El resplandor de Stephen King no es El resplandor de Stanley Kubrick. Aunque, por separado, la novela y su adaptación cinematográfica gozan de excelente reputación y grandes críticas, quienes se atreven a contrastarlas encuentran grandes diferencias capaces de generar interminables debates. El propio King, incluso, criticó en su momento la adaptación de Kubrick, pero lo que el creador de la novela señala como negativo, para los amantes de la película son algunas de las cualidades donde reside su magia.

El Volskwagen y el Hotel. La película arranca con una extraña similitud con otra película. Dos años después de filmada Juego sucio (Foul Play, Collin Higgins, 1978), Kubrick elige el mismo auto y el mismo color que en aquella, un Volskwagen escarabajo amarillo, y lo sigue de igual modo con planos panorámicos de la carretera que transita para depositar a los personajes principales en el comienzo de la trama. ¿Stanley referencia a propósito la comedia protagonizada de Chevy Chase? Lo cierto es que en la novela, el escarabajo que transporta a la familia Torrance al Hotel Overlock es de color rojo, y sobre ese detalle se hace mención varias veces como para que sea un error o algo no tenido en cuenta. Lo que sí no fue a propósito, y de ello mucho se ha hablado, es la sombra del helicóptero que transporta la cámara que lo sigue, la que se refleja durante dos segundos en el perfil de un acantilado (tiempo: 1.09).

¿A quiénes deposita el Volskwagen en el Overlook? Una respuesta cierta a esta pregunta pondría varias cosas en su lugar, daría fin a las principales cuestiones que enemistan la obra original y su adaptación. Mientras la actuación protagónica de Jack Nicholson atrapa (y para muchos deslumbra), para el cultor de la novela imposibilita el entendimiento, la simpatía. Su personaje, Jack Torrance, en la novela es un alcohólico anónimo que persigue su recuperación y, como anillo al dedo, traslada a su familia a un retiro obligado tras la suspensión en su trabajo. Instalado ya al cuidado de este hotel aislado por el invierno, varios factores van arrastrándolo a lo peor de su ser y convirtiéndolo en enemigo de sí mismo y su propia familia. Pero el Torrance de Nicholson que llega al Overlook en la película, está loco desde el inicio (o su actuación es pésima, como gusten). Sí, no hay otra. La “posesión” que el hotel ejerce sobre el personaje de la novela, en la película no existe. Consecuencia de esto, se borra una parte importante: el protagonismo del hotel. Mientras El resplandor de King pone al Overlook también como protagonista, El resplandor de Kubrick solo lo utiliza para el deleite visual de los espectadores, en ella el escenario no tiene vida.

Wendy, mamá. En sincronía con Nicholson, Shelley Duvall hace de boluda y loca. O, por el contrario, su actuación es payasesca. En la novela, la compañera del señor Torrance es una mujer consciente de que su marido necesita ayuda, pero no es tan pelotuda como para desconocer que su marido está piantado desde el arranque. Es que, de hecho, no lo está: ella sabe que está atravesando un mal momento, pasajero, y por eso lo sigue al encierro anticipado. En la película no, de arranque nomás acompaña a un loco que revolea las cejas y hace muecas diabólicas. La Wendy de Kubrick tiene reacciones imposibles de creer, desconectadas de todo realismo, casi en clave de parodia, efecto que nunca propone el texto. En la memorable escena de Nicholson hachando la puerta del baño, los primeros planos de Wendy son patéticos: grita como una demente para la cámara, para el ángulo perfecto del hacha que acecha, pero son tan poco creíbles que con esa simple muestra, El resplandor de Kubrick podría enlistarse en la clase z.

Danny, el hijo de la pareja (de locos). Luego de presentado Jack, su hijo aparece en escena junto a su madre y su “amigo invisible” Tony. En la construcción de Danny/Tony es evidente otra diferencia con la novela que, aún sin ponernos rompebolas, necesitamos aclarar: ¿Qué tiene el pibe este? La novela y la película se llaman El resplandor justamente por la capacidad extrasensorial que tiene Danny, capacidad que entre otras cosas le permite (según el libro) comunicarse telepáticamente con quien goce de su misma salud. Pero en la adaptación de Kubrick nos preguntamos si el niño está poseído o también actúa en un registro demencial. Quizás sea él el ejemplo más claro para sentenciar que no actúa mal sino de acuerdo a lo que le pidieron. Así resulta evidente que Kubrick busca generar miedo con las apariciones, mientras que la novela, con atino, las utiliza como conexión para entender qué pasa en el hotel. Al Danny de la novela no le tenés miedo, entendés su don y en todo caso te asustás junto a él. Gracias también a este Danny de Kubrick, el Overlook es un simple edificio grande donde todo lo anormal bien puede ser invención de estos tres locos que se presentan a cuidarlos.

Si Kubrick no tuvo problemas en cambiar tres de los cuatro personajes principales de la novela (y matar al restante), ¿por qué no iba a destruir también varios de los condimentos más importantes de la trama? Lo hace, claro. Pero donde más se ensaña en es el final. Para este punto ni siquiera es importante saber cómo termina la novela. En su adaptación al cine, luego de imaginar terribles posibles finales, Kubrick opera una destrucción total de la obra congelando a Jack en un final sin gusto a nada. La mueca final de Nicholson muerto no solo es absurda sino que resulta la confirmación de que su personaje no funciona, de que Kubrick, a pesar del gran trabajo en la fotografía, no pudo penetrar en las entrañas de un hotel que (en la novela) le pasa por arriba a cualquier otro escenario creado para atormentar.

El resplandor (The Shining, Gran Bretaña/EUA, 1980), de Stanley Kubrick, c/Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd, Barry Nelson, 146′.

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