Estamos sumergidos en un momento en el que las series han tomado un vuelo y una importancia significativa. Todo el mundo está mirando series, y por eso se producen cada vez más y más. De repente el formato cinematográfico de una película de 90 minutos pareciera ser una rareza. Internet y las nuevas plataformas streaming han traído una nueva manera de consumir productos audiovisuales. Ni en el cine, ni por la tele. Ahora es a través de internet donde satisfacemos nuestros deseos de nuevas realidades. Al haber más cantidad, el trabajo sobre la ficción seriada se va profundizando, se va explorando (como si ya no se hubiera explorado lo suficiente), y va adquiriendo y probando nuevas formas, nuevas maneras de contar historias. No es lo mismo una serie hoy que una serie en el 2000. Más allá de los cambios culturales, tecnológicos y de los miles que haya habido, la diferencia es que antes del 2000 no existían Los Soprano, que antes del 2007 no habíamos visto Mad Men y no habíamos terminado de transitar la locura de Lost. La diferencia es que aún no habíamos tenido la experiencia. Las grandes series han comenzado a surgir una detrás de la otra sin detenerse desde el nuevo milenio. Y así como los géneros del cine van mutando, los modos narrativos de las series también van sufriendo transformaciones.

Trapped es una serie islandesa creada y dirigida por Baltasar Kormákur en 2015. Es una serie de misterio de 10 episodios que pertenece al género policial clásico conocido como procedimental. Hay algo distinto en esta serie, algo con lo que uno no se encuentra muy a menudo. Quizás el hecho de que sea islandesa ya le da una cierta extrañeza que la hace atractiva.

 A las series procedimentales se las define así porque los hechos que se van sucediendo en sus capítulos responden a un procedimiento laboral como lo es, por ejemplo, el policíaco. Casi todas las ficciones de policías funcionan en base a este modo narrativo. Un ejemplo son todas las versiones de CSI, o todas las versiones de La ley y el orden. El guion tiene una lógica algo cíclica totalmente justificada y ligada a la idea del trabajo que los personajes realizan. En capa episodio sucede un crimen y, ante ese crimen, los policías actúan siempre de la misma manera: revisan la escena del delito, buscan pistas, encuentran testigos y los interrogan, conocen la particularidad del caso en cuestión y encuentran la solución a la encrucijada. El trabajo en sí es tan rutinario y repetitivo que también el trabajo de los guionistas se vuelve rutinario y repetitivo. Ellos mismos entran en esa extraña rutina laboral diaria. Está todo tan dicho que solamente deben pensar un delito y sus protagonistas actuarán por instinto siguiendo su conocido procedimiento.

Lo curioso de esto es preguntarnos por qué estas series tienen éxito. ¿Por qué seguir escribiendo series con la misma fórmula? La Ley y el ordense se estrenó hace mas de 25 años, ¿porqué repetir la lógica narrativa? Quizás la pregunta sea: ¿por qué las seguimos mirando? Si, como dijimos antes, cada uno de sus capítulos responde a un procedimiento rígido y repetitivo, ¿qué interés provoca en uno como espectador el ver algo qué de algún modo ya sabés cómo va a terminar? Por un lado, está el gusto adquirido y el hallar el placer en el cumplimiento de esas expectativas. Ver varias veces la misma película aunque uno ya sepa cómo termina. Pero bueno, ¿desde cuándo una película fue hecha para conocer el final? Quizás el cine, o en este caso las series, deban ser una experiencia de transición, en donde no sea la intriga lo que te hace mirarla, sino el simple hecho de vivir la experiencia de verla. Pero hay algo extraño en torno a estas series que encuentra su raíz en la idea de la rutina. Porque no son sólo los guionistas los que entran en este procedimiento de escritura, somos también los espectadores quienes nos adentramos en esa monótona rutina que vemos una y otra vez en nuestra serie. Y encontramos ahí una satisfacción; quizás ligada a la idea misma de la repetición, a la idea de lo seguro. Uno ya sabe qué es lo que sucederá y ese saber nos brinda tranquilidad ante el caos, ante el crimen. Tal vez sea ese doble juego: el miedo y la desesperación del crimen, por un lado, y el procedimiento de rutina, por el otro, mediante el cual nuestros esquemas sociales de orden y lógica darán con el culpable, con el desviado, con el loco. Con aquel que rompió con el orden. O posiblemente sea esa sensación de caos la que nos atraiga, el asomarnos al desorden, el poder romper las reglas. Hay algo en estas series que cala en lo más profundo de nuestro ser, y que cómo toda buena historia, sabe ponerlo en crisis.

Dentro de ese juego de caos y orden, de crimen y procedimiento, es que se encuentra Trapped. En sus 10 episodios, uno va ir transitando una sensación de encierro y asfixia que te llevarán a intentar terminarla. Todo empieza cuando un cuerpo desmembrado aparece en las costas de un pueblo islandés. La nieve blanca y las casas de colores, las montañas inamovibles y los personajes cerrados y toscos forman el paisaje de una comunidad tan pequeña como tranquila. Ahí surge el caos, y es Andri Ólafsson el hombre a cargo de la investigación y del equipo de policías, conformado por solo dos personas que no tienen ninguna experiencia en asesinatos. El clima se hace presente como un personaje invitado y, tras constantes tormentas de nieve, deja al pueblo incomunicado con el resto del país. Nadie puede entrar ni salir y, entre todos los vecinos, está el misterioso asesino.

Hay algo en Trapped que la aleja de las clásicas series procedimentales. Por un lado, la idea del procedimiento no se cumple tanto, porque estos policías de poca experiencia realmente no saben mucho sobre cómo llevar adelante la investigación de un asesinato. Así, irán improvisando sobre la marcha, tratando de controlar y calmar a sus vecinos, conocidos de toda la vida. El misterio se instaura en el pueblo, en donde de repente todos y todas son potenciales culpables. Como quedaron incomunicados por las tormentas, los refuerzos de Reikiavik (la capital de Islandia), no pueden entrar, y será Andri quien debe ir resolviendo el caso por la propia inercia de la situación. Se le ordenó no moverse hasta que llegaran los refuerzos, pero si se queda esperando el pueblo se va a desmadrar paulatinamente.

El procedimiento, entonces, no resulta una estrategia para hacerle frente al caos. Encerrados entre el mar congelado y las montañas nevadas,todos en el pueblo son culpables y, al mismo tiempo, todos colaboran para dar con el culpable. Por lo tanto, el caos no se elimina sino que adquiere un nuevo signo. La serie nos adentra en las vidas particulares de estas personas que han aprendido a vivir junto al frío. La sensación de encierro, y de estar atrapado ahí junto a un asesino, es constante y Andri lidiará con ella hasta el último episodio. No habrá calma para el caos, el esquema social de este pueblo nos es extraño y pone en crisis nuestro ser. No encontramos a qué aferrarnos para sentirnos seguros, sólo nos animamos a confiar en Andri y a acompañarlo en cada movimiento que él haga.

Quizás sea eso lo distinto en Trapped. Que en el juego entre la desesperación y el orden, la serie nos engaña, y nos mete en una partida en donde el orden parece estar equivocado, y sólo la desesperación puede ser la solución al problema.

Trapped (Ófærð, Islandia, 2015), de Baltasar Kormákur, c/Ólafur Darri Ólafsson, Ingvar Eggert Sigurðsson, Nína Dögg Filippusdóttir, Baltasar Breki Samper, 60′. Disponible en Netflix.

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