Un gran dinosaurio (The Good Dinosaur, 2015) es la última película estrenada por los estudios Disney-Pixar y la que mayor complicaciones atravesó para ser realizada: más de seis años en producción, cambio de director, diferencias creativas y muchísimos inconvenientes más que explican por qué dentro de un mismo año tuvimos dos estrenos de la misma compañía (hablamos de Intensa-mente).
La película empieza con una hipótesis ucrónica: ¿Qué hubiera sucedido si el asteroide que chocó con la Tierra hace más de 65 millones de años no lo hubiera hecho y los dinosaurios no se hubieran extinguido? El resultado, afín con las teorías de Negroni1, es que los dinosaurios poseen una inteligencia desarrollada mientras que los humanos aun no han desarrollado el lenguaje. Por esta razón, los gigantes detentan una organización social y se procuran formas de explotación agrícola-ganadera de subsistencia.
La película construye una historia compacta, lineal y sin demasiadas aristas en lo que se refiere al contenido. Se nos presenta a Arlo (Raymond Ochoa), el más pequeño y desvalido de los tres hermanos apatosaurios, quien será el verdadero protagonista de esta aventura.
En su cotidianeidad, esto es en las duras faenas que la granja familiar acarrea, Arlo se desempeña con miedo e inseguridad. Esta situación hará que su preocupado padre tome cartas en el asunto y trate de infligir al pequeño una dosis de coraje y fe en sí mismo.
Ambos se internan en el bosque bajo pretexto de una persecución, en realidad se trata de echar a funcionar toda la puesta del simbolismo iniciático. A propósito del mismo, Jacques Le Goff en su canónico libro Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente Cristiano Medieval (1985), había reparado en los dos espacios iniciáticos por antonomasia: el desierto y el bosque. Ambos parajes representan la oposición al mundo social, en tanto es el lugar de las pruebas, el desarraigo y la soledad. Por esto último, su camino no puede estar ligado a acompañar los pasos paternos y se produce la pérdida que moldeará su experiencia ante la adversidad.
Si el bosque es el lugar del miedo por antonomasia (carnívoros feroces, tormentas, etc) también es la principal fuente de riqueza. Arlo conoce al humano Spot (Jack Brigh) y aprende nuevas formas de sustento individual por lo que comienza a valerse por sí mismo. También es coherente que el bosque provoque una propuesta alternativa y evasiva de la asunción de la responsabilidad que la vida social le impone. En ese tiempo liminar, se ofrece un sosiego de ocio y de placer hedonista que también constituye una prueba a dejar atrás.
En el transcurso de su travesía (el viaje siempre es una constante en las producciones de Pixar) se visualizan los más bellos escenarios creados digitalmente. Es más, quizás éstos resulten el mayor atractivo de la película ya que la narración es, como señalamos, bastante llana. Adultos y pequeños se verán subyugados ante parajes increíblemente realistas.
En oposición a la belleza visual, los personajes secundarios resultan poco interesantes y sosos, a excepción de los gauchos carnívoros y el mismo Spot. En efecto, las escenas más entretenidas están dadas por los gags slapstick del pequeño cavernícola y el olor a Western y a aventura que emana en la secuencia de la recuperación del ganado.
1 Hablamos de la teoría orgánica sobre el universo Pixar que pueden leer en el siguiente link (en inglés) http://jonnegroni.com/2013/07/11/the-pixar-theory/
Un gran dinosaurio (The good dinosaur, Estados Unidos, 2015), de Peter Sohn, c/Jeffrey Wright, Frances McDormand, Maleah Nipay-Padilla, 100′.
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