Sharif_in_Lawrence_of_ArabiaLa irrupción de Omar Sharif -que murió el viernes pasado a los 83 años en un hospital de El Cairo- en el cine internacional no podría haber sido mejor. Su aparición es casi fantasmal, sobre el lomo de un camello que avanza lentamente desde el impreciso horizonte del desierto en glorioso Súper Panavision 70. Se trata de uno de los muchos notables momentos que ofrece Lawrence de Arabia (1962), una de las grandes obras de David Lean. Sharif trabajó en infinidad de películas a lo largo de seis décadas, pero su nombre siempre quedará asociado al de Lean, sobre todo por el que quizá sea su rol más recordado: el protagónico de Doctor Zhivago (1965).

La película fue considerada por varios, sobre todo en el momento de su estreno, como un trabajo menor de Lean. Pero yo creo que es muy buena, en gran medida porque el director inglés tenía muy claro cómo contar esas épicas interminables, cómo ir de lo íntimo a lo multitudinario, cómo mantener el interés del espectador durante casi cuatro horas sin manipulaciones groseras o golpes de efecto gratuitos. Lawrence de Arabia, por ejemplo, es un gran flashback: comienza con la muerte de T. E. Lawrence en un accidente con su moto, y de inmediato confirma que lo importante no es saber cómo llegó a ese final el aventurero inglés sino tratar de averiguar quién fue (de allí que en un momento, cerca del intervalo, un personaje le grite desesperadamente: “¡¿Quién sos?! ¡¿Quién sos?!”).

doctor-zhivago-omar-sharif-julie-christie-1965Doctor Zhivago también es un flashback. En los primeros minutos vemos a un militar (Alec Guinness) en búsqueda de la hija de su medio hermano Yuri (Sharif), y la película nos deja en claro que estamos frente a una historia de amor en la que habrá que aguardar el encuentro de Yuri con Lara (Julie Christie), algo que ocurrirá recién dos horas más tarde. Pero además Doctor Zhivago plantea con inteligencia el dilema del deseo individual frente al dogma. La acción transcurre durante la revolución rusa, y el personaje de Pável Antípov (el gran Tom Courtenay, de El mundo frente a mí) se debate entre su obediencia a la causa comunista y su amor por Lara. “No hay vida privada en Rusia. La historia la ha matado”, dice en un momento, pero luego no puede evitar ceder al deseo del amor, lo que le cuesta la vida. De todos modos, la película es lo suficientemente compleja como para no caer en el panfleto anticomunista. El final, con las imágenes de una imponente y moderna represa hidroeléctrica, dan la idea de que renunciar a lo propio en beneficio de lo colectivo también puede acercarnos a una posibilidad de progreso.

ce93c3108264228def07305156d80177El tema del deseo individual frente al dogma atraviesa buena parte de la obra de Nanni Moretti. Se ve claramente en Habemus Papam (2011), donde el cardenal que interpreta Michel Piccoli oscila entre el mandato que le impone su religión (debe asumir como nuevo Papa) y sus dudas y deseos. No extraña entonces que Moretti haya incluido fragmentos de Doctor Zhivago en una película en apariencia caótica y por momentos inasible, que quizá sea su obra maestra: Palombella Rossa (1989). El jugador de waterpolo interpretado por el propio Moretti muestra sus contradicciones personales frente a un proyecto (el socialismo) que quizá ya no pueda ser. Ante esas dudas, el lenguaje universal de Doctor Zhivago logra conectar a todo el mundo. Justo antes de un decisivo penal los espectadores del partido abandonan la tribuna. Se agrupan frente a un pequeño televisor para ver la famosa escena del tranvía, y la viven con una euforia que hasta entonces no habían mostrado. “Esta película es terrible, siempre caigo. A pesar de mi profesionalismo, no puedo controlarme. Sufro”, dice el dueño del barcito donde está la tele, que prefiere no ver la muerte de Zhivago. ¿Será irónica la inclusión del film de Lean? Con Moretti nunca se puede estar seguro, aunque evidentemente no es azarosa.

timthumb

Pero volvamos a Sharif. Alguna vez contó que Lean le pidió para Doctor Zhivago una interpretación sobria, despojada de cualquier manierismo. El director quiso que el actor se concentre en el modo de mirar para así dar la idea de cómo el poeta Yuri observa el convulsionado mundo que lo rodea. Yuri mira todo con una mezcla de agudeza y nostalgia, con una expresión atenta y a la vez algo distante, siempre un poco vidriosa. Quizá entonces los verdaderos protagonistas de la película sean los ojazos oscuros de Sharif, que con los años se convirtieron en una indeleble seña particular.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: