“Un mosquito vive un día, una rosa tres días. Un gato, quince, el amor, tres. Así son las cosas. Primero hay un año de pasión, luego un año de ternura y, finalmente, un año de aburrimiento”, dice Marc Marronier (Gaspard Proust) protagonista de El amor dura tres años. Y sí, podemos pensar en una infinidad de lugares comunes sobre el amor, la vida, y todo lo demás, y de eso es de lo que se trata la ópera prima de Frédéric Beigbeder, quién además es autor de la novela homónima (de inspiración autobiográfica, dicen) publicada en 1997, 14 años antes del estreno de la película. Quizás esos años de distancia entre una y otra sean los que dan cuenta de cierto discurso envejecido.
Vamos por partes. Ya en los títulos del inicio se presenta la tesis que da origen al film: el protagonista se enamora, se casa, se aburre y se divorcia. Marc Marronier es crítico literario durante el día y por la noche registra la movida parisina (¿una especie de periodista de tendencias?). Marc, además, es un intelectual, lo mismo que sus padres y su círculo de amistades; tiene 30 años –más o menos- y un buen pasar. Estamos, entonces, frente a una película de “crisis existenciales de gente de 30 años de clase acomodada“, casi un género en sí mismo, y podemos recordar un fenómeno similar en el cine mexicano de principios de siglo (de éste siglo o casi) con títulos como Sexo, pudor y lágrimas(1999) del mexicano Antonio Serrano.
Pero volvamos a El amor…: nuestro héroe se divorcia de su esposa, tras tres años de matrimonio, y esa misma noche, en un arranque de frustración, cambia de parecer sobre la vida, el amor y todo, en lo que termina siendo un manuscrito titulado… adivinen… claro, “El amor dura tres años”. Mientras tanto, tratará de recomponer su historia de amor (¿?) con su amante Alice (Louise Bourgoin) que es, además, la esposa de su primo.
Desde lo estrictamente cinematográfico la película no presenta ninguna sorpresa al espectador, las escenas se suceden en una prolija cronología levemente alterada por los flashbacksque explican el pasado y alguna que otra, muy pocas en realidad, interpelaciones del protagonista al público (un recurso tan caro a la comedia). Todo lo demás es la clásica comedia romántica, chico conoce a chica, se enamoran, todo va bien, surge conflicto, se separan, sufren, se arrepienten, se reúnen y final feliz.
El conflicto es bastante previsible: cuando finalmente Marc consigue que le publiquen su libro (del que a esta altura parece haberse arrepentido, pero no tanto) lo hará bajo un seudónimo y, como es un éxito de ventas, deberá develar su verdadera identidad. Obvio que su nueva novia Alice aborrece de todo lo que en el libro se pontifica sobre las mujeres, las relaciones de pareja, el amor, etcétera, y él (qué no hace un hombre enamorado, ¿no?) reniega de su teoría del amor solo para mantener feliz a su novia… Debería ser divertida o ácida o algo, pero no, es bastante redundante. Inclusive cuando articula contradicciones que no hacen más que reforzar la debilidad del argumento basado únicamente en el lugar común.
Los amigos son otro tema (o el mismo). El súper canchero, conquistador, siempre-soltero y ganador Jean-Georges (Joey Starr, el coprotagonista de Polisse) termina casándose con otro hombre (su profesor de surf) y declarando a los 4 vientos que ellos “no son gays, son dos hombres que se quieren” (¡estos jóvenes y modernos intelectuales europeos!), y Pierre (Jonathan Lambert), que cierra este triángulo de amigos de manual, es el ingenuo enamorado de una mujer rubia y hermosa, que lo engaña pero, así y todo, se casa con él y tienen un bebé… ¡negro! Divinos, todos.
Pero todo termina bien, en la playa, y con Michel Legrand cantando en vivo…
Acá les dejo para que disfruten algunas citas de Frédéric Beigbeder, el autor/director de El amor dura 3 años que, al contrario de su personaje, no reniega de su criatura 14 años después.
«¿Cómo sabés que estás envejeciendo? Viendo que tardas tres días en recuperarte de una borrachera».
«Amar a alguien que no te ama, eso es amor».
«Para ser felices necesitamos seguridad, cuando resulta que para estar enamorados necesitamos inseguridad».
«Una mujer necesita que un hombre la admire para resplandecer».
«Nadie desea la soledad porque te deja demasiado tiempo para pensar».
El amor dura tres años (L’amour dure trois ans, Francia/Bélgica, 2011), de Frédéric Beigbeder, c/Gaspar Proust, Louise Bourgoin, Joey Starr, Jonathan Lambert, Frédérique Bel, 98’.
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