natural_sciences_poster_spanishEs una historia de Cris Morena, sin rubias, sin inglés y con villanos que pasan desapercibidos. Una película premiada que viene levantando murmullo, un recorrido necesario para conocer al padre de la criatura: Matías Lucchesi.

Empieza con escenario y música. La inmensidad y los rasgueos solitarios de una guitarra anticipan el género: una búsqueda que podría terminar en llantos y mocos. Todo muy lindo, un descenso a caballo nos guarece en una escuela rural, hasta que los parlamentos empiezan a pelearse con las imágenes. Por una serie de pistas descubrimos que Lila, esa nena de mirada perdida, es el porotito de la germinación que explica Jimena, su profesora encarnada por Paola Barrientos. Con cada línea de cada personaje la película se descubre predecible, sin intrigas, y por momentos trágicamente graciosa.

De tanto sostener la impronta títánica que plantea el argumento, Lila y Jimena terminan la película con tubos. Lo que cuenta Ciencias Naturales es la educación práctica que reciben en simultáneo una nena y su maestra en una excursión a lo Thelma y Louise en la que extrañamente no las persigue nadie. Personajes creíbles con parlamentos increíbles que se zarpan de elementales y trillados. Llevando adelante su lugar común, Lila no desentona del resto, se fuma sus líneas con actitud y corrección. Y el resto quisiera tener también 12 años para justificar el trabajo deshonroso. Pero no.

Ciencias Naturales no hace fuerza porque sepamos exactamente dónde están, le alcanza con mostrar un contexto pobre, desolado, calmo hasta exasperar. Paola Barrientos recrea a una maestra que no tiene un solo familiar que se pregunte dónde está, que no puede controlar a una nena de 12 años y que inspira poca confianza como para fiarle hijos propios. Lo hace bien, pero el personaje se desacredita por descontextualizado, no se relaciona con nadie, no tiene límites, miedos ni obligaciones.

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La película adquiere cierto ritmo: es una road movie de 70 minutos con buen tiempo y espacio, de distancias reconocibles que construyen los sentimientos de los personajes, pese a los diálogos. Se entendería si fuese muda, pero sería una pena silenciar las escenas de un personaje desopilante, de un actor con aura, Alvin Astorga, “El Puma”, el presunto desconocido padre de Lila, introducido por un buen giro argumental. Es un tipo destruido, cagado de hambre, rústico; un Ricardo Iorio sin arte, sin prosa, bien roto y con la heladera vacía. No sabemos cómo va a reaccionar y mientras lo descubrimos esperamos que, en uno de los tantos descuidos de Paola “la peor maestra del mundo” Barrientos, ataque a la nena, o en su defecto salga con algún gag. Y entonces el Puma protagoniza una escena que no se puede creer: corre detrás del auto gritando “¡el soldador, el soldador!” y le quita toda la seriedad y el dramatismo construido hasta ese momento. Es que, en realidad, está hablando de otro personaje: el Puma señala al Soldador. En esa sorpresa, la niña -y el espectador- avizora el final. Parece Dorothy, pero en El mago de Oz versión más bizarra. Y así se descontractura una película que desde ahí se vuelve otra, nos permite reír sin burla, aunque lejos de las intenciones del director.

Quienes premiaron esta película han de ser personas idóneas y deben haber validado con estudios su criterio, pero el arte es libre y permite tantas visiones como sean posibles. En la escena final, en el plano de Lila mirando al horizonte, recién ahí aparece la belleza de su cara, la fotografía y la música rodando juntas, y la paz sin parlamentos. Pero es inevitable que, con el fundido a negro y los títulos, uno se acuerde del Puma.

Aquí puede leerse un texto de Eduardo Rojas sobre la misma película.

Ciencias naturales (Argentina, 2014), de Matías Luchessi, c/Paola Barrientos, Paula Hertzog, Alvin Astorga, Sergio Boris, 67′.

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