Ojo al piojo, que estamos ante una película más interesante de lo que aparenta. Le falta algo de profundidad a algunos de los personajes y le sobran muchas escenas que quieren ser divertidas y no lo son, por lo que el producto en conjunto acaso es bastante irregular, pero tiene algo que escasea y vale oro, aunque no siempre se sepa apreciar. Me refiero, claro está, a que produce y arriesga ideas. Es una película ambiciosa en el mejor sentido. Es, si se quiere, una película con una gran impronta ideológica, y esa ideología no es trillada ni muy clara. Incluso es bastante ambigua. Una suerte de utopía que, a fin de cuentas, no es ni realista ni irrealizable. En su lugar, tenemos lo que parecería ser una suerte de ejercicio o puesta en práctica de una hipótesis. Y, estemos o no estemos de acuerdo con lo que plantea, siempre es interesante plantear ideas sobre otras formas de organizar y percibir el mundo. Y aquí es donde se confirma que es una película en la que, con intención o sin ella, se vehiculizan ideologías que vale la pena revisar. Esto es lo más interesante de la película ya que, fuera de ello, no sorprende ni deslumbra. Cada vez que quiere parecerse a una película de Disney, fracasa. Cada vez que quiere ser chistosa, se ridiculiza a sí misma. Cuando quiere conformar a todos los públicos, se ven las costuras. Pero le perdonamos los errores, por su originalidad, pese a todo.
La historia es así: en medio de un desértico páramo, en algún lugar de África, vive el joven halcón Kai junto a Tendai, su sabio padre. Tendai le ha prohibido a Kai aventurarse más allá de los límites del territorio, pese a lo aburrida y monótona que es la vida allí donde ellos están. Tendai alguna vez fue un ave temible y majestuosa y le enseña todo lo que sabe a su hijo, pese a que no parecen necesitar mayores habilidades para sobrevivir. Sin embargo, todas esas hazañas serán útiles pronto, cuando Tendai ya no pueda retener a su hijo, a quien -tarde o temprano- el destino alejará de casa. De hecho, Kai le pregunta a Tendai si es que la vida sólo consiste en sobrevivir y Tendai no sabe responderle. Kai intuye un mundo más vasto por descubrir. Y eso es exactamente lo que sucede cuando Gogo, una cigüeña que huye con su cría de unos predadores, se cruza en su camino. Gogo es la que le habla a Kai sobre Zambezia, algo así como la promesa de un paraíso. Ahora que Kai sabe que Zambezia existe, Tendai ya no podrá retenerlo y Kai, finalmente, abandona el nido. Tras un largo viaje, finalmente llegan a Zambezia y Kai queda deslumbrado y encantado con la ciudad. Siente que ese es el lugar donde quiere vivir, siente que -de alguna manera- está respondiendo al llamado de su destino. Se alista como aprendiz de “huracán” (los halcones que protegen y vigilan la comarca) y todo podría haber sido ventura y felicidad hasta el fin, sino fuera porque los marabúes, unas aves de rapiña que han quedado excluidas de Zambezia, se asocian con Budzo, una malvada y ambiciosa iguana, con la intención de dar un golpe de estado (sic) y tomar el poder en Zambezia. El plan de Budzo es muy elaborado y, aunque podría haber salido bien, termina correspondientemente frustrado.
Hay una segunda historia detrás de esta historia, que tiene que ver con el origen de Zambezia y el pasado de Kai. Tendai fue uno de los miembros fundadores de Zambezia y la única razón por la que se mantuvo alejado y por la que intentó que su hijo también se mantuviera alejado, fue por temor a volver a perder a un ser querido, pues la madre de Kai murió en Zambezia, protegiendo a Zambezia y, como uno de los personajes dentro de la película explica, Tendai ya no supo ver el valor de Zambezia, sólo el costo.
Este, más o menos, es el argumento. Aunque lejos de agotarse, quedan varios cabos sueltos en los que vale la pena distraerse. Para empezar, la involuntaria moraleja que podríamos extraer del hecho de que Kai haya descubierto un mundo mejor tras desobedecer a su padre. Luego, es interesante pensar la idea de utopía sustentable, toda vez que ese paraíso de Zambezia no es únicamente una promesa, sino una realidad (dentro del film, claro). Finalmente, también es interesante pensar cómo y de qué manera se resuelve esta película. Tiene el obligado final feliz, pero también nos ofrece la inusual ocasión de escuchar el discurso y las razones que tiene el malvado acerca de su proceder, y el discurso que sostiene Budzo tiene una gran malicia, pero también una gran coherencia. Budzo es, de alguna manera, un filósofo nihilista. En algún momento alega que la comunidad de Zambezia no es más que un experimento que merece llegar a su fin porque es una aberración de la naturaleza. Zambezia es la confirmación de que los pequeños, si se asocian, pueden vivir mejor, pero -según Budzo- eso es algo anti-natural (y aunque no lo diga, lo que se sobreentiende es que lo natural sería que los pequeños se transformen en comida de los predadores o, en cualquier caso, que lo natural es que reine el caos).
Hay otra vuelta de tuerca, no tanto en la trama sino en el orden del discurso. Los buenos (obviamente, me refiero a las aves de Zambezia) se asocian a los marabúes para ganar contra Budzo. Los marabúes y las aves de Zambezia han estado siempre en enemistad y nada malo hubiera pasado si no fuera por culpa de los marabúes. Sin embargo, esta sociedad sería la única solución para ambos bandos (los marabúes y las aves de Zambezia) y esta vuelta de tuerca final, digo, plantea una complejidad singular, que no queda resuelta. ¿Pueden realmente los marabúes convivir en paz con las aves de Zambezia? Los marabúes, cuando aún eran sus enemigos, justificaban sus malas acciones con los mismos argumentos con los que se justifica Budzo. Y así es como la película se vuelve extraña y compleja en una dimensión abstracta. Nuevamente, la primera inquietud filosófica de Kai era saber si la vida sólo consiste en sobrevivir. Los marabúes y también Budzo nunca quisieron hacerle daño a nadie, sólo estaban tratando de sobrevivir como -a fin de cuentas- también lo están haciendo las aves de Zambezia. Nota al márgen, las aves de Zambezia comen gusanos y si la historia la contaran los gusanos, las aves de Zambezia ya no serían tan buenas como los ingenuos niños que vayan a ver esta película podrían suponer. Así que, nuevamente, no es tan claro quiénes son los buenos y los malos, toda vez que unos y otros sólo están tratando de sobrevivir. Por cierto, ¿queda respondida la inquietud filosófica de Kai? ¿De qué se trata la vida a fin de cuentas?
Zambezia (Sudáfrica, 2012), de Wayne Thornley, 83′.
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que basura de película, la animación hasta la podría hacer yo como proyecto de grado, la trama es plana, las 2 horas mas aburridas y perdidas de mi vida…..