Desierto verde propone pensar las consecuencias del incremento del monocultivo en Argentina y el mundo. Al comienzo se lo ve a Jauretche en imágenes de archivo advirtiendo sobre el uso indiscriminado de agroquímicos en cultivos que ya por entonces se percibía como un potencial problema. El relato del film va y viene de lo micro a lo macro. En el ámbito local, se ocupa del juicio realizado en Córdoba durante 2012 que sentó jurisprudencia con respecto al abuso de agrotóxicos en cultivos de soja.
La historia es poco conocida: en 2001 un grupo de mujeres del pueblo de Ituzaingó -rodeado por cultivos de soja transgénica fumigados con herbicidas como el glifosato o endosulfan- se unieron y comenzaron a relevar pruebas que daban cuenta del aumento de casos de cáncer, leucemia y mal formaciones en pobladores. La soja transgénica (semillas modificadas genéticamente) soportan el uso de los químicos y, al no tener malezas que compitan con ellas, maximizan su producción. A lo largo del juicio a los productores y aplicadores de agrotóxicos, nos enteramos que dichos productos fueron encontrados también en los tanques de agua de las personas afectadas. El pueblo tiene más de 200 enfermos de cáncer. Las imágenes del juicio se intercalan con testimonios de expertos locales, de India, Canadá, EE.UU., China y Francia en deforestación, desertificación y contaminación de suelos, que plantean los riesgos de desertificación (agotamiento de suelos) por monocultivo y riesgos sanitarios por el uso de semillas transgénicas y su correlato, los agrotóxicos. Alertan sobre el peligro en el mundo, y especialmente en América Latina, del crecimiento descontrolado del monocultivo de soja. Solamente en la Argentina creció del 30% al 50% en diez años.
Por momentos la pantalla se divide en cuatro y nos sumerge en el devenir del mundo globalizado: China, Francia, Argentina, Canadá, las cotizaciones en bolsa de la soja, las commodities (cotizaciones de cereales) que suben y suben. Todo es fluctuante, dinámico, vertiginoso. Ulises De La Orden, que tiene una postura tomada frente al tema, permite que den su testimonio personalidades con intereses puntuales en el negocio de la agroindustria, tales como un bioquímico de la empresa Roche o el empresario Grobocopatel. Ambos equiparan un cultivo a fábricas con poco personal que debe maximizar su producción. El discurso que subyace es el de reducir el hambre en el mundo, pero lo que el director logra poner en evidencia es que a estos actores económicos solamente los motiva el afán de ganancias.
Como contrapunto, impacta el testimonio de Vandana Shiva, una científica india que invita al espectador a “producir alimentos para la revolución”. Es claro el rol imperante de la agroindustria que dicta la agenda pública en los países periféricos. La soja sube en los mercados, entonces más superficies son sembradas, más montes y selvas arrasados, ampliando la frontera agropecuaria para obtener más rentabilidad. A corto plazo, desertificación y agotamiento de suelos que dejarán a estos países sumergidos en mayor pobreza y más dependientes. Shiva también rompe con el engañoso objetivo para el incremento de la producción de soja: a nivel mundial, el 60% se usa para alimento de ganado, el 30% para biodiesel, y apenas el resto para alimento humano. Es una falacia adjudicarle al incremento de la población mundial la escasez de alimentos. El problema está en la redistribución y es necesario romper con la lógica de la globalización de los cultivos. Volver al agrocultivo orgánico, a escala humana, de acuerdo a las necesidades de cada población. Las necesidades las fijan los sujetos, no el mercado. Lo demás es falso, dado que alimenta el sistema de producción capitalista, sólo para mayor consumo.
El documental vuelve a lo particular y vemos la resolución del juicio en Córdoba. La emoción desborda. Queda claro el rol del Estado como limitante del abuso. La película presenta muchas voces a favor y en contra. Nos abre la mirada a los beneficios de la agricultura frente a la agroindustria, pequeños productores frente a pooles monopólicos de siembra. Pone en la mira la discusión imprescindible sobre nuestro futuro.
Desierto verde (Argentina, 2013), de Ulises de la Orden, 100′.
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Qué garcha esta película, por favor. En las pocas notas que se escribieron sobre ella, se evita señalar lo mala que es simplemente porque es políticamente correcta: defiende la ecología, al «pequeño empresario agropecuario», y critica a las multinacionales. Pero, pequeño detalle, ES UNA PELÍCULA. Y como película es una poronga.
Es lo mismo que pasa con las pelis anteriores de su poco creativo y anticuado director, Ulises de la Orden , las dos que hizo sobre los indios: les dieron difusión y evitaron criticarlas solo porque eran políticamente correctas.
Por suerte las pelis de este ladri no entran a ningún festival, no tienen mucha repercusión de público, y ningún estudiante de cine las toma como inspiración. Porque eso ya sería el colmo.
Está más cerca de ser un informe periodístico que un film.
Información, información, un poco de color para ponerle onda, y… eso es todo.
Una bazofia,
El director, Ulises de la Orden es un ladri.
Su film anterior, Río Arriba, es también un informe periodístico penosamente disfrazado de cine, con la particularidad de que es extremadamente narcisista: siempre el centro de la escena es el propio De la Orden, incluso lo vemos duchándose sin razón alguna.
Y su último film, Mujer Entera, sobre la trata de personas, no logró estrenarlo en ningún lado (ni festivales ni salas comerciales) y un par de activistas feministas que lo vieron me comentaron que es un decadente intento de colgarse de una temática muy en boga y «aportar soluciones».
Este tipo hace cualquier cosa menos Cine.
jejeje parece que los pocos que vimos alguna de sus pelis pensamos más o menos lo mismo. Probablemente Ulises de la Orden sería «el gran chanta del cine argentino» si no fuera porque no lo conoce nadie y por ende no puede ser el gran nada.
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Vi «Río Arriba» en Youtube. Es una berga, sin ofender a las bergas. Y es cierto lo que comentaron sobre la escena de la ducha jaaaaa!!!!! Absolutamente innecesaria, con el único fin de mostrarnos que el Director va al gimnasio y tiene buenos brazos, a ver si logra levantarse a alguna espectadora.
Creo que es un delincuente sin talento que se cuelga de temas «de interés social» (pueblos originarios, trata, agrotóxicos), aunque por lo que escuché «Desierto Verde» es la menos mala de sus pelis, así que capaz el vago algo aprendió…
Saludos!
Lucas Carrizo, me parece que en tu crítica fuiste demasiado benévolo por tu simpatía con la postura ideológica de la película y la relevancia que le das al tema de los agrotoxicos. Pero en términos cinematográficos esta película es indefendible.
La vi esta semana en INCAA TV y ya desde el comienzo me agarraba la cabeza. ¿Cómo un largometraje puede tener una secuencia inicial con encuadres tan feos, tan carente de acción, de caracterización de personajes y universo? Ni hablemos del verdadero comienzo, la secuencia de títulos, que parece sacada del noticiero del Canal Rural.
Y después todas las talking heads durante toda la película, sin hilación narrativa. Me hizo acordar a esa garcha que se viralizó en YouTube llamada «La Educación Prohibida»
Saludos
malísima película
y ese Ulises de la Orden es un caradura, a sus alumnos los obliga a ver sus películas
Qué asco.
Acabo de verla en CineAr.
Muy muy muy fea y pedorra.
Corrección política de la peor calaña.