big-fish-1-burton-dirigiendoEl misántropo Tim Burton sigue propagando su cada vez más tediosa diatriba de odio, discriminación y secesión; la idea que repite desde siempre y que posiblemente haya suspendido solo en Mars Attacks. En su mundo somos todos seres despreciables, aburridos, idiotas y/o crueles; todos incapaces de ver el mundo mágico al que solo acceden unos pocos elegidos que, bien puede uno deducir, son variaciones de él mismo.

El gran pez fue su mayor demostración de odio y misantropía. En ella Burton exalta la figura de Ed (Albert Finney/Ewan McGregor), un padre incapaz de darle amor a su hijo, Will (Billy Crudup). Un tipo que no podía resignar ni por un instante su propio protagonismo, al punto de que intentó arrebatarlo en el casamiento de Will, provocando una pelea que los separó durante años. Ed es, además, un cobarde incapaz de hablar, no solo con su hijo sino con nadie, sin un escudo de fábulas aburridísimas, sin la protección de millones de palabras que lo salven de tener que mostrar algo de su intimidad. Por si fuera poco, Burton justifica el maltrato de este tipo a su mujer, el abandono, su ausencia durante semanas, la falta de acompañamiento y de encuentro real con ella y con cualquier otro. Ed está justificado porque es una persona diferente, peculiar, porque a él no se le aplican las mismas reglas que a los demás; Ed no le debe nada a nadie porque es especial, nació así, con la capacidad de vivir en un mundo de fantasía, por lo que está eximido de las obligaciones del amor y, dado que no hay amor sin obligaciones, podríamos decir que está excluido del amor mismo.

latrg_8Más allá de todo esto, lo peor que tiene este hombre es que es soporífero. Una de esas personas que, pase lo que pase, siempre tienen una anécdota personal para contar, los maestros del tedio. Este bodrio de ser humano es lo que reivindica la película. Mientras el hijo, que labura, que construyó junto con su mujer una relación amorosa, que se ocupa de él y de los demás, ese, es un hombre gris que no se da cuenta de que el padre es maravilloso.

Recientemente me crucé con Lars y la chica real, una película de estética indie de 2007, bastante vista en su momento, que es el exacto reverso del timburtonismo. Lars (Ryan Gosling) tiene alrededor de 30 años, vive en el garaje de la casa de su hermano y su cuñada en un pueblo chico de algún lugar de Estados Unidos. Es extremadamente tímido y solitario, a todos les gustaría que no esté solo. Un día aparece con una muñeca inflable que se vendía por internet como juguete sexual y la presenta como su novia. Queda claro que no la utiliza para su fin específico, pero no por puritanismo, sino porque se corresponde con el personaje. En su extrema timidez, primero desplaza la atracción sexual que le despierta una compañera de trabajo hacia un enamoramiento ingenuo o infantil (autorizado por los modos infantiles de ella) y, finalmente, cuando ve en internet la oferta de sexo que le presenta la muñeca, la elige como objeto de ese mismo amor ingenuo.

lars-and-the-real-girl-screenshot-4Con esta historia, Tim Burton hubiera convertido al pueblito en un rejunte de viejas chismosas y matoncitos pendencieros, y a Lars en un incomprendido por todos, amante de una mujer mágica que solo él, en su infinita sensibilidad, podía ver.

Lars y la chica real hace exactamente lo contrario. El hecho de que Lars tenga una particularidad muy notable no lo hace especial, esa particularidad no es síntoma de una esencia diferente, ni una sensibilidad superior, ni lo convierte en un loco perdido: es alguien con una dificultad. La gracia de la película es que todo el pueblo lo entiende así, no hay ni desprecio ni idealización. El asunto es tratado por la fe y por la ciencia. Ambas participan desde lo más amoroso que tienen y, más importante, lo hacen con belleza dramática, aportando a un romanticismo no elitista en dos grandes líneas de diálogo.

El pastor del pueblo, en lugar de horrorizarse por la locura o por el aparente sexo impuro, resuelve la discusión eligiendo lo mejor del cristianismo: “La pregunta es, como siempre, qué haría Jesús”. La respuesta la había dado él mismo algunas escenas antes en su sermón: “Nunca necesitamos preguntar ‘¿Señor, qué debería hacer?’ porque el Señor ya nos dijo qué hacer: amarnos los unos a los otros”.miss-peregrines-home-movie-poster1

La médica que atiende a Lars llega a la conclusión de que no está loco, de que hay que acompañar su delirio para curarlo y lo hace a través de las palabras. Convence a Lars de que lleve a la muñeca a su consultorio todas las semanas y va logrando que él diga lo suyo. Antes de eso tiene una charla con Gus y Karin, el hermano y la cuñada de Lars, en la que les asegura que le van a tener que seguir la corriente por un tiempo. El hermano, resistiéndose, dice: “¡Todos se van a reír de él!”. “Y de ustedes”, es la genial respuesta que duplica la apuesta. Tim Burton siempre pone la propia debilidad o incapacidad en una supuesta estrechez de los demás, una actitud opuesta pero equivalente sería negar las debilidades que van acompañadas de una dificultad que debe ser recorrida. La respuesta de la médica deshace la objeción del hermano de Lars al afirmarla y redoblarla, poniendo a la debilidad en su lugar, enfrentando su existencia como tal y afrontando los problemas que causa.

Pero se supone que hay que hablar de Miss Peregrine… Ya desde el título y sus niños peculiares se prevé que viene por el mismo lado de siempre. Aunque se agradece que haya bajado el caudal de digitalismo de sus producciones anteriores, la película no defrauda. Jake (Assa Butterfield), un adolescente peculiar al que un grupo de compañeros no peculiares maltrata, se lleva muy bien con su abuelo peculiar (Terence Stamp), contador de historias fantásticas que a la postre resultarán ciertas. Por supuesto que el padre no peculiar, un manso trabajador de clase media que vive una vida estándar con su mujer y sus hijos, es presentado como un infeliz incapaz de apreciar la realidad mágica a la que su hijo sí puede acceder. Jake logra viajar a Gales donde encuentra el hogar para niños peculiares que su abueloMiss Peregrine's Home For Peculiar Children TM & © 2015 Twentieth Century Fox Film Corporation. All Rights Reserved. Not for sale or duplication. describía y a su peculiar directora, Miss Peregrine (Eva Green). La historia detrás de este hogar es igualita a la de los X-men: hay personas que nacen con habilidades especiales y son discriminadas por la gente común. Miss Peregrine, como Charles Xavier, los reúne en un hogar donde desarrollan sus capacidades. Gran parte de la película se va en la descripción de esta historia más la presentación de las habilidades de sus numerosos y peculiares personajes, un extensísimo sopor habitado por horribles niños sensibles e incomprendidos.

Como la película es de Burton, esta gente, a diferencia de los X-men, no tiene ninguna intención de relacionarse con el resto del mundo. Para escapar de unos monstruos malignos repiten infinitamente, como en El día de la marmota y gracias a una habilidad peculiar de Miss Peregrine, el mismo día de octubre de 1943. Ese día termina todas las noches con un bombardeo de aviones nazis que destruirían el hogar si el tiempo no se reseteara. Para describir a los nazis, Miss Peregrine dice que son monstruos que “persiguen a otras personas por ser diferentes”. No, Tim Burton, ni los judíos, ni los homosexuales, ni los comunistas son diferentes, es al revés, son los nazis los que se creen peculiares, son los nazis los que creen que esa diferencia los hace superiores. Fijate.

Miss Peregrine y los niños peculiares (Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children, EUA/Gran Bretaña/Bélgica, 2016), de Tim Burton, c/Eva Green, Asa Butterfield, Samuel L. Jackson, Judi Dench, Rupert Everett, 127′.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: