Cassius Clay, Muhammad Ali, o como quieran llamarlo, es uno de los deportistas más importantes del siglo XX. Cualquier encuesta lo ubica sin dudas (y con justicia) entre los cinco deportistas más importantes de la historia del siglo pasado, y es el boxeador más importante de todos los tiempos. A su vez, Ali es el primer deportista en comprender cabalmente lo que representa ser una figura del deporte en términos culturales y políticos, y por último, es una persona pública que luchó para que el mundo comprenda la causa de la negritud, en un momento en el que -como lo relata el propio Ali- ni siquiera ser campeón de boxeo te aseguraba poder comer tranquilo en un restaurante. El cine ya se acercó en reiteradas oportunidades y de diversas maneras al personaje, quizás por el magnetismo que este conlleva, quizás por la importancia que tuvo a lo largo de su vida en diversas cuestiones que exceden el ámbito específicamente deportivo. De ese pasaje por el cine destacan particularmente el documental Cuando éramos reyes (1996) de León Gast, que se centra en la célebre pelea ente Ali y Foreman en 1974 en el Zaire, y la película biográfica Ali (2001) de Michael Mann.
Este registro del Ali político es trabajado de modo exhaustivo por el documental de Robert S. Bader, y se combina con la mirada de un otro, en este caso un conductor de televisión blanco, ajeno al mundo del que Ali proviene y al cual representa como figura pública. El documental expone las tensiones políticas y sociales entre estas dos cosmovisiones enfrentadas sobre lo que es ser americano en la década del 60. Ali representa al Estados Unidos negro y marginado, que en los convulsionados 60 decide abrazar la causa del Islam. Es interesante ver cómo el documental piensa al Ali radicalizado y pone en duda la posibilidad de que tuviera una postura política definida más allá de la influencia del ala radical del segregacionismo negro representada por Malcom X (figura al que el documental describe como un ser malvado que podría haber manipulado a Ali). Cavett, que a lo largo del documental y gracias al efectivo trabajo de archivo luce siempre brillante y amoroso con su amigo, dice de modo explícito que Ali recitaba un libreto en relación a esas cuestiones políticas, libreto del que no podía salirse porque fuera de él no sabía qué decir. Esto, más que una aseveración verídica sobre la capacidad de comprensión de Ali, habla de los propios prejuicios de Cavett y del film de Bader. Esa tensión política, que late durante la primera parte de la película y nunca se resuelve, termina resultando una virtud del documental.
En una segunda parte, el film se sumerge en la historia del Ali boxeador y en cómo su decisión de renunciar a pelear durante la guerra de Vietnam le «quitó» los mejores años de su carrera boxística (desde 1967 a 1970), para luego hacer el debido foco en la confrontación notable con Joe Frazier, que marcó no solo a ambos boxeadores sino a la historia del deporte del siglo XX. Frazier también es un personaje extraordinario, es la contracara que el propio Ali necesita y termina siendo otro punto alto del film de Bader. Nuevamente surge la tensión entre el boxeador negro desclasado (que representa Frazier), pero que realmente pertenece a la clase trabajadora, y la mega estrella Ali, que se transformó en una mercancía pop de fácil acceso para el consumo masivo.
Por último, el documental también retrata al Ali perdedor, que abandona su personaje de arrogante ante cada derrota. Las imágenes de archivo logran trasmitir su tristeza sin maquillaje (luego de las derrotas con Frazier y con Norton), ofreciendo una mirada íntima y melancólica sobre la historia de una amistad imposible. Si bien el documental reduce la complejidad de las decisiones políticas que el propio Ali toma, subestimando las causas de sus tomas de partido, el film de Bader es un sentido retrato de uno de los deportistas más importantes de todos los tiempos y propone una mirada que evoca de modo crítico uno de los momentos más complejos de la historia política americana del siglo XX.
Es desde esa mirada distanciada que uno puede valorar la exacta dimensión y el compromiso político de una personalidad pública que, pudiendo elegir la comodidad del éxito, decide seguir sus convicciones y sacrifica un momento de esplendor de su carrera. Es esa dimensión política de Ali la que queda sobrevolando a lo largo de todo el documental, el costado que su amigo Cavett no comprende y que en el fondo es lo que pareciera admirar o envidiar.
Esa tensión entre dos mundos es el triunfo máximo de este documental melancólico, que habla sobre un tiempo que ya no existe, pero al que deberíamos poder mirar con detenimiento para poder entender muchas cuestiones que vuelven en nuestro agobiado y convulsionado presente.
Ali y Cavett: la historia de las cintas (Ali & Cavett: The Tale of the Tapes, Estados Unidos, 2018). Dirección: Robert S. Bader. Guion: Robert S. Bader, Dick Cavett. Fotografía: Dan Brockett. Montaje: Robert S. Bader, Oliver Thompson. Entrevistas: Muhammad Ali, Dick Cavett, Joe Frazier, Ken Norton, Joe Foreman y Jerry Lewis. Duración: 97 minutos.
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