1. Lo que lleva a Ron Woodroof (Matthew McConaughey) a descubrir accidentalmente que es portador de HIV, es operar mal con un destornillador (screwdriver) cuando intenta salvarle la vida a un compañero. Con esta simple acción, en el plano se produce una partición del lenguaje en al menos dos sentidos (literal y metafórico) en el marco del idioma original de la película. La palabra “screw” tiene entre sus varias acepciones la de “coger”. Si estuviéramos frente al Hollywood más clásico, en el que hubiera sido imposible filmar la presentación del personaje (por lo gráfica), ese plano podría haberse convertido en el desplazamiento simbólico del acto sexual funesto. La mala utilización de la herramienta y la acabada letal. Pero “screw” también se utiliza en una expresión muy propia de los americanos, ‘screw you’, que vendría a significar algo así como: “andáte a la mierda”. Minutos después, Woodroof utilizará esa exacta expresión.
2. El uso de la palabra “screw” me hizo recordar, muy oportunamente, a la famosa y oscura canción de Freddy Mercury, I’m Going Slightly Mad, donde también se juega con su doble sentido:
While the outside temperature rises
And the meaning is oh so clear
One thousand and one yellow daffodils
Began to dance in front of you.
Are they trying to tell you something?
You’re missing that one final screw
You’re simply not in the pink, my dear
To be honest, you haven’t got a clue
(Mientras la temperatura sube
Y el sentido es, oh, tan claro
Mil y un narcisos amarillos
bailan frente a vos.
¿Están intentando decirte algo?
Estás perdiendo el último tornillo -o la última encamada-
Simplemente no estás en el rosa, mi querido,
Para ser honesto, no tenés ni idea.)
Otra imagen de esa estrofa encuentra su reflejo en la película, aunque variando el objeto natural: los narcisos amarillos danzando frente al interlocutor de Freddy -que por su tono, sus ideas y elegancia está más cerca de ser Leto que McConaughey- se transforman en doradas mariposas revoloteando alrededor de un Ron que ya se está entregando a su locura.
3. Otro punto en común es la teatralidad, dentro del tono realista de la película y expresionista en el video clip. Los cortinados o biombos de los hospitales a modo de telones, el maquillaje teatral de Jared Leto –que explota de forma admirable su energía naturalmente femenina-, los vestuarios y el deterioro en la cara de Ron, notorio pero no por eso ridículo en el contexto de la puesta. Woodroof es el gran bufón al que la broma se le vino encima, como lo señala la escena en que solo frente a la arena se encuentra con un payaso lyncheano que lo mira desde adentro de un baúl para luego desaparecer frente a sus ojos.
4. No dejo de pensar en lo que tipos como Matthew McConaughey y Leonardo DiCaprio están significando para las nuevas generaciones cinéfilas al recuperar una forma de representación muy propia de los 70: actuaciones desprovistas de glamour pero con un nivel de sobreactuación que imprime sobre películas de corte realista un tono de épico dramatismo. No es casualidad que ambos lo estén haciendo de la mano de realizadores surgidos de aquel feroz semillero, como Martin Scorsese y William Friedkin, que mantienen intacta su bravura.
El caso de McConaughey es incluso más llamativo que el de DiCaprio, quien ya había tenido chances de demostrar sus capacidades actorales anticipadamente y que desde hace doce años, por si fuera poco, fue apadrinado por Marty. McConaughey debutó de la mano de Richard Linklater en Rebeldes y confundidos (1993) y durante los siguientes años se dedicó a filmar mayoritariamente comedias románticas -algunas de muy bajo calibre- que lo afianzaron como galancete dentro de la industria, explotado de esta manera incluso en su primer papel ‘comprometido’ en Tiempo de matar (1996) de Joel Schumacher.
El gran destape de McConaughey no llega con Dallas Buyers Club, sino con Killer Joe, de William Friedkin, que no fue estrenada en nuestro país, tuvo estreno comercial limitado y proyección en un par de festivales de EE.UU., y no le valió nominación al Oscar. Es que para el imaginario popular –o para lo que el mercado supone que es el imaginario popular- puede resultar muy difícil conciliar la figura del ex niño bonito con la deontológica radicalidad que propone Friedkin para su personaje en esa película, en vez de la fundamentalmente física de Dallas Buyers Club, para satisfacción de los medios masivos que no paran de señalar la cantidad de kilos que tuvo que adelgazar.
Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados (Dallas Buyers Club, EUA, 2013), de Jean-Marc Vallée, c/Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner, Denis O’Hare, 117′.
Aquí pueden leer un texto de Paola Menéndez sobre Dallas Buyers Club.
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