Estrenado hace algunos meses, el documental Yo fui Facundo Cabral, reflexivo e intimista, repasa en primera persona la vida y el pensamiento de uno de los músicos populares argentinos más renombrados de las últimas décadas.

Cabral, fuente inagotable de anécdotas y máximas de vida, ha sabido generar un aura de misterio y leyenda alrededor de su persona. En entrevistas ha remitido una y otra vez (y el documental no es la excepción) la historia en la que conoce a Perón en La Plata; luego de una serie de peripecias y, gracias a la ayuda de un vendedor ambulante, le pide trabajo al entonces presidente y a Evita, y de ahí que termina en Tandil con su madre como portera de la escuela 7. Es en Tandil donde comienza su carrera artística como el Indio Gasparino, y donde se rodea de un pequeño grupo bohemio que lo acompañaría en sus aventuras. En la última presentación que dio allí, Cabral recordó los viajes que hacía en moto hasta Villa Gesell junto a Horacio Ruiz Lasta, pintor de moderado reconocimiento en los pagos del sudeste bonaerense.

El segundo episodio notable, como el punto de giro en un guion, es su estadía en la cárcel, a los 14 años. Enojado con la vida por la muerte de sus hermanos y la negligencia paterna, Cabral se dedicaba al alcohol, el robo y la violencia. Una vez en la cárcel, un cura jesuita se apiada de él y lo envía al lugar más tranquilo del presidio: la biblioteca. De alguna manera Cabral hizo un recorrido similar al del poeta beat Gregory Corso (1930-2001), quien también fue un delincuente juvenil que encontró la redención a través de la literatura.

Sobre el estrecho vínculo que tuvo con su madre, Cabral bromea que sus amigos psicoanalistas lo denostaban por el complejo de Edipo que percibían en él… hasta que ellos mismos conocían a Sara, momento en el cual pasaban a ser edípicos con ella. Cabral resume su relación con ella en los siguientes términos: “Yo soy un pobre plagio de mi madre”.

“Nunca me interesó la realidad”

La intensa conexión que tuvo Cabral con la literatura—en particular con un puñado de autores y textos que citaba con frecuencia en recitales, entrevistas y demás funciones públicas: Borges, Whitman, los evangelios—lo llevó a creer que el mundo era más interesante si se vivía a través de los libros. “El hombre es lo que sueña, no lo que ama”, observa Cabral.

De sueños vivió Cabral, entonces, quien en el documental relata un llamado telefónico de Borges. Preocupado, el escritor le comenta que leyó en la primera plana de un diario que Argentina había derrotado a Holanda, un país al que el mundo le debe a Erasmo, Rembrandt y Van Gogh. Cabral lo tranquiliza diciéndole que sólo se trataba de un partido de fútbol. Borges concluye diciendo que el título estaba mal puesto, porque era solo una casualidad que los futbolistas hubieran pertenecido a Holanda o Argentina. De ficciones como esta (sus diálogos con la Madre Teresa suenan incomprobables, pero siempre vienen al caso para probar un punto en sus disquisiciones) estuvo llena la carrera de Facundo. A propósito, Cabral señala en la película que a la verdad uno le puede presentar oposición, pero todo el mundo quiere escuchar un cuento.

Si el encuentro con el jesuita lo puso en contacto con un vasto mundo de letras, el encuentro que relata con un vagabundo para Cabral fue una epifanía en su sentido más clásico: comenzó a olvidar el rencor que le tenía a su padre por haber abandonado a su madre y sus siete hijos, y se reconoció como hijo de Dios, como “un príncipe”, “pariente de Salomón e Isaías… de los cocodrilos, las lagartijas, las galaxias…”. En un fabuloso gnosticismo poético, Cabral comenzó su recorrido como artista: escribió “Vuele bajo” (“Vuele bajo, porque abajo está la verdad/Y eso es algo que los hombres no aprenden jamás”) gracias a ese encuentro con el linyera.

En tono confesional, Cabral revela los altibajos de su relación con el éxito y el fracaso: en los años ochenta llegó a cobrar cifras exorbitantes en dólares por sus presentaciones, hasta que llegó a tocar para una sola persona en la porteña avenida Corrientes, algo que se replicó en su último concierto en Tandil, donde el público no superaba la decena.

Hermoso, lúcido, sensato y conmovedoramente premonitorio, Yo fui Facundo Cabral sirve como preludio a Camino de libertad, largometraje en etapa de producción, con el rol protagónico de Víctor Laplace. El documental puede verse online en la página oficial: www.peliculafacundocabral.com

Yo fui Facundo Cabral (2019). Director: Ramier Ayala.

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