El manifiesto fue impulsado por Jeanne Moreau, y la redactora fue Simone de Beauvoir. Entre las firmantes se encontraban Agnes Varda, Marguerite Duras y Catherine Denueve. De este modo, la directora construye a partir de su propia experiencia, una mirada de corte feminista.
Por el contrario, en la película de Andrés Ramírez, Nina Uma recuerda con cierta ternura las posturas machistas y patriarcales de su amigo con respecto a ella y su potencial inserción en el mundo del hip hop. Pero el director ecuatoriano reivindica a la intérprete en tanto presencia femenina fuerte cerca del final de la película. Nina canta en clave de protesta, en un concierto en el cuál comparte escenario con el mismo Ramírez: “… momento de construir y agarrarnos de la mano. Caminemos juntos, los procesos latinoamericanos. ¡América Latina, despierta!”
Ambas propuestas dan cuenta que, de un modo u otro, las miradas de género van ganando terreno en el cine.
Ukamau y ké! (Ecuador, 2017), de Andrés Ramírez. Duración: 90 minutos.
Ainhoa, yo no soy esa (España/Chile, 2018), de Carolina Astudillo. Duración: 98 minutos.
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