El campo luminoso (2022), documental de Cristian Pauls, abre con una conversación en viaje, por la ruta, entre el director y la asesora antropológica de la película, quien le cuenta cómo a partir de textos antiguos se intenta reconstruir con los descendientes y sobrevivientes del pueblo originario Pilagá (que se asentaba a la vera del río Pilcomayo en el impenetrable Gran Chaco), los vestigios de su lengua nativa, no hablada por toda la comunidad en el presente. Sobre esta idea de reconstrucción de la lengua se montan entonces las dos líneas principales del film, la reconstrucción de la historia perdida y la devolución de la palabra a los deudos de un pueblo originario masacrado, actualmente  invisibilizado y silenciado.

Es entonces que Pauls se sirve del Diario de Expedición que el coronel Emil Haeger emprendió con un equipo de compatriotas suecos en 1920, del material fotográfico y del documental Indios el Rio Pilcomayo que filmaron sobre los Pilagá, para volver sobre los pasos de los expedicionarios. Así se construye un film que se teje con la lógica del documental dentro el documental, el documental que repone con imágenes y testimonios de hoy las piezas faltantes del material expedicionario, y que hace consciente el artificio cinematográfico del documentalismo al exponer directamente la cámara. Se presenta entonces una epopeya fascinante a través de un territorio natural abiertamente hostil, que se ordena a partir de la voz en off de las entradas del diario de Haeger, material que funciona como un viaje al pasado desde el presente y que invita a la reflexión a partir del contraste temporal.

Así el viaje de la expedición Haeger, asentado en el enciclopedismo de la época que buscaba recolectar información y producir saber sobre pueblos aborígenes, territorios, vegetación y animales considerados exóticos y desconocidos, encuentra su contrapunto con el viaje que realiza el director. Mientras en la expedición Haeger se toma a los nativos como pasivos objetos de estudio y se desnudan los prejuicios sobre el indio propios del discurso de los colonizadores (se los considera crueles hacia el hombre blanco y primitivos en el ejercicio de la sexualidad, por ejemplo), el viaje de Pauls se piensa como contrapunto, situado más en la línea del viajero errante, abierto y curioso respecto de lo otro, que es capaz de tomarlos no como fuente del mal, sino de aprendizaje y apuntando a la devolución de la conexión con la palabra, y con el pasado de su propia historia, que han perdido.

A los descendientes del pueblo Pilagá se los ve hoy extraviados, a medio camino entre la precariedad en la que viven, propia del abandono por parte del Estado (recién en el año 2020 se reconocieron legalmente sus demandas de resarcimiento por el genocidio de la masacre de Rincón Bombá, acaecida en 1947) y una occidentalización que se traduce en la vestimenta, en la tecnología y en el abandono de los animales por las motos o los autos. Lo que hace Pauls al reconectarlos con las marcas de origen de su historia y su cultura, al acercarles el material de la expedición Haeger, es devolverles y devolvernos, como espectadores, la dimensión de lo sagrado; esa que aplastaron las luces del progreso civilizatorio. De ahí que resulte significativo el título del film, El campo luminoso, que a primera vista puede resultar contradictorio, ya que se trata de territorios bañados por la oscuridad de la sangre derramada que se cargó el avance de la civilización; pero refiere tanto a la vastedad de las constelaciones que se ven en al monte, como a la los fuegos de la costumbre de la quema de las tolderías, necesaria para que los muertos descansaran en paz y no regresaran.

El viaje en el tiempo es interesante en tanto revela los estereotipos y los prejuicios del blanco colonizador respecto de los llamados indios, pero también la pérdida, hoy, del sentimiento de lo desconocido y lo foráneo, vigente en ese entonces, donde los viajes llevaban el sello de la experiencia iniciática, más que del consumo turístico. En la época de la tiranía del utilitarismo y la expulsión de lo distinto no es poca cosa el gesto de Pauls de recuperar la dimensión de lo sacro y de devolver al otro su verdadera dimensión de Otredad, de aquello extraño; que me interpela, me constituye y me enriquece como humano.

El campo luminoso conmueve por el rescate, la puesta en valor y la reconstrucción de fragmentos de los restos de un valioso material fílmico, que lograron sobrevivir a la lluvia y las inundaciones como testimonio de una época, pero no termina de ahondar en el impacto del encuentro con dicho material en los descendientes del pueblo Pilagá, ya que los muestra como meros espectadores del pasado. Uno queda entonces con las ganas de escuchar sus palabras ante el material, para que puedan reintegrarlo a la trama simbólica de su historia y continuar su lucha con renovado valor y dignidad.

Calificación: 7/10

El campo luminoso (Argentina, 2022). Guión, producción, imagen y dirección: Cristian Pauls. Guión de Montaje: Ignacio Masllorens y Cristian Pauls. Diseño de sonido: Joaquin Rajadel y Paula Ramírez. Montaje: Luiza Paes, Ignacio Masllorens y Cristian Pauls. Música: Parsifal, Richard Wagner. Asesora antropológica: Anne Gustavsson. Duración: 127 minutos.

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