American_ultraCuando una película da “lo mejor de sí” y el resultado es  cuestionable, igual me dan ganas de ser amable con mi opinión sobre ella, porque banco las buenas intenciones. En cambio cuando una película es torpe, cuando todo sucede ante nuestros ojos con cierta precipitación o falta de elaboración y cuidado, ya no me dan tantas ganas de ser generoso. Independientemente de que la película sea buena o mala. Es decir, le puedo perdonar a una película que sea irremediablemente mala, pero no le puedo perdonar que sea mala, cuando tenía el potencial de ser buena y vale la aclaración de que por “el potencial de una película” no me refiero a las inescrutables intenciones de su director, si no, a una cuestión puramente narrativa.

Veámoslo de este modo: si, por ejemplo, quisiera contar una película realista sobre una persona que sobrevive en una isla y no pudiera usar flashbacks. ¿Realmente cuántas vueltas de tuerca podría darle a la trama? La historia del superviviente de la Isla, independientemente del resultado, no tiene demasiado potencial (por potencial me refiero a amplitud de espectro de posibilidades narrativas y no a la destreza o habilidad del director para contar esa historia). En cambio, si parto de esa misma base, pero desde el género fantástico, la cosa es bien distinta y en esa Isla y en esa historia no habría otro límite que la imaginación. La primera Isla es un cliché. La segunda, no. La primera Isla tiene un potencial limitado. La segunda, ilimitado.

Entonces, siguiendo el hilo de esta argumentación, cabe pensar que las historias inesperadas son siempre mejores, lo que no es cierto. Aunque el sentido común nos sugiera lo contrario, resulta que una historia remanida puede ser genial y una historia “sorprendente” apenas un truco, pirotecnia. Desde luego, las historias que más me interesan son las historias inesperadas que además son geniales, pero está claro que no existe una fórmula para llegar a esas historias y si bien es casi imposible explicar cómo y de qué manera esas historias tienen lugar de una manera funcional, lo cierto es que esas historias pueden darse y se dan. El cine y la literatura abundan en ejemplos de “historias contadas mil veces” que ora continúan captando nuestra atención, ora nos aburren y de “historias novedosas y extrañas” que ora nos fastidian, ora nos sugestionan hasta la médula.

Quizás todo lo que estoy tratando de decir es que si una película quiere ser original, entonces tiene que ser absolutamente original. De lo contrario, esa intención de originalidad puede volverse en su contra.

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Durante la primera parte de American Ultra no tenemos la menor idea de hacia dónde se dirige la película y, mientras dura esa sensación, la película es brillante. Hay un personaje y una situación inicial que están perfectamente trazados con apenas algunas escenas: Mike (Jesse Eisenberg), es un loser fumón que no hace casi nada bien, pero que encuentra una suerte de reivindicación en su vida pueblerina, junto a su bellísima novia Phoebe (Kristen Stewart). Una historia de amor algo desesperada, para este par de jóvenes que lucen un tanto desorientados y ajenos al mundo, mientras se bancan mutuamente tratando de sobrevivir. Hasta ahí, la película es atractiva. Nada sorprendente, pero atractiva. Ahora bien, hay un golpe de timón argumental cuando Mike, que trabaja atendiendo un drugstore, recibe la visita de la agente Victoria Lasseter (Connie Britton), que le dice unas palabras mágicas que, al principio, no tienen ningún efecto. Luego, Mike descubre a dos extraños tratando de boicotear su auto y las palabras que hasta hace apenas unos minutos parecían no tener sentido, abren una suerte de memoria reprimida y activan una parte de su cerebro que permanecía dormida. Entonces Mike se descubre a sí mismo como una máquina de matar perfecta.

Si consideramos el argumento, en bloque, hasta donde alcancé a describirlo, tenemos una película con un enorme potencial. ¿Quién lo convirtió en una máquina de matar? ¿Por qué? ¿Hay verdaderamente un complot paramilitar que realiza experimentos psíquicos con ciudadanos sin habilidades aparentes? Todas esas preguntas comienzan a avivar la imaginación del espectador y, quizás, lo mejor hubiera sido no responderlas. En su lugar, la película va explicando y sobreexplicando todo y el argumento y todo su potencial comienzan a deshilacharse irremediablemente y lo que, hasta entonces, era la promesa de una historia que podía estallar de creatividad e ingenio, se vuelve un pastiche malo de lugares comunes e intenciones forzadas.

Todavía habrá algunas escenas más o menos interesantes (como un combate feroz en un supermercado) y algunos diálogos más o menos divertidos (como cuando Mike, perseguido por fuerzas armadas paramilitares, dice que, si tiene que morir, espera hacerlo fumando marihuana tirado en su cama), pero la película en conjunto no llega a salvarse del naufragio. Lo que podría haber sido una película absolutamente genial, se vuelve apenas una historia más o menos entretenida, como para pasar el rato.

Operación Ultra (American Ultra, EE.UU. / Suiza, 2015), de Nima Nourizadeh, c/ Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Connie Britton, John  Leguizamo, Bill Pullman, 96’.

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