En peligro, la última película de Matías Szulanski (la tercera de su filmografía), aborda variados temas. Sin embargo, el director elige hacer hincapié en uno: el hábito de ser espectadores que tenemos todos los seres humanos. Sin embrago, ese hábito siempre implica una condición de pasividad. Por ello el director elige utilizar, de modo acertado, «el cine en el cine» como vehículo para mirar críticamente nuestra quietud, nuestra falta de sensibilidad e indiferencia hacia el otro. Son reiteradas las escenas en las que muestra el proceso de producción de pochoclos y a un público en la sala desinteresado en los films proyectados, entre los cuales asoma una problemática que nos golpea cotidianamente: la violencia de género.

Carla es una joven que tiene una discapacidad motora y que, a la vez, se muestra sistemáticamente anestesiada ante diversos episodios violentos que sufre. El mismo grado de apatía invade al policía que le toma la denuncia por la muerte violenta de su perro y una agresión que deriva en un intento de ahogarla. Todos los personajes carecen de reacción y se destacan por su individualismo. El otro puede morir literalmente frente a sus ojos que nada los conmueve. Las actuaciones, principalmente la de Alberto Suarez y Nai Awada, colaboran en representar con gran verosimilitud esos personajes despojados de toda expresividad.

Construida como un thriller, la película pone de manifiesto la sociedad patriarcal en la que vivimos, nuestro modo de ser en comunidad y nuestra esencia destructiva. En este punto, presenta algunos recursosque no terminan de ser funcionales a aquello que se quiere contar. En términos formales, el uso reiterado del zoom resulta innecesario mientras que los planos secuencia otorgan cierto realismo a las escenas. En otros términos, algunos procedimientos nos conducen a pensar que nos aguarda una película de género dramático o con una estética moderna, y resulta un thriller que de algún modo banaliza los temas que aborda. En este sentido, es inevitable referirme a Serge Daney y su escrito sobre la película Kapò. Allí, el crítico, expresa su adhesión a la postura de Godard respecto de al uso del travelling como una cuestión moral. Algo similar sucede en esta película. Ciertos temas que nos duelen, que nos oprimen, sería interesante que sean abordados con determinada estética.

En diálogo con lo recientemente desarrollado, es evidente el intento del director de recurrir a claves del estilo de Tarantino: al terminar el prólogo, la imagen se congela con una música que recuerda a las elegidas por el cineasta estadounidense; el color y la forma de las letras de los créditos nos evoca su emblemática tipografía. Asimismo, el desequilibrio psíquico es una cualidad que predomina en los personajes del film de Szulanskiy, elemento que explica algunos de sus comportamientos erráticos. No obstante, Tarantino no suele explicar el porqué de las conductas de sus criaturas y, al mismo tiempo, suele utilizar la música de un modo más contrapuntístico, exagerando siempre aquello que define a sus personajes. Además, el juego con lo inesperado en el cineasta posmoderno es un recurso distintivo de su estética y en este film es utilizado en pocas ocasiones.

Por último, es necesario destacar que En peligro, gracias al distanciamiento que producen las estrategias formales, logra incomodar al espectador y, de alguna manera, movilizarlo para no ser vomitado como sucede en una de las secuencias finales. Si algo nos queda claro a partir de la película de Szulanski, es que padecemos una enfermedad grave: la apatía. Y frente a ella tenemos dos opciones: o asistimos pasivamente a nuestra propia destrucción desde la comodidad de la butaca, o salimos a tomar cartas en el asunto de un modo urgente. La paradoja parece ser siempre la misma: los locos parecieran, en ocasiones, registrar más al otro que aquellos que no padecen ninguna enfermedad.

En peligro (Argentina, 2018). Dirección: Matías Szulanski. Guion: Damián Leibovich. Fotografía: Sebastián Ferrari. Elenco: Alberto Suárez, Nai Awada, Flor Benítez, Andrés Ciavaglia, Claudia Schijman. Duración: 95 minutos.

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