Una pareja que prepara fideos con la pastalinda nos remite, de forma casi automática, a una escena de comedia costumbrista argentina. Pero, ¿qué pasa si en vez del retrato de “los domingos en familia” uno de los personajes acciona un taladro y el otro habla sobre las características de los pájaros carpinteros?¿Y si ese texto, fuera de contexto y disociado de la acción, adquiriera carnadura al repetirse con variadas velocidades e intensidades, al interrupirse por el sonido de un artefacto o por una canción que sale de un pasacasette? Entonces que los “domingos en familia” se diluyen para dar paso a un mundo con su propia lógica, que pende de finos hilos con lo real; objetos y materiales cuya referencia el espectador conoce bien son resignificados, tensados y explotados.

Como espectadores somos engullidos por esta atmósfera de extrañamiento que se cierra sobre sí misma. Donde “el diálogo”  entre los personajes (Laura Echaniz y Javier Omezzoli) rara vez hace uso de  la palabra porque se activa en los cuerpos: en la destreza y accionar de los artefactos, y en la manipulación de la materia. Materialidades que varían en  consistencia e involucran al cuerpo de forma gradual. No es lo mismo amasar que inflar una goma con un inflador, ni hablar de cortar una porción de madera con un serrucho, y más si hay un dedo cerca. Los cuerpos hablan incluso en los silencios, en las miradas, en la invasión del espacio del otro hasta llegar al estallido. 

Se recomienda al espectador no tratar de anclar en lo real, ni aspirar a la mímesis aunque el vestuario y las acciones sostenga una leve referencia con ella. Sabemos que la masa es la materia prima del producto alimenticio fideos: aquí esa función aparece corrida y  hasta resulta perturbadora. Para entrar en O la muerte no existe o es lo único que existe es conveniente no caer en la urgencia por la interpretación. Por el contrario, es dejarse llevar por el ritmo que las acciones inscriben en el tiempo y en el espacio. En este sentido, los personajes no son psicologías, son cuerpos que se acercan a lo performático. La relación que existe entre ellos no es el clásico “conflicto dramático”, es la disputa sobre los objetos, los artefactos y el espacio. Al prescindir de la palabra que lleva la linealidad de la narración, aparece la sintaxis de los cuerpos como lenguaje estético.

El tiempo es palpable en las acciones y en los sonidos que los personajes, cual músicos, les sacan a la materia y a los artefactos. Es un tiempo musical con tonos, ritmos, interrupciones, velocidades, silencios. Por su parte, el espacio escénico tiene como centro una “mesa- caja de Pandora” de la que salen los objetos. Sin embargo, los personajes  expanden el espacio y lo intervienen en el sentido más estricto, por ejemplo: en el segundo cuadro (no  hay actos del teatro “clásico”) cada uno “cerca” el espacio del otro,es así que lo modifican y abren una nueva percepción.

En el cuadro final el ritmo se vuelve vertiginoso. El cuerpo es puesto en un potencial peligro, que se contagia en el espectador, para luego aflojar con la ternura de una escena de lucecitas para un árbol de navidad acompañadas por un villancico. Sin embargo nada es lo que parece de forma “cotidiana”, y la luz deviene otra cosa más que ornamento.  O la muerte no existe o es lo único que existe nos corre de todo lugar tranquilizador, nos pasea de lo ominoso al humor, del humor al absurdo y así  nos vapulea en el desconcierto. Nos propone un teatro de la materia y de la carnadura, solo se necesita tener bien alerta los sentidos.

O la muerte no existe o es lo único que existe (Argentina, 2019). Dramaturgia: Laura Echaniz, Javier Omezzoli, Claudio Pereira. Actúan: Laura Echaniz, Javier Omezzoli. Diseño de vestuario: Laura Echaniz. Diseño de escenografía: Romeo Sosa. Fotografía: Mariana Echaniz. Asistencia: Paz Cenatiempo. Prensa: CorreyDile Prensa. Dirección: Claudio Pereira. Duración: 50 minutos. Sala El Ópalo. Junín 380 .Teléfonos: 4951-3392.Web: http://elopaloteatro.blogspot.com.ar/ Entrada: $ 300,00 – Viernes – 21:00 hs – Hasta el 25/10/2019.

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