“Es la insubordinción de lo concreto contra la tiranía de lo abstracto”
György Lukács [1]
The Square podría ser una película sobre lo trágico-moderno que, según Simmel [2] -de la mano de Eduardo Grüner-, consiste en que “la tragedia ya no es la peripecia extraordinaria del héroe excepcional que revela los peligros que acechan a todos y de los cuales pudiéramos purgarnos con una aristotélica catarsis”. La tragedia moderna habita la vida cotidiana, es el aire que se respira, son los inmigrantes que piden en los shoppings, son los propios que duermen en las calles, son los que viven en edificios como estigmas, es el hombre común, ese que espera que venga Godot a salvarlo. Y acá, en The Square pareciera que Godot [3] se volvió geométrico y sigue tan vacío, tan ausente como en el siglo pasado.
The Square me resultó, en principio, pretenciosa. Desde el vasto universo ricosconculpaytristeza, se abren tantos temas, conceptos y problemas relacionados entre sí que me obliga a elegir algunos para intentar un análisis.
Empiezo por el título de la película. The square. El cuadrado.
Existe una alusión al artificio humano -pues no existe la línea recta en la naturaleza- en tanto obra artística, contemporánea. Ya que The square es el título de la próxima instalación que se inaugurará en el museo, que cuenta con Cristian (Claes Bang) como curador en jefe -quién parece no tener nada, según lo indica un letrero luminoso justo a su lado mientras se somete a una incómoda entrevista-. En realidad todo el arte contemporáneo pareciera no tener nada, y esta ausencia de contenido se convierte en culto, en marquesina luminosa, en un santuario abstracto, según desliza la modernísima y bastante reaccionaria The Square.
Cuando la película traspasa el límite de El cuadrado, en principio circunscripto al espacio del museo, y se ubica en el entorno público comienzan los problemas: es aquí donde se impone la articulación y la pregunta sobre el vínculo entre arte y realidad. Cristian será el elemento conducente entre ambos espacios y el portador del conflicto irreconciliable entre ellos.
Es ahora cuando se torna interesante el título del film. El cuadrado ya no solo construye el título de una performance contemporánea; a partir del robo que sufre Cristian en la calle, nos interpelará a todos sobre el significado del cuadrado de cada uno, y de aquellos cuadrados que compartimos en la convivencia social. Es un título que nos convoca, nos hace responsables de su significado, con la misma lógica que la del arte contemporáneo, la cual traslada la unicidad del sentido de la obra a la atomización de sentidos subjetivos ubicados en la interpretación del espectador.
Es a partir de esta problemática articulación arte/realidad que la película comienza a reflexionar ya no en los cuadrados representacionales -definidos en el relato como santuarios- sino en aquellos simbólicos a partir de los cuales el poder decide no sólo quién estará adentro sino, y fundamentalmente, quién quedará por fuera.
A lo largo de la pleícula, nos encontramos con pequeñas acciones disruptivas que incomodan cierto orden establecido, en el poder, claro, pero no logran sin embargo perforarlo, como si los límites de The square tuvieran cierta elasticidad preparada para soportar las agresiones de la mayoría que habita la exclusión.
Una periodista que inoportuna al curador en jefe del museo.
Un cocinero que pide a gritos ser escuchado.
Un empleado evidenciando las estructuras del poder.
Un padeciente de síndrome de Tourette en el público.
Un hombre mono que pasa los límites del espectáculo y nos pregunta ¿evolucionamos?
El robo a Cristian en la vía pública.
Es importante identificar las distintas capas discursivas que tejen el entramado ideológico en una película: a veces cuesta discernir qué dicen los personajes y qué dice la película sobre aquello que se cuenta. En ocasiones coinciden y en otras no.
Creo encontrar en aquellas pequeñas irrupciones la voz de The Square que señala desde afuera del cuadrado, como una resistencia, el vacío, el narcicismo snob que anida en aquel diminuto pero privilegiado espacio.
Y también se produce el señalamiento inverso. Desde la obra hacia la realidad.
“Toda obra de arte es en sí misma un señalamiento hacia un afuera de la obra” según el concepto de trans-esteticidad del que habla Grüner[4].
Este mismo cuadrado, vacío y acotado, es el señalamiento de un afuera enorme y repleto de inequidad. Es una pequeña presencia abstracta llena de vacío que señala la inmensa ausencia concreta en ese afuera público. Como si aquello que El cuadrado estuviera excluyendo se adosara a la obra de todos modos, como fantasmas, como síntomas, invisibles y dolorosos.
Cristian es presentado durmiendo.
Creo que cuando un personaje principal aparece por primera vez en una película de esta manera es porque su dormir además de ser literal podría ser simbólico, y habrá algo o alguien a lo largo del film que lo despierte.
A Cristian lo despierta la amenaza del caos, que proviene de ese niño -víctima de la errónea acusación del curador -y de lo que este representa-. Y caos es un significante muy potente para alguien que duerme sobre un colchón de orden, confort y snobismo.
Todas esas pequeñas irrupciones que indicaba más arriba no hacen más que preanunciar la perforación: el niño logra transgredir los límites con el reclamo, con un pedido de resarcimiento moral y entra, alterando todo, generando un caos. Despertando a Cristian.
No alcanzó que Cristian se metiera en la basura bajo la lluvia, hasta sus residuos serán una performance.
No alcanzó con un video hiper liviano smart flexible slim select y todo eso.
No alcanzó con rodear otros cuadrados y tratar de subir y subir y subir con el mayor de los esfuerzos morales.
Al llegar no encuentra al niño, en su lugar hay un vacío que refleja su propio abismo, como si se tratara del otro lado del enorme espejo que tiene en su casa.
Ya no puede disculparse y nunca podrá. Porque hay una distancia inconmensurable entre los dos vacíos -el de The Square y el del niño- y ningún Cristian, tan cristianamente, podrá resolver.
La pelota quedó dentro de su propio cuadrado y sus hijas -nuevamente la infancia- lo saben, quisieron saberlo, salieron ellas mismas de su cuadrado, y por un momento se quitaron el uniforme, y bajaron del auto para saber, para escuchar, sobre todo para mirar. Y quizás en esto último resida la esperanza de un mundo no cuadrado sino curvo, y agujereado, por supuesto.
[1] Frase de Lukács citada por Eduardo Grüner en Iconografías malditas, imágenes desencantadas. Pág 64. EUFyL 2017.
[2] Georg Simmel es citado por Eduardo Grüner en Iconografías malditas, imágenes desencantadas. Pág 51. EUFyL 2017.
[3] Samuel Beckett, Esperando a Godot (1952)
[4] Eduardo Grüner. op. cit., pág 31.
The Square (Suecia, 2017). Dirección: Ruben Östlund. Guion: Ruben Östlund. Fotografía: Fredrik Wenzel. Edición: Jacob Secher Schulsinger y Ruben Östlund. Elenco: Claes Bang, Elizabeth Moss, Dominic West, Terry Notary, Annica Liljebla, Christopher Læssø, 151 minutos.
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Hola! me pareció muy bueno tu análisis, me llevé un chasco con la peli porque crei que se trataba de un museo interactivo que apelaba a lo emocional y en realidad el museo es la excusa para mostrar todo lo que contas, que tambien, claro apela a lo emocional pero de una manera mas sutil quizá.
Gracias buen resumen