¿Existe realmente un amor exclusivo y privativamente “gay”? ¿Existe uno exclusivo y privativamente “heterosexual”? De existir uno exclusivo y privativamente gay, ¿hay diferencias en uno profesado entre dos hombres a uno profesado entre dos mujeres? Si la respuesta es no, el amor es, en realidad, una suerte de sentimiento universal que responde a una práctica(s) entre individuos al margen de su condición sexual… En esta pregunta-afirmación final es que Liliana Paolinelli parece centrar el foco de su Amar es bendito logrando, con ello, en una primera instancia, una acertada desarticulación de cualquier lugar común en cuanto al (mal) llamado “cine de género”, “cine gay” o demás condicionamientos -más marketineros que artísticos- muy de moda en la industria cultural actual.
Desde el principio mismo de la película, entonces, nos enteramos con una honestidad brutal que Mecha y Ofelia llevan siete años de noviazgo y que Mecha le ha sido infiel a Ofelia con una tal Ana Laura. Ofelia la perdona con la condición de que no la vuelva a ver pero, pasados seis meses, Ofelia se entera de que Mecha sigue viendo a Ana Laura. Mecha y Ofelia, no obstante, quieren seguir juntas y por eso deciden tener una especie de “relación abierta” donde Ofelia, mitad por venganza, mitad por deseo (nunca queda bien en claro este tema en la película), termina saliendo con Mario ante el consentimiento a regañadientes de la misma Mecha.
Cuatro personajes, cuatro amantes y una sola pareja (en decadencia absoluta): la constituida por Mecha y Ofelia a pesar de los otros dos involucrados. A partir de aquí, la película se transforma en una sucesión de situaciones, de entendidos y malos entendidos entre estos cuatro personajes que buscan, al parecer, amar de manera desesperada: Mecha y Ofelia están dispuestas a todo con tal de conservar su propia pareja por más que la misma esté acabada hace tiempo. Para ello, salen los cuatro al cine, a cenar, se proponen intercambios, se celan, se desean, se traicionan, se agreden y se rechazan hasta llegar a un final que roza lo ridículo más que lo patético. Y aquí, en este ridículo más que patético, quizás, esté el problema general de la película: las situaciones, las prácticas por las cuales el amor se intenta conservar casi de manera necia, no tienen una mayor profundización dejando desamparada a la película, sometida a una libre interpretación (¿por parte del espectador?) bastante forzada. Las elipsis en el montaje sólo apuntan a mostrar -más que describir- situaciones que tienden a ser insólitas y con ello, aparentemente, paródicas: paródicas de todas las películas que tratan este tema aunque nunca quede especificado, al menos estéticamente, que esa sea la finalidad de la película.
Por eso, Amar es bendito amaga (y sólo amaga) con ser una suerte de parodia de las comedias románticas, las comedias de situaciones, los dramas de género, los culebrones televisivos, las histerias almodovarianas y las películas de (sobre el) amor en general. Sin embargo, la poca complejidad en la hilación de situaciones, lamentablemente, termina transformando al film en una parodia de sí mismo quedando a mitad (indefinida) de camino de todo. Por ejemplo, ¿hay una parodia en Amar es bendito a esa entelequia baficista-porteña y cineclubista-cordobesa llamada “Nuevo Cine Cordobés” y de allí que las únicas dos melodías que es escuchen en toda la película -¿a lo “De caravana”?- de manera bastante forzada, sean un tema viejo de cuarteto de la Mona Jiménez y otro del cada vez más bizarro Negro Videla que ni siquiera él compuso? ¿Hay una parodia de El niño-pez, Leonera, Las Acacias y esa estética litoraleña superficial del “Nuevo Cine Argentino” cuando dos de los personajes deciden escapar de manera improvisada al Paraguay? ¿Hay una parodia a la enseñanza de la geografía en las escuelas medias de la Argentina y a la física relativista en general al mostrar cómo Ana Laura viaja desde Córdoba a Cruz del Eje (¡ciudad ubicada a 150 km de Córdoba más o menos!) y vuelve -toda golpeada y mascullada- desde Cruz del Eje a Córdoba en apenas una misma noche siendo, además, que en el montaje de la película, parece que solo pasó media hora como mucho? Nada queda mayormente en claro y esta indefinición sumada a las otras mencionadas, juega como un arma de doble filo para los efectos de sentido de la película en general: efectiva para no caer en los clichés de género pero negativa a la hora de presentar un film estético y argumentalmente consistente.
Por ello, quizás, los diálogos son densos, precisos, ligeramente teatrales, muy ensayados (sobre todo en la tonalidad), y sin embargo, no dicen nada. Los planos medios con que la película está filmada en su mayoría favorecen, en gran manera, al lucimiento de los cuatro actores (cosa que hay que remarcar porque actúan bárbaro los cuatro) pero no genera mayor tensión dramática ni humorística entre ellos ni siquiera cuando tienen sexo. La superficialidad, entonces, se vuelve un componente determinante en cada uno de estos personajes y, sobre todo, en sus relaciones, sin que la película denote justamente, que ésta es su intencionalidad: nunca se sabe bien por qué Mecha decide serle infiel a Ofelia con Ana Laura más allá del “algo falta en la relación”; por qué Ofelia acepta esta infidelidad más allá del “te quiero y no me quiero quedar sola”; por qué Ana Laura acepta una relación con Mecha sabiendo que ésta sigue con Ofelia; por qué luego la misma Ana Laura lo hará con el violento de Mario huyendo hacia Paraguay o por qué Ofelia busca a un sátrapa golpeador, machista, narcisista, ventajista, mantenido y ladrón como amante más allá de la “obvia venganza”.
Generalmente, en la lógica del mundo swinger -por poner un ejemplo de relaciones abiertas grupales-, una pareja constituida busca sumar terceros/as o parejas extras para consolidar su propia condición de pareja: derrotado el tabú cristiano-occidental de la monogamia a través del placer sexual grupal, la pareja reafirma su propio amor “usando” a los invitados como meros fetiches sexuales: mi mujer disfruta con otro hombre u otra mujer porque sabe que yo estoy disfrutando viéndolos. Por eso, los terceros (o cuartos) en cuestión no son más que “juguetes sexuales” que le sirven a la propia pareja de manera circunstancial para reafirmar su unión. La “infidelidad” no es tomada como tal a menos que uno de los dos no esté involucrado, o que los encuentros sexuales trasciendan lo meramente sexual, es decir, se trasladen a un plano sustancialmente sentimental. En Amar es bendito, esta noción, y, sobre todo, estos límites entre sexualidad y sentimiento, no quedan mayormente claros porque nunca se especifica bien si la sumatoria de terceros a la pareja de Mecha y Ofelia pasa por una cuestión sexual justamente, fetichista, amatoria, intelectual, social o afín. Tan sólo los personajes aparecen e interactúan sin cuestionarse mayormente nada. Están, se ven, salen, vuelven y listo.
Y esta interacción vertiginosa sin cuestionamientos, esta falta de desarrollo psicológico de y entre los personajes, en apariencia liberal y desprejuiciada, termina siendo bastante banal y, porqué no, paradójicamente, conservadora, conspirando notablemente con los efectos estéticos (sobre todo) y de sentido de la película porque uno nunca sabe muy bien qué está viendo: no sabe si reírse (no es graciosa la película) o llorar (no es emotiva tampoco) o las dos cosas al mismo tiempo, y se queda con una especie de tragicomedia ligera (¿bizarra?) que no busca mucho más que hacer contrapunto con el título mismo del film: pues, sí, para estos personajes de Amar es bendito, claramente amar no es bendito, si no que, por el contrario, amar o querer amar, es una triste maldición.
Aquí pueden leer un texto de Marcos Vieytes sobre el cine de Liliana Paolinelli.
Amar es bendito (Argentina, 2013), de Liliana Paolinelli, c/Claudia Cantero, Mara Santucho, Carlos Possentini, Carolina Solari, 81′.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: