1-The-Immigrant¿Dónde queda el espectador en la última película de Iñárritu? ¿Qué lugar ocupa en el ir y venir del falseado plano secuencia, entre tanto palabrerío, tanta afectación interpretativa y tantas nimias referencias? El ejercicio propuesto por el director es de un nivel de pedantería insoportable. Más que estimular la mirada pareciera querer atraer a una audiencia amplia, recurriendo a un elenco de figuras populares y usando el nombre de un reconocido superhéroe de Marvel en el título, para luego ir expulsando de a poco a quienes no puedan interpretar la intertextualidad que asoma nada tímidamente. He aquí la cuestión: las groseras y, en apariencia, selectas alusiones culturales traslucen juicios intelectuales que atentan directamente contra el espectador en lugar de funcionar como una verdadera crítica contra el consumo de masas desde el centro mismo de la producción. Entender Birdman como una detracción del frívolo mundo del espectáculo en contraste con el del «arte» o el del «artista» es casi como comprar a ciegas el discurso anti-capitalista de El destino de Júpiter sin contemplar su naturaleza de gran producción en el seno de Hollywood. Sin embargo, los Wachowski ofrecen un maravilloso y entretenido espectáculo que no deja afuera a nadie y, acaso por el desprecio que genera el contenido político de su película o la superficialidad aparente de su entretenimiento, son desmerecidos por la propia industria (sin ir más lejos, contra las nueve nominaciones de Birdman para los Oscar, El destino de Júpiter obtuvo cero).

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Para colmo de males, como si no alcanzara con tanta rimbombancia técnica y ¿dialéctica?, Iñárritu se despachó contra un clásico al que –inevitable aunque también incomprensiblemente- su película fue relacionada, La soga (Rope, Alfred Hitchcock, 1948), tildándola entre otras cosas de “mediocre”. Aunque podamos discutir el valor de dicha película dentro de la filmografía de Hitchcock (no es precisamente una de sus más grandes obras), descalificarla de ese modo es excesivo y revela el propósito publicitario de la provocación. Por otro lado, excluye el contexto de producción y, por lo tanto, las dificultades asumidas por el viejo en aquel entonces. Claude Chabrol y Eric Rohmer ofrecen un claro panorama al respecto en su libro Hitchcock: «Los raccords requeridos por los cambios de bobina serán camuflados para no romper la sensación de continuidad en el tiempo o el espacio. Una vez cada dos se hará el encadenado sobre la espalda de una chaqueta. El resto del tiempo, sobre miradas, trampeando según la letra, cuando no totalmente el espíritu, pues son estos últimos cortes los que pasan más inadvertidos (…) Por su parte, Hitchcock jamás invocó otra cosa que la ventaja práctica de la empresa. El TMT (Ten Minutes Take, la duración de proyección de una bobina de 300 metros es en general de diez minutos) reduce la duración de la toma, y por consiguiente el costo del filme. La realización de La soga no llevó más de trece días. Se confeccionó un plan de trabajo de extremada precisión. Se construyeron dos decorados, uno para los ensayos y otro para el rodaje. Un sistema de señales luminosas advertía a los actores y maquinistas de los movimientos que debían realizar».

bm-sg-00489Más allá de la innovación técnica (tengamos en cuenta, además, que fue su primera película a color), La soga corría otra clase de riesgos al poner en primer plano la relación homoerótica de los protagonistas, siendo prohibida por esto mismo en varias ciudades de los Estados Unidos, además de constituir una praxis inhabitual para el espectador de aquella época. ¿Qué riesgos asume Iñárritu sesenta y siete años después? Verdaderamente ninguno. Según informa IMDB, la película cuenta con un total de diez y seis cortes simulados digitalmente (exceptuando el final, donde utiliza abiertamente el montaje), y su historia juega con la ilusión de la osadía pero al fin de cuentas no tiene nada interesante para decir. En el mejor de los casos, Birdman es un artilugio similar a un chupete: puede entretenerte un rato, tal vez distraerte, pero no hay sabor ni contenido, apenas la saciedad momentánea de algún tipo de compulsión (oral o visual). La culminación del ego trip de Michael Keaton/Riggan es previsible desde el comienzo, y tan poco se aventura Iñárritu a correrse de los márgenes estéticos/morales del mainstream que, por ejemplo, en una escena amenaza con un desnudo frontal masculino de Edward Norton para cubrir sus genitales de forma inmediata. Con la misma tibieza trabaja la relación padre e hija sin ahondar en la disfuncionalidad del lazo, sintetizando todo lo no resuelto en un breve monólogo de Emma Stone que es el epítome de toda convención psicoanalítica. Y así también con su amante, y con su representante, y con su asistente, y con su ex mujer… ni el gran angular que busca transformar las caras en máscaras de lo grotesco (especialmente en los primerísimos primeros planos) llega a descubrir la íntima turbación de estos personajes.

descargaLa aparición de los nombres de Roland Barthes o de Raymond Carver es irrelevante porque este guión no dota a las citas de profundidad ni tampoco interioriza al público (que no sepa nada de ellos) sobre las razones de las mismas. Es la cita por la cita misma, intertextualidad vacua, conducta canchera y soberbia de quien, una vez instalado en la meca de la industria, pretende diferenciarse para demostrar que puede ser algo más que ella. Pero con las puras pretensiones nada hacemos. La película toda está tan minada por la fatuidad que hasta vuelve insoportables a sus afectadísimos intérpretes diciendo sus líneas –diálogos sobrecargados- sin naturalidad alguna (que no tiene por qué implicar un tono realista o naturalista). Iñárritu logró que odiara a Michael Keaton, Emma Stone y hasta Edward Norton, algo que hasta el momento consideraba imposible. Birdman es la prueba más clara de que una mala dirección puede arruinar hasta al más experto o encantador de los actores. La banda sonora, mayormente compuesta por un solo de batería, parece querer rellenar los huecos que extenúan el relato pero termina siendo otro signo fastidioso de la puesta en escena.

Aquí puede leerse un texto de Eduardo Rojas sobre la misma película.

Birdman (EUA, 2014), de Alejandro G. Iñárritu, c/Michael Keaton, Emma Stone, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Edward Norton, 119′.

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