Por Luciano Alonso.
Opera bufa. Federico y Ana se conocen en una fiesta, copa de vino en mano. Él es poeta, pintor y músico, aunque confiesa que no hace nada bien. Ella es linda y aspira a convertirse en cantante lírica. Se enamoran, se van a vivir juntos. Él es bohemio y bastante solitario (se supone que representa el papel de un loser, pero es demasiado canchero para serlo), ella es tranquila y buena compañera. Luego de años sin sobresaltos en la vida de ambos, un día aparece Úrsula (amiga de Ana). Federico se enamora secretamente de ella, con quien tiene un affaire. Luego, la previsible tragedia y de ahí, el resto de la historia relatada en retrospectiva.
La vida anterior es una película trágica y su tragedia es la de haber podido ser una película grandiosa que no fue. La vida anterior es una gran tragedia, aunque no es la tragedia que quería ser, sino una tragedia que uno espera olvidar pronto. Soporífera, aburrida, pretenciosa. El mamarracho seudo poético y sensible al que nos tiene acostumbrados el peor cine argentino.
Sin embargo, hay películas tan malas, tan terriblemente malas, que al lado de los bodrios que uno tiene que fumarse, esto es arte puro.
Detesto a los criticastros. Ahora que la película ya es un hecho, prefiero aplaudirla que repudiarla, pero no hay que olvidar que el cine puede ser mucho más atractivo y sugerente. Si no existieran películas buenas, diría que nos conformemos con lo que hay, pero existen películas geniales. Entonces, si es posible un cine genial, ¿por qué conformarse con medias tintas?
¿En qué falla La vida anterior? Creo que el error más grave es el exasperante uso de la voz en off, grabada con algún efecto de sonido espantoso, como de ultratumba, que roza el mal gusto más execrable. No sólo encontré la voz en off innecesaria, sino que -en caso de que no hubiera más opción- al menos podría haber sido grabada con un sonido limpio y claro y nos hubiera ahorrado la pesadilla de tener que padecer un momento incómodo y horrible.
No obstante, la película tiene momentos geniales, realmente conmovedores. Lo que me hace rabiar, precisamente, es que no es una película evidentemente mala y listo. Es una película que podría haber sido genial y me resiento contra esa genialidad en potencia, que ha sido asesinada por una serie de decisiones ridículas. En un momento, tenemos un plano de una belleza y sensibilidad hipnóticas y, en otro, uno grotesco y mal encuadrado. Diálogos agudos e inteligentes a la par de diálogos dignos de una telenovela de bajo presupuesto. Frases que podrían haber sido bonitas se vuelven rimbombantes y vacías. La inteligencia de mezclar la melancolía del tango con la lírica de la ópera se exhibe a la par de unas representaciones de “artista torturado” que son menos creíbles que el emo de Peter Capusotto. Y así podría seguir enumerando y enumerando. En definitiva, la visión del director naufraga. Es obvio que tuvo las mejores intenciones del mundo y aplaudo esas intenciones, pero no creo que haya sabido llevarlas a buen puerto, por más geniales que sean. Creo que el gran problema, más allá de un comentario u otro, es la tentativa por agotar un recurso imposible.
En el libro “Mientras los mortales duermen”, Kurt Vonnegut incluye un cuento titulado 10.000 dólares al año, fáciles, que cuenta la historia de Nicky, hijo de quien fuera un respetadísimo tenor. Nicky toma clases de canto con Gino, que vive en su mismo edificio. Nicky no goza del privilegio de la seguridad económica así que, antes de dedicarse de lleno a su vocación, procura buscarse un empleo. Surge la posibilidad de un negocio rentable, pero necesita cierto capital para ponerlo en marcha. Aparece (casi como por acto de magia) un socio capitalista cuya única condición es permanecer siempre en el anonimato. El negocio resulta ser más rentable de lo que Nicky jamás imaginó y poco a poco se vuelve millonario, postergando de manera indefinida su anhelo de continuar con los pasos de su padre.
Hacia el final se descubre que el benefactor anónimo no es otro que Gino y que quizás le interesaba menos que Nicky fuera millonario, que el hecho de mantenerlo lo suficientemente ocupado como para alejarlo de su anhelo de convertirse en tenor. ¿Por qué? Simplemente, porque Nicky no podría jamás convertirse en un gran tenor.
Tal como el propio Gino aclara, pese al amor que podemos profesarle a una doctrina, a veces la mejor manera de contribuir con la causa es no colaborar en lo absoluto.
Ciertamente, hay ambiciones que merecen postergarse. Por ejemplo, querer hacer una película que a uno le queda grande.
A veces los directores de cine pretenden ser capaces de conjurarlo todo, pero no lo son. Lo que ocurre en una sala de conciertos y lo que ocurre en cualquier recital es una experiencia que difícilmente pueda trasladarse fuera de la sala de conciertos o fuera del recital. El cine documental, con algo más de discreción y tino, sólo pretende dejar constancia de un acontecimiento. El cine narrativo anhela con fervor poder traducir la música en imágenes, pero no puede y no hay vuelta que darle. No hay una sola película que capte la, así llamada, magia de la música. No existe y es poco probable que alguna vez exista. El amor por la ópera es un amor genuino y hermoso, pero no tiene nada que ver con los modelos clásicos del cine narrativo.
Finalmente, el triángulo amoroso de La vida anterior atrasa años. Descartando la pelotudez del cine queer, honestamente hubiera sido mucho más interesante que el amor ilícito fuera desde Úrsula hacia Ana.
En definitiva, es otra película más que podría haber sido hermosa, y sólo tiene momentos interesantes, al lado de momentos aburridos.
Si me preguntan, diría que vale la pena ir a verla, sólo por la grata sorpresa de encontrarnos con Ángel Faretta como personaje secundario, y para ver a Elena Roger. Contemplar la belleza reposada de Elena Roger es motivo suficiente para ir al cine. Incluso a pesar de todos los errores y desaciertos.
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