Por Hernán Gómez

Esteban y Pipa son primos, treintañeros, y hace unos años que viven en Buenos Aires, más precisamente en la Capital Federal. También hace tiempo que no se ven. Tienen que viajar al entierro de su abuelo en Villegas, provincia de Buenos Aires. Con algunos trazos gruesos, desde el inicio se nos muestra que tienen personalidades antagónicas. Esteban es un tipo prolijo y estructurado, en pleno ascenso socioeconómico. Pipa es un seudo hippie que pulula en la bohemia porteña del rock sin resultados aparentes.
El viaje funciona, en principio, para seguir acentuando sus diferencias y confirmar que el abuelo es un nexo de hierro entre ellos. Los problemas personales comienzan a emerger promediando la película, pero los “conflictos” son bastantes intranscendentes. Estaban encuentra a una ex con la que tiene ganas de coger, sin que su novia -posesiva presencia siempre en off con quien va a casarse- se entere. A Pipa, su padre le ofrece hacerse cargo del campo, negocio que abastece a toda la familia. Si acepta, tendría que dejar esa vida loca que está mucho más cerca de Paolo el rockero que del mundo del arte. Para colmo, Pipa se viene garchando a la hermana de Esteban y parece que es tiempo de ir terminando.

Ningún apremio logra funcionar como núcleo dramático consistente. Nada le da sentido a la impecable factura técnica de la película. A pesar de la puesta en escena y las actuaciones solventes de Esteban Bigliardi y Esteban Lamothe, la película promete pero no concreta. Uno tiene la impresión de que los inconvenientes verdaderamente importantes de los personajes están en el futuro, y que la película llega a destiempo a sus vidas. Tobal decide abrir líneas y dejarlas ir, para terminar con un relato vacío de intensidad dramática. No estamos hablando de que los conflictos deben ser culminantes para realmente tener gravitación, pero en este caso todo queda en la superficie.


Hoy que nuestro país y el mundo entero se polariza en mil y un sentidos, estos conflictos de clase media alta no inquietan en lo más mínimo. La araña vampiro, Infancia clandestina y Los salvajes son algunos ejemplos de estrenos recientes de producciones arriesgadas. Inclusive Mala, de Adrián Caetano, es un salto al vacío sin muchas posibilidades de llegar a buen puerto, pero con el que el director busca diferenciarse del resto de su propia obra, así como de las convenciones reinantes.

Villegasparece una película acalambrada, que tiene todas las posibilidades para trascender pero se queda a mitad de camino, y se suma a la categoría que mi amigo Diego Trerotola denomina “Cine de Chomba”: académico, entumecido, prolijo, sin carácter. Buen ejemplo de ello es una secuencia que promedia la película. Mientras caminan de noche por la plaza del pueblo, Pipa le cuenta a su prima y amante que el tal Gral. Villegas – que da nombre al pueblo- terminó el trabajo del Gral. Roca en la siniestra campaña del desierto y, acto seguido, repartió las tierras a los aristócratas más cercanos. Esta sola mención de un hecho histórico con significativas consecuencias actualmente revisadas revela que las intenciones están, pero se quedan en tibias promesas políticamente correctas.

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