Dicen que 2666, la novela de Roberto Bolaño, logró captar cierto espíritu de época de una manera abstracta pero definitiva. Entre sus páginas resuenan ecos de todas las latitudes. En la así llamada “parte de Fate” se menciona una supuesta película pornográfica que ha conseguido en exclusiva el personaje Charly Cruz, una suerte de delincuente cinéfilo. Dicha película estaría dirigida nada menos que por Robert Rodríguez. ¿Qué conexión tiene todo esto con Machete Kills? Pues, nada menos que Robert Rodríguez, la Ciudad de México, lo abstracto, lo extremo, lo definitivo.
Visionario, Roberto Bolaño estaba particularmente interesado en las historias y personajes (reales o ficticios) en los que lo apócrifo, su conjuración o denuncia, devuelve una imagen especular del mundo, la realidad. Estos mecanismos conscientes o inconscientes son persistentes y perdurables. Con planificación o sin planificación estos mecanismos son manifestaciones que terminan imponiéndose vaya uno a saber desde cuándo, prolongándose hasta el presente.
La lógica de lo extremo deviene en catarsis y, de allí, la fantasía. Los movimientos de vanguardia lo supieron perfectamente: la violencia se autofagocita. El arte como sublimación de un impulso o como un escalón hacia otros niveles de conciencia. Desde sus inicios, Machete se presenta como una épica desaforada, lo suficientemente extrema como para volverse deforme y, desde allí, una obra de arte irreverente, ridícula, con un potencial alucinante y alucinatorio.
Hay una gran diferencia entre decir que cualquier teoría que explique el mundo puede ser cierta y afirmar que todas lo son. Cuando absolutamente todas las teorías son dignas de atención finalmente no hay ninguna teoría, o una nueva teoría que no explica nada: la celebración de una percepción hiper-estimulada que acaba produciendo una suerte de peculiar cortocircuito. Machete quiso parodiar el mundo y el cine que lo representa. Y Robert Rodriguez llevó sus intenciones tan lejos que terminó parodiándose a sí mismo.
En la primera parte de la saga tenemos a Machete (Danny Trejo) como ex agente federal que emigra a Estados Unidos para salvar su pellejo, y más tarde se verá implicado en el intento de asesinato de un senador corrupto. Intento de asesinato que no es más que una planificada estafa cuyo esclarecimiento se convertirá en una necesidad vital. Aunque pródiga en disparatada violencia, la película aún gira sobre el eje de lo más o menos creíble. Así que… ¿cómo extremar los límites de lo extremo? Pues, abandonándose a lo increíble.
En Machete Kills lo verosímil pierde todo sentido. Paradójicamente, ese abandono de sentido adquiere para el espectador interesado un nuevo sentido. Se trata de la lógica de lo deforme. Aunque, más interesante aún, ya no se trata de lo deforme por lo deforme en sí, sino como plataforma hacia latitudes desconocidas, y en este abordaje posible es donde se conjura lo más interesante del asunto.
El mundo tal como lo conocemos pierde sentido y es necesario inventar otro que lo reemplace. Y luego del planeta Tierra todos sabemos que lo único que resta es el Espacio. Y así es como, finalmente, la ciencia ficción se da la mano con las historias de pueblo chico. Las historias de un México corrupto y el drama de un personaje acaban confundiéndose en una épica galáctica. Machete Kills lo abraza todo, lo comprende todo, es un agujero negro que atrae todo hacia su centro.
La trama se construye y destruye a cada vuelta de página. Los personajes viven y mueren y no importa nada en realidad. Hay fallas narrativas, disrupciones, fugas. Sin embargo, todo es válido porque todo y nada se parecen. No obstante, perduran los viejos tropos narrativos y las figuras inmortales del villano y el héroe. Claro que todo está difuminado en una ensalada extraña.
Si tuviéramos que juzgar una película como Machete Killsdesde cierta tradición cinematográfica nos veríamos obligados a admitir que es un aborto, una película insostenible. Sin embargo, no hay que dejarse engañar: Machete Kills es un aborto, una película insostenible.
Ahora bien, ¿por qué elegirla o postularla como una de las mejores películas del año? Porque a veces es necesario dinamitar las estructuras narrativas para que finalmente se caiga una idea.
La historia del supervillano Luther Voz (Mel Gibson), que planea llevar a los “elegidos” (militantes de su secta) hacia otro mundo (un mundo nuevo) en el que la humanidad comenzará de cero es tan ridícula que luce sospechosamente cierta. Ya escuchamos esta historia tantas veces que creemos en ella.
Los avances tecnológicos habilitan especulaciones que rozan lo fantástico. Teorías como la clonación y la prolongación indefinida de la vida humana biológica dejan de ser meras fantasías para convertirse en discusiones académicas, en cuya apuesta e investigación se invierten miles de millones de dólares en todo el mundo. Luego, todo lo irreal, lo disparatado, lo ridículo que acaso revela el cine más alocado, inverosímil y extremo cede gradualmente terreno a lo real, a determinados experimentos científicos que, finalmente, develan y configuran el futuro.
Machete Kills (EUA, 2013), de Robert Rodríguez, c/ Danny Trejo, Amber Heard, Jessica Alba, Mel Gibson, Michelle Rodriguez, Tom Savini, Sofía Vergara, Vanessa Hudgens, Alexa Vega, Cuba Gooding Jr.
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