Por Nuria Silva. Fotos: Andrea Ferrando. ¿Cómo surge la idea de filmar una película tan particular como Planetario?
Hubo un momento en que me agarró un cierto enojo con la industria, no sé cómo llamarlo, donde dije ‘yo hago cine solo’. No me interesa nada más que tener un espacio como… no sé… llamalo como volver a la infancia. Algo personal, íntimo, donde la paso muy bien y muy mal también. Entonces dije ‘voy a hacer algo solo’. La premisa era no tener que recurrir a nadie más que a mí mismo. En ese momento estaba haciendo un trabajo para un director que se llama Pucho Mentasti. Él me mandaba a buscar gente para un videoclip de Vicentico, que son los chicos del video Se despierta la ciudad. Cuando vi a esos niños me enloquecí, se me erizó la piel, porque venía viendo murgas y murgas y murgas, y todas eran muy coreográficas, y estos chicos expresaban otra cosa. Así que decidí hacer algo con ellos y les di una cámara para que retrataran un barrio marginal del conurbano bonaerense pero desde el punto de vista de ellos. Estos chicos son integrantes de una murga de niños del barrio Agüero. Les dejé la cámara durante un año, entonces iba, miraba lo que hacían, se la daba a otro y a su vez yo los filmaba en Súper-8 [1]. Creo que esa fue un poco la génesis desde la búsqueda quizás formal. Desde el contenido, fue el nacimiento de mi hija.
A mí como madre me resultó fácil identificarme con lo que estaba viendo. Sin embargo no pude dejar de sentir que en algún punto lo que se retrata es oscuro, hay una carga muy densa en la película ¿esto fue consciente de tu parte?
Totalmente. Lo que pasa es que, a ver… soy padre, como padre me empiezo a hacer un montón de preguntas y empiezo a asumir esas responsabilidades, lo que significa ser padre. ¿Y qué significa ser padre? También pienso que la familia es un núcleo institucional donde hay amor, pero también frustración y locura. Entonces todo eso se transmite al criado, al niño, al hijo. Y en ese acto de enseñar y de moldear es imposible no fallar. Reconociendo eso ya como que me siento un poquito más aliviado. Todas esas eran las reflexiones que tenía. Además pensaba que si el mundo hoy lo construyen las personas, las personas están constituidas en familia, y si en la familia se construye el mundo, los hijos van a ser el futuro. Entonces ¡qué responsabilidad grande que yo tenía! Eso era todo lo que me preguntaba. Cuando me puse a ver el material que había filmado de mi hija, al principio, un poco mezclado con esta búsqueda formal de capturar la intimidad en esos estados de pureza, sin intervención, dije ‘podría hacer algo’. Igual, cuando la filmaba sabía que alguna cosa podía hacer, ya había un punto de vista, pero atesoraba filmaciones y filmaciones, y lo más loco es que nunca las veía. Las tenía guardadas en una caja, la memoria guardada ahí. Entonces pensé que debía haber otra gente como yo que hiciera eso. Al principio la idea era hacer un corto con otros colegas o amigos que filmaban a sus hijos, pero también en ese momento me empecé a embarcar en esta idea. Primero empecé a visualizar el material que tenía y ahí me di cuenta de cómo estaba usando a mi hija como objeto de deseo mío, ‘hacé esto, hacé lo otro, cantá aquello’.
Esa forma de puesta en escena íntima, familiar, y la locura nuclear de la que hablabas antes, queda claramente plasmada en la familia norteamericana a mi parecer.
Hay gustos para todo. Eso es genial de la película porque no privilegié a ninguna de las familias, por ejemplo por sentirme más afín. Intenté ser lo más objetivo posible y me doy cuenta de que cuando la gente sale de verla, los comentarios son muy diversos respecto de cada una de ellas. Hay de todo.
¿Cómo llegaste a ellos?
Bueno, cuando yo me empiezo a apasionar con esta idea YouTube tenía un año, recién empezaba, era como un chiche nuevo. Y me di cuenta que podía buscar familias y mirarlas. Ahora por ahí es muy normal, pero en ese momento era increíble, era poder ver la intimidad de otra familia desde mi casa. Cuando empecé a ver sentía realmente que estaba filmando, empecé a apropiarme de esas imágenes, a imaginar cosas, por más que después miraba cualquier cosa y no quedaba, pero ya imaginaba un posible montaje, una posible película. Las imágenes que están enPlanetariono las filmé, pero las siento propias porque en algún punto las busqué. Pensé una película determinada y salí a buscar esas imágenes. Después también generé algunas cosas con las familias, les pedí determinadas acciones. Por ejemplo, el momento en que el ruso va con su hijo a pescar, que forma parte del comienzo y del final. Yo hablaba con ellos, siempre por mail, y a partir de lo que veía o escuchaba sentía que por ahí estaba apareciendo el tema de los conceptos de la muerte, que son comunes a una cierta edad, entonces viendo que ellos tenían ese lago le pregunté si iban a pescar ahí, me dijo que sí y le pregunté si no quería ir con su hijo y charlar sobre eso, así que también hay un poco de manipulación del material a la distancia, sin estar presente, permitiendo que la cámara y el punto de vista sean los de los padres. ¿Cómo me contacté con ellos? En YouTube empecé a poner palabras claves en diferentes idiomas, como ‘meu filho’, o ‘cumple de tres’ en árabe, cualquier cosa… Primero empecé trabajando solo, pero tratando de conseguir algún aliado, y la mayoría me decía que era un proyecto inviable, porque no les cerraba la idea: ‘familias de distintas partes del mundo que tengan filmadas las vidas de sus hijos, todo hablado en otro idioma, todo subtitulado, material casero’. Como todos, estoy lleno de incertidumbres, pero hay personas que tienen certeza, razón por la que creo que la gente sigue a los líderes. Porque los líderes hablan con certeza, aunque no sé si las tienen, y es muy seductor cuando alguien puede transmitir una idea desde ese lugar. Creo que lo que hizo posible que Planetario pudiera realizarse fue mi certeza, más allá de mis incertidumbres, porque al comienzo no sabía bien cómo contarla, pero era algo que quería hacer y fue lo que logró que pudiera convencer a Irene Hartmann (productora) primero, después a Alejandro Hartmann (productor ejecutivo), uno de los que creía que el proyecto era inviable, pero que se alucinó cuando empezó a ver el material, se metió de cabeza y me ayudó muchísimo a encontrar la película.
Es que, de buenas a primeras, es una película muy difícil de definir. Filmaciones caseras de familias alrededor del mundo…
Claro, cuando decís eso la matás. La gente me decía que con esa premisa se imaginaban otra cosa. Yo creo que ese quizás fue el mayor desafío. Por ahí, emocionar en una ficción es mucho más sencillo, pero emocionar con material casero y, sobre todo, sostener durante casi 90 minutos que la película avance, que vaya hacia un lugar y que te deje algo, es más complejo. Yo estoy conforme, satisfecho con el resultado por eso. Pero volviendo atrás, Irene fue la que primero me siguió y empezó con el trabajo de investigación. Yo investigaba también, pero me salía de la vaina, soy así, entonces necesito a alguien que lo haga desde un lugar más tranquilo, más ordenado, que se tome las horas necesarias. Cuando empezó a trabajar Irene, de pronto empezaron a aparecer algunas cosas, y así hasta que de repente llegaba una encomienda con más de 20 horas de material de toda la vida de una familia en Oklahoma. Fue increíble el proceso de empezar a ver el material.
¿Y ese material cómo llega? ¿Anunciaron de alguna forma el proyecto?
La gran mayoría sale de YouTube. Algunos otros no porque yo necesitaba compensar algunas cuestiones de índole cultural. Quería alguien del continente africano, así que en Egipto teníamos un asistente buscando, pero el resto salió de YouTube. En la página tenés la opción de buscar ‘más videos de este usuario’, y si aparecían cuatrocientos videos ya era un candidato, si decía tres videos, no. Pero si había una cámara de video en la casa y la usaban para retratar a los hijos con frecuencia, era un candidato. Después hubo que ver cuántos años habían transcurrido, porque si los videos eran muchos pero de un solo año tampoco servía. Buscábamos al menos unos cuatro o cinco años de filmaciones, porque sabíamos que después íbamos a estar trabajando otros dos o tres años con ellos, y generando más material. Una vez que aparecían los candidatos se les escribía. Teníamos una carta de presentación escrita, y, si contestaban, empezaba un ida y vuelta hasta que se convencían de que era algo interesante y mandaban el material. Nosotros les pagábamos la copia del material, algunos tenían más tecnología y subían el material a .mtp, y otros mandaban una encomienda. En realidad, solamente el ruso es muy tecnológico y subía material todo el tiempo.
Es un gran personaje el del ruso.
Sí, para mí es el mejor de todos como personaje, aunque todos tienen lo suyo, pero él, además, era muy necesario, porque si de las seis familias cinco son creyentes, tenía que haber un no creyente. También hay gente que me ha recriminado que todos creen en Dios, como si fuera una película religiosa, pero la proporción mundial es así, si vos agarrás en el mundo a cinco personas, cuatro son creyentes. Es estadística. Pero hacía falta un escéptico.
Sin embargo es muy curioso que, siendo ateo, cuando el hijo le pregunta sobre el después de la muerte, le diga que nos vamos al cielo.
Para mí los ateos van al cielo también. Está tan impuesta esa idea que ya supera lo religioso. Te morís, te vas al cielo, no importa si creés o no en Dios. ¿Por qué el cielo tiene que ser sólo para los religiosos?
Vos mencionaste una palabra que, para mí, es clave en esta película, y es ‘muerte’. Creo que lo que llega con la paternidad es la consciencia plena de la muerte. ¿Eso lo buscaste o fue algo que se fue dando durante el proceso de trabajo, viendo el material?
Fue absolutamente buscado, no sólo en Planetario sino en todas mis películas. No sé por qué también hay un cierto punto en que lo padezco. A veces pienso ¿por qué no hago algo más sencillo en lugar de tratar de encontrarle el sentido a la vida en todas las películas? Pero creo que el vivir sabiendo que uno en algún momento va a dejar de ser produce una angustia muy grande, y filmar, en definitiva, tiene que ver con eso, es guardar. Antes no había filmaciones, pero las abuelas nos cortaban los mechones de pelo, o guardaban el cordón umbilical, o lo que sea, después se empezaron a guardar las fotos, y ahora se guardan los registros en movimiento. Y uno guarda porque tiene esa necesidad de retener el tiempo, porque es muy terrible saber que en algún momento vamos a dejar de estar. Eso se hace muy en carne viva cuando tenemos hijos. A partir de ahí te da miedo tomarte un avión, todo, empiezan a aparecer todos esos fantasmas. De hecho, tal vez está manejado con cierta sutileza, pero la película arranca con el ruso y el hijo en el lago con un pescado en la mano, y el nene preguntando ‘¿Está vivo? ¿Está muerto?’, y al final se define que está vivo y lo devuelven al lago. Es creer o no creer, en definitiva, porque creer no significa tener que ser religioso. Son muchas cosas. Yo creo que también hay algo de material casero, crudo, sucio, que ensamblado y buscado de determinada manera termina teniendo una belleza, como un proceso alquímico donde el material de descarte, o más familiar, termina siendo algo bello.
Ahora viene el estreno oficial, pero tuvo su derrotero en varios festivales, en el de Málaga, en el de Mar del Plata, en Puebla y en Mendoza. ¿Hubo diferencias en la recepción de la película entre esos públicos?
Me llama la atención que los argentinos tenemos un cierto sentido del humor que nos permite reírnos de cosas que por ahí en España no. Pero básicamente la película siento que funciona, eso es lo mejor, la recepción del público fue positiva. A los que son padres los mueve, pero también les gusta a los más jóvenes.
Es que es una película donde uno puede identificarse como padre o madre, pero también hay hijos. Teniendo en cuenta que se trata de videos viejos y que esos chicos ya crecieron ¿qué te llevó a decidir que no estuviera la palabra de los hijos?
Cuando empecé a buscar la estructura de la película estaba un poco mareado en ese sentido. Si estos chicos se escribían cartas, si se conectaban entre sí… Alejandro me dijo: ‘esto es una película de padres’, ellos los filman, ellos son los que deciden qué queda y qué no. Además, yo venía con todos esos pensamientos, viendo el material que había generado, y eso me ayudó bastante. A partir de ahí la película creció, avanzó. Los chicos están puestos en un lugar de pureza. Ellos son solos, son ellos, y son maleables, moldeables. Por ahí, más adelante, puedan adquirir ciertos conceptos, ciertas ideologías, formas de pensar, pero a los seis, siete años, justamente son los padres los que los están poniendo como objetos de deseo. Hay momentos que son increíbles. Cuando la yanqui le mira los dedos a la bebé que acaba de nacer y dice ‘mirá, tiene dedos para tocar el piano’… y la nena hoy es pianista.
Otro punto interesante es que, en algunas familias, la voz que predomina es la del padre, y en otras la de la madre. ¿Eso cómo fue surgiendo?
Fue un poco como convivir con lo que iba pasando. De alguna manera aceptar lo que iba sucediendo, y estar abierto a esa improvisación. Cuando se involucra la familia norteamericana, yo le propongo a ella que el padre también responda las preguntas que se les enviaba, pero hubo cosas que no se daban naturalmente. Tampoco yo insistía demasiado en buscarlas. Otro ejemplo es el del hindú, al que le dije que quedaba todo muy parcial contado sólo desde su punto de vista, y que la madre del chico también podía contestar las preguntas, si él podía llevarle la cámara con el cuestionario. Me dijo que sí. Obviamente, siempre me pedía algo de dinero porque es de bajos recursos, entonces yo después sentí que me decía a todo que sí porque le venía bien la ayuda económica, y lo que recibí como material es esa vuelta de ella que es terrible, ahí me sentí muy mal, y se lo dije.
Cuando le pregunta a ella si se quedaría con el hijo…
Claro, le pregunta eso, pero más allá de eso, el punto es que vuelve la madre, el nene hacía como tres años que no la veía, y ella vuelve por un pedido mío pero tergiversado, porque yo le pedí que le llevara la cámara para que ella diera su punto de vista, y él la hizo volver para hacerle tres o cuatro preguntas. Es una situación que quedó en la película, pero el nene está ahí, y se nota que la escena es patética. Ella tratando de abrazarlo y besarlo, y el nene mirándola extrañado porque no sabe quién es. En esa escena en particular, cuando él le pregunta si se va a quedar con su hijo, ella le dijo que sí, pero ahí hay una trampa de montaje. El documental te pone siempre en un lugar moralmente difícil donde uno tiene que tomar decisiones. Y mi verdad era que sabía que ella no se iba a quedar, que le estaba diciendo que sí porque estaba la cámara encendida. Entonces decidí dejarla sin respuesta en el montaje, o con la imagen de otra pregunta. Ese momento está realmente manipulado, pero él me terminó dando la razón. La madre nunca se quedó. Hablé con él después y me dijo que no tendría que haberle dicho que vaya. Es interesante esto, a veces hacer trampa es responder a una verdad mayor.
¿Y las familias ya vieron el corte final de la película?
Al egipcio todavía no se la mandamos, no por nada en especial, sino porque la mayoría de las familias las consiguió Irene, y esa la consiguió Alejandro, a quien todavía no le pedí que les mandara el material. El ruso y la polaca la vieron en el festival de Málaga por primera vez y con la sala llena. Fue uno de los momentos más intensos de mi vida. Ellos no quisieron ver la película antes. Traté de abrir el paraguas avisándoles que las familias estaban puestas en un lugar crítico, y me dijeron que no me preocupara, que querían la sorpresa. Cuando terminó la película, el ruso me dio un abrazo y me dijo ‘es una película épica’. Después pasamos a contestar unas preguntas y le preguntaron a él cómo se sentía viéndose en la película, y dijo que estaba muy triste y shockeado. Le preguntaron por qué, y dijo ‘porque tengo miedo de que todos me odien’. Yo le dije ‘al contrario, todos te aman’, y lo aplaudieron. Estamos hablando de alguien que pasó hambre de chico, que está preparando a su hijo para lo peor, imaginate lo que debe haber sido su padre, su abuelo, con toda la historia de Rusia. Y a mí me sorprendió conocerlo, porque en la película es una persona que en la realidad no es. Es un personaje tímido, sensible, nada que ver con lo que yo vi en la película, así que estaba muy shockeado por verse a sí mismo de esa manera, no le gustaba lo que veía. Después me agradeció que no haya puesto determinadas partes, pero ama con mucha devoción a su hijo. Más tarde nos fuimos a cenar y fue increíble. Yo les dije que me peguen… nos emborrachamos los tres… y salió una charla genial. Les pregunté si aceptarían en unos años hacer la segunda parte y me dijeron que sí. También muchos se preguntaban cómo iba a tomar Sidney, la mamá norteamericana, el documental, y yo decía que no va a pasar nada, porque ellos se muestran como son, quizás uno los puede ver un poco ridículos, porque desde nuestro punto de vista los yanquis son ridículos, pero ellos no se sienten así. Ella está encantada, se vio y quedó fascinada. A mí, la escena donde la nena le canta a su hermano que está en la guerra, por un lado me emociona, y por otro lado me pregunto: ‘¿cómo me puedo estar emocionando con esto?’. Pero ella me mandó un mail diciéndome que estaba encantada. Y el argentino, el de Jujuy, vio el teaser.
Es un gran momento el del auto, cuando habla con su hijo acerca de la muerte. ¿Esa fue una filmación de ellos o también respondió a un pedido tuyo?
Nada fue filmado por mí. De la familia de Jujuy me faltaba un poco de material con el nene más grande y también hice un poco de trampa y viajé, pero no estuve presente en la escena propiamente dicha. Sí tuve una charla con ellos, les dije ‘quiero emoción, vayan y hagan el final de la película y díganse todo lo que nunca se dijeron’. Se metieron adentro del auto. A mí lo que me encanta es que el encuadre parece horrible, y de pronto entra el nene en cuadro abrazando al padre. Eso fue producto del azar.
¿Cuáles son tus expectativas respecto al estreno? Porque el cine nacional, aunque todavía tiene que pelearla y mucho, está innovando bastante, y el público está empezando a acercarse más.
Es raro, digamos, hasta ahora no estaba esperando que sea un exitazo. Sé en qué equipo estoy jugando, el presupuesto con el que estoy jugando, y la realidad del cine nacional, entonces básicamente tengo muchos deseos de estrenar, porque hace siete años que estoy con esta película y no hay un solo día en que no esté pensando en ella. Tengo muchas ganas de dejar de pensar en la película, pero llega el momento y estás como a punto de salir a escena, y aparece esa ilusión de que al menos pueda llegar a ser un poco reconocida. Igual, estoy muy contento de haber logrado que se mantenga aunque sea dos meses en cartel[2], pero no es muy difícil que se genere el boca a boca. Estoy muy feliz con Planetario, muy orgulloso de lo que terminó siendo, y ya no es mía en algún punto. Es genial la metáfora de las películas como un hijo, porque es así, incluso desde el comienzo, porque las ideas son como los espermatozoides, hay miles pero hay una que llega.
¿Hubo otras familias que quedaron afuera del documental?
Me llegó material de todos lados. Al principio quería una familia de Israel y otra de Palestina. El de Palestina era rarísimo, no se entendía nada, y el de Israel abarcaba muchos años, pero era como la vida de un kibutz. Era una familia muy numerosa y costaba mucho reconocerlos. No era la típica institución familiar y decidí no asumir ese riesgo. Después descarté de México, de Brasil, porque prometían una cosa y cuando llegaba el material no era así. También descarté de Tailandia porque estaba recontra filmada, estaban muy yanquilizados, y otra de Malasia, que si bien era fabulosa porque el nene era una especie de genio, la madre exigía demasiadas cosas, como ver el corte final. Ella utilizaba a su hijo para ganar dinero. Además me interesaba que se mostrara gente común, no hacía falta algo así. Lo peor de todo fue descartar a dos familias chinas. Una porque llegó un material todo editado, con música, era muy kitsch. Tal vez al principio hubiera tenido un gran impacto, pero después no me permitía profundizar. Quedaba solamente en el chiste, y te podés reír una vez, dos veces, pero me parece que Planetariono daba para hacer de una familia un chiste. La otra porque me llegó el material y pasó un año más o menos hasta que volví a tener contacto con la familia para empezar a trabajar. Tenía un traductor que venía a la productora muy temprano para hacer de interlocutor y me decía cosas como: ‘Dice que si no le decís ya de qué se trata la película, se termina todo acá’. Encima, el que me había enviado el material era el hermano del padre de la familia, era todo muy complicado.
¿Y cómo fue el proceso de traducción del material recibido? ¿Tuviste un traductor por familia?
Exacto, un traductor por familia, que trabajaron mucho. La primera parte del proceso consistió en darles todo el material, ellos lo visionaban y me hacían descripciones básicas de lo que ocurría en cada escena. Igual te digo que las imágenes hablan por sí solas. Cuando recibía el material, aún sin entender lo que decían, no hubo un solo caso en el que no supiera qué fragmento iba a formar parte de la película. Cuando vi al ruso en la nieve dándole el arma al hijo, o a la nena norteamericana cantando en el contexto de la guerra, o al egipcio que casi se le muere la nena al nacer, sabía que todo eso iba a formar parte del documental. O la familia polaca, con todos esos vestuarios y esas escenas improvisadas. Con ellos me costó encontrarles el lado fuerte, eran como muy amigables hasta que apareció la escena de la lectura de la Biblia. Esa escena es terrible. De hecho, cuando nos encontramos en el festival de Málaga con Eva, estaba con una amiga que al principio me llenó de elogios, pero cuando les pedí que me pegaran, a partir de esa escena en particular me preguntó si yo tenía noción de que podía dañar a las personas involucradas. Pero Eva me dijo que cuando veía esa escena, lo que en realidad le pasaba era terapéutico, porque estaba viendo algo que, si yo no se lo mostraba, no lo notaba. Yo creo que uno por ahí ve la película, y piensa: ‘Yo no soy así’, pero, en realidad, si agarro tu vida, o la mía, y la parcializo, vamos a encontrar miserias de las que no nos damos cuenta en todos.
Cerca del final hay una superposición de imágenes que le da un tono surrealista y, precisamente antes, una de las madres describe el traer un hijo al mundo con ese término. ¿Esa decisión formal viene ligada a ese comentario?
Eso tiene más que ver con ese proceso alquímico del que hablaba antes. Entrar en el cuento, en la fábula, en una realidad más bella, pasar de algo real y cotidiano a una instancia superadora, más sublime. La vida, la muerte, los distintos planos de la realidad. ¿Qué somos los seres humanos en definitiva? Lo puse luego de una secuencia de imágenes. Primero, la escena del ruso con su hijo repitiendo incansablemente: ‘¿Mamá?’ ‘Ya va a venir’, que es un punto de explosión. De ahí corta al egipcio que dice: ‘Y mamá volvió’. Después aparece la madre lobo, la del nene hindú. Después está el nene solo, y empieza toda esa secuencia surrealista que te va llevando.
Al principio dijiste que el puntapié para hacer Planetariofueron las filmaciones que vos hacías de tu hija ¿por qué no las incluiste?
Estuve tentado de hacerlo y se lo planteé a personas cercanas, como a mi mujer, amigos, colegas… y, sobre todo, Alejandro me convenció de no hacerlo. Me dijo: ‘¿Qué vas a decir de vos mismo? ¿Cómo te vas a poner en un lugar crítico a vos mismo, a retratar tus miserias?’. Por más que quiera o me termine editando otro, iba a terminar mostrando una mirada poco objetiva. Además, hay una cierta crítica a la exposición de los hijos y no podría haber hecho lo mismo con mi hija, que no tiene poder de decisión sobre si quiere o no estar en la película. Preservarla también me terminó de convencer.
[1] El resultado de este experimento fue el cortometraje Tata Dios (2005).
[2]Planetario contó con un pre-estreno el año pasado en el Centro Cultural San Martín, dentro del marco de la agrupación de directores PCI (Proyecto Cine Independiente), de la que Tokman forma parte. Durante el mes de junio, de jueves a domingo, será reprogramada en la misma sala.
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