Puede escribirse un tratado sobre cine al intentar comentar los poderosos treinta y un minutos que condensan una deliciosa cosmografía del despilfarro, por lo que se optará por resignarse a no decir nada muy interesante.
La brutal película del realizador, guionista y protagonista David Sandberg, poco esperablemente sueco, trama con frenético pulso un importante número de madejas que uno no puede si no desenhebrar para que el lector pueda entender sobre qué van los pensamientos de quien escribe: un policía en el Miami de los ochentas protagoniza una serie de violentos enfrentamientos contra maleantes de barrio, ninjas, arcades asesinos, dinosaurios que tiran láser por los ojos, decenas de soldados nazis y el propio Hitler, también conocido como Kung Führer. Y, mientras tanto, lidia con un jefe reacio a su accionar violento, con fallas en su viaje temporal, y con la muerte que lo lleva en una secuencia animada a visitar un Cielo muy particular. Para todo ello cuenta con aliados como su compañero Triceracop, un agente con cabeza de dinosaurio, Hackerman, quien hackea el tiempo para llevarlo a la Alemania nazi y hackea las malditas heridas de bala para traerlo a la vida, el dios Thor – un imponente gigante envejecido totalmente solícito-, que lo saca de la época de los vikingos, dos damas escandinavas con voluminosas ametralladoras, y un Tiranosaurio que habla. Sí, dije treinta y un minutos.
Kung Fury es un héroe solitario, parco y adusto, que adquirió sus poderes al ser alcanzado por un rayo y picado por una cobra: I could feel my body mutate into some sort of Kung Fu freak of nature, vestido a lo Karate Kid, con Ray Ban tipo Tom Cruise pero con un tono de voz y parlamentos kitsch a lo Terminator, como le cabe a su rol y al enojo reflejado en la cara que se transforma en su marca personal. Este paladín dispara parado en el techo de su Lamborghini, mientras vuela por la ciudad, lucha con robots en el espacio, y usa de skate a un soldado nazi, todo en un responsable cumplimiento de su deber: “Soy un policía y hago mi trabajo jodidamente bien”. Por si fuera poco, su auto tiene a David Hasselhoff como interfaz, además de que este ícono de los ochenta interpreta el tema de la película, True Survivor, y que actúa en el video clip, que es una delicia en sí mismo.
Esta máquina fílmica exhibe momentos épicos como la balacera que Hitler lleva a cabo a través del teléfono, cuando Kung Fury les deja su número a las vikingas, la memorable escena de la lucha contra los nazis que se desarrolla con la narrativa plana y lineal de los primeros videojuegos de lucha, y algún otro que no quiero spoilear al espectador curioso. Su trama delirante se apoya en una secuencia de cuadros que parecen pintados y en momentos brillantes de los parlamentos como “I got the mayor up my ass like a fag on Viagra”, “You’re about to hack time, are you sure? Yes / No”, o una perla de los créditos: “No dinosaurs were extinct in the making of this movie”. Aparecen juegos de palabras de un nivel de sofisticación de las grandes ligas como cuando Kung Fury le dice a un soldado nazi “I disarming you” al arrancarle un brazo o “Tank you” al aplastar a dos soldados con un tanque.
La obra posee una estética sonora y visual proveniente del videogame de artes marciales (especialmente Street Fighter), y por ende del cómic, sembrado en los jóvenes años ‘80: música estridente y repetitiva con sintetizadores, planos sin profundidad, fuerte contraste de colores, héroes con habilidades sobrehumanas, violencia desmedida, efectos especiales espectaculares y primeros planos propios del manga japonés. Asimismo, posee una serie efectos que simulan daños por el uso y longevidad en la “cinta” como rayas, lluvia de ruido e inclusive la gráfica “tracking” o “play” de las antiguas reproductoras de video. Incluye una presentación de serial al estilo Miami Vice, guiños hacia Back to Future, y una parodia a una publicidad de teléfonos móviles. El propio poster es un homenaje a películas de los ochentas como Flash Gordon, La historia sin fin, Guardianes de la Galaxia con Michael Jackson, Blade Runner o la saga Star Wars.
Kung Fury es un monstruo cinematográfico, un Aleph que, con Kodama o sin Kodama, contiene una onda expansiva, una torre de Babel y un canto meteórico de alabanza a los ochentas a los que el espectador no puede quedar ajeno. Es decir, no debe quedar ajeno.
Kung Fury (Suecia, 2015), de David Sandberg, c/ David Sandberg, Jorma Taccone, Steven Chew, Leopold Nilsson, Andreas Cahling, Erik Hornqvist, Eleni Young, Helene Ahlson, Per-Henrik Arvidius, Magnus Betnér, Björn Gustafsson, Eos Karlsson, David Hasselhoff, 31’.
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