Drácula for dummies.Qué sé yo. Hay directores a los que uno tiene ganas (o siente que debe) defender. Resulta que sí, que Drácula, de Argento, es pésima, pero algo tiene y es estrictamente necesario verla como corresponde para poder apreciarlo. Al principio hice trampa, lo confieso. Como iban y venían incansablemente con las privadas y el estreno, la terminé viendo online. En realidad, la terminé viendo después de tres intentos. La primera vez me pareció divertido el inicio, pero pasados unos pocos minutos no pude contra el estado soporífero que me generaba. La segunda vez llegué un poco más lejos, pero sin aproximarme a la mitad todavía. La tercera fue la vencida, más por las circunstancias dadas que por voluntad propia. Llovía a cántaros y sin internet ni cable no tenía mucho por hacer, así que me decidí a darle esa última oportunidad. Justamente, me pareció una película para ver cuando no hay nada que hacer, ideal como relleno televisivo de fin de semana o para estos benditos cortes, o cualquier situación semejante. Eso me entristeció, claro que sí, porque quiero muchísimo a Dario Argento, que desde hace años me enloquece con sus festines de sangre y colores y depravaciones varias. He defendido a capa y espada todos sus trabajos, porque su cine me invitaba a jugar y eso me fascinaba. Con Drácula, sin embargo, triunfó el desgano. Obviando alguna que otra escena en la que ese espíritu juguetón se asoma –con el estilo Argento, nunca tan sofisticado como Bava ni tan retorcido como Fulci-, todo lo demás me resultó chato.
Pese a todo, cuando finalmente anunciaron la función privada a razón de su inminente estreno, decidí verla por cuarta vez, pero en pantalla grande y con el bendito 3D (que de por sí no es de mi agrado). No voy a mentir, no es que la película milagrosamente se haya transformado en una obra maestra. Es uno de los peores trabajos del tano, si no el peor, pero ciertamente el artificio digital y la magnitud de la pantalla de cine le juegan muy a favor. El plano secuencia inicial, bastante burtoniano, crece notablemente en impacto. Por otro lado, la espuria peculiaridad de la puesta en escena pareciera ostentar una extraña mezcolanza entre el estilo de las viejas producciones de la Hammer y el de las porno italianas argumentales de Mario Salieri, característica que, en cierta forma, se ve afectada negativamente por el uso del 3D en muchos planos, especialmente los de establecimiento (me refiero a los planos que nos muestran, por ejemplo, el frente del castillo o paisajes), que se ven baratos, irrisorios, y chocan con las escenas en interiores que tienen un mejor nivel, sobre todo en términos fotográficos.
Drácula no está mal filmada, su rasgo más desfavorable radica en la elección y dirección de actores. La forma en que son presentados los personajes principales está tan remarcada que a uno le da la sensación de estar frente a un Drácula for dummies. La aparición de Jonathan Harker (Unax Ugalde) ralentiza el ritmo del relato, y la posterior entrada de Mina (Marta Gastini) termina por socavar todo lo construido hasta el momento. Que Harker se vea desdibujado por las fuertes personalidades de los demás protagonistas masculinos de la historia -el propio Drácula (un no tan potente Thomas Kretschmann) y Abraham Van Helsing (el viejo y querido Rutger Hauer)- es de esperar, pero que Mina prácticamente ‘desaparezca’ aun estando presente en pantalla, es un desacierto inaceptable. La interpretación de Gastini es insípida y se pierde ante la innata perversión de Asia Argento como Lucy, y la lascivia exacerbada de Tania, la víctima/amante/vampiresa del Conde, interpretada por Miriam Giovanelli, una pésima actriz con notables dotes físicos que lo perdonan todo. Fue un hecho ineluctable: cada vez que Mina aparecía en pantalla, esta servidora se veía abatida por una profunda modorra. Por esto mismo la relación entre ella y el Conde carece de atractivo, casi que no hay relación en absoluto. No hay nada en ni entre esos cuerpos.
Voy a evitar caer en un análisis comparativo entre esta versión, la novela original y otras adaptaciones cinematográficas, simplemente porque si no fuera por el estancamiento que la película sufre en su parte media (¿Argento ensayando algún tipo de solemnidad?), bien podríamos estar frente a una parodia más que a una adaptación, sensación que termina por ratificarse en una de las metamorfosis más estrafalarias de Drácula sobre el final de la película. Es en esta última parte que Argento reemprende su impronta sanguinaria extravagante y absurda, pero sin lograr contentar del todo las expectativas de aquellos que supimos reverenciarlo.
Aquí se puede leer un texto de Marcos Vieytes sobre la Drácula de Terrence Fisher.
Drácula 3D (Dracula, Italia, 2012), de Dario Argento, c/Thomas Kretschmann, Marta Gastini, Asia Argento, Unax Ugalde, Rutger Hauer, 106’.
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