Las películas de Guiraudie le dan un lugar central al deseo pero esa centralidad lo naturaliza y a la vez que le da visibilidad lo resguarda de la diferenciación segregacionista. El sexo importa per se y a la vez está integrado al espacio donde transcurre, que casi nunca es el interior de una casa burguesa moderna con su disposición funcional de lugares. Aquí se coge a cielo abierto, en viviendas rurales o en una fábrica que acaba de cerrar, entre los yuyos, de parado junto a una máquina, en el mar o en algo parecido a un establo. Esta relación entre cuerpos y sitios diversos es libre como pocas, pero no arbitraria. Los hombres que cogen en sus películas son de toda clase y la sexualidad está desprovista de las tajantes convenciones fílmicas que deforman la mirada del espectador indicándole maneras tópicas de desear y, sobre todo, sublimar. Acá el que quiere coger coge con quien quiere si el otro también quiere; el que prefiere o no puede hacer otra cosa que mirar lo hace sin mayores inconvenientes; y la del histérico es una figura acaso tan importante como la del que concreta porque encarna otra forma de movimiento.
Para que el tema central no sea la homosexualidad, Guiraudie explicita todas las verdades y también las fantasías conservadoras alrededor de ese ‘estilo de vida’, igualando de esta forma a los Hombres (como especie) al abordar cuestiones más amplias como la relación del deseo con la muerte, la lucha de poder en los vínculos y la necesidad de poseer, por lo tanto aniquilar, al otro. El sexo, entonces, ya no constituye un acto revolucionario o libertario -las revoluciones sexuales son algo del pasado- sino el reflejo sintomático de una realidad social y cultural que se mueve por el fuera de campo del microcosmos al que Guiraudie nos introduce desnudando, como en un sueño, el inconsciente reprimido de sus personajes. Guiraudie filma el ensueño capitalista, el sexo fluctúa y fluye como el capital, y dentro de ese pequeño paraíso alejado de todo, Dolce & Gabbana, Playboy y otras marcas invaden el despojo y la liberación.
Este espacio natural y limitado -en términos de espacio fílmico- le da a la película una voluntad de abstracción y onirismo evidente sobre todo en el tratamiento de la iluminación, que remarca la dialéctica propia del relato. Luz y oscuridad, deseo y muerte. Los planos diurnos sobre las copas de los árboles parecieran estar intervenidos para generar marcado contraste entre luces y sombras. En cambio, los planos nocturnos están filmados sin recurrir a fuentes artificiales, y es justamente entre las sombras que los personajes desnudan sus pulsiones más intrínsecas.
Los personajes de las películas de Guiraudie caminan, deambulan como zombis obsesos, y esa es una forma fundamental de ocupar los planos en líneas generales fijos, que de ese modo se ven recorridos por el paseante y por los espectadores que, siguiéndolo, exploran todas las posibilidades del encuadre, que funciona como un cuadrante. Si uno pudiera abstraerse de la anécdota –en este caso, de la intriga policial- podrían pensarse a sus planos como tableros o como mapas, y en esa pautada disposición residen las potencias tragicómicas de sus relatos y personajes, que en la (libre) persecución del deseo no dejan de revelar su automatismo, la obediencia a fuerzas que los constituyen consumiéndolos.
En El desconocido del lago la angustia, como la muerte, da vueltas bajo el sol y, por muchos accidentes geográficos y follaje que veamos, todo ese exterior natural se vuelve teatro por obra y gracia de una puesta en escena a base de regularidades y repeticiones luminosas y ligeras pero inexorables. Ese viejo sueño que se mueve puede parecer la comedia de un orden fabril alterado por la presencia febril de un obrero recién llegado al que todos desean y es eso, pero en el contexto de una fábrica cerrada en la que viejos operarios y un indeciso capataz dan vueltas -como fantasmas de los escenarios post industriales de las películas de terror metafísico y político de Kiyoshi Kurosawa- tratando de echarse el último polvo en homenaje a un mundo laboral perimido o aniquilado por medidas económicas que los personajes no explican verbalmente pero la puesta en escena evidencia como fondo de la farsa sexual.
Aquí puede leerse un texto de Luciano Alonso sobre El desconocido del lago.
Aquí puede leerse una entrevista a Alain Guiraudie publicada en Le Figaro y los apuntes de Luciano Alonso sobre la Master Class del director en el MALBA.
Aquí puede leerse un texto de Romina Quevedo sobre el cine de Alain Guiraudie.
El desconocido del lago (L’inconnu du lac, Francia, 2013), de Alain Guiraudie, c/ Pierre de Ladonchamps, Christophe Paou, Patrick d’Assumçao, Jérôme Chappatte, 97’.
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Toda una novedad en ésta págna: Un texto simbiótico. ¿Cómo discernir la autoría de ambos responsables?, ¿fue escrito alternando palagras, frases ó párrafos?, ¿Cómo distinguir la pertenecia a cada cual?
¿Sería pertinente caracterizar éste análisis como un texto hermafridita?
¿Es posible que ésta yuxtaposición haya sido influída por la temática de la película en cuestión?
No opino sobre el texto pues no lo leí, por prudencia: sería involucrarse en algún tipo de escisión conceptual. Posibilidad que no me motiva. En definitiva, éste, resultaría un texto anónimo o fantasmático.
Sí, voy a leer el texto de Luciano Alonso, al menos es posible visibilizar al autor.
Querida Constanza: No es ninguna novedad, evidentemente no pasa usted muy seguido por el sitio. Hace unos meses ya publicaron de la misma manera Hernán Gómez junto a Paula Vazquez Prieto un texto hermoso sobre Antes de la medianoche.
Con respecto a las co-autorías ¿Qué explicaciones deberían haberle pedido los lectores a Borges y Bioy cuando escribían bajo el seudónimo Bustos-Domecq? O para volar menos alto y acercarnos más a nuestro ‘palo’ ¿Y Bordwell y Thompson, que han publicado textos y libros enteros juntos? De todas formas, entrar en detalles sobre el proceso creativo es molesto siempre, se trabaje solo o no. Misterios, querida lectora, misterios.
Saludos.
Nuria Silva