No les voy a mentir: no soy un entendido en cine bélico, apenas si vi algunos clásicos impostergables, digamos, pero claramente no soy un entendido en la materia. Así y todo, arriesgaría que Dunkerque es original, distinta.

Para empezar, hay algo inusual en la cronología, en la manera en la que la historia está narrada. Digo, inusual para el cine bélico, para el cine realista, de corte histórico. Las líneas temporales hachadas, las alternancias, el cruce de historias paralelas que se unen en el devenir narrativo… son recursos más aplicables al melodrama (ambicioso, incluso), que al cine realista, donde el devenir de los acontecimientos es necesariamente lineal. Eso sí, tratándose de Christopher Nolan, tampoco es que sorprenda demasiado. Pero digamos que si uno no tiene idea de quién es el director y va a ver la película, creo que es lo primero que llamaría la atención: el recurso ingenioso, tramposo, arriesgado, de una cronología complicada, un mecanismo profundamente estético, al servicio de una historia realista.

Luego, vista en conjunto, como un bloque, si uno tuviera que contarle la trama de la película a otra persona, se daría cuenta de que bien podría estar citando un libro de historia, antes que el argumento de una película. Esto es, que no hay una identificación con ningún personaje particular, no hay una indagación en el pasado de ninguno de los protagonistas, no hay un desarrollo psicológico de ninguno de ellos. De buenas a primeras, podría ser un error, el resultado de la mirada de un director sin corazón, que es más frío que la muerte. Sin embargo, no es así. Por el contrario, me parece una de sus características más interesantes.

Piensen en todos los dramas históricos que vieron, en todas las películas bélicas que vieron. Siempre hay una subtrama, una historia secundaria inserta en una historia macro. Es decir, algo específico que le sucede a un personaje particular, en medio de ese contexto que es la guerra, alguna guerra, cualquier guerra. Por lo general, el cine se detiene en la historia micro, en la historia particular. Una historia de amor, el pasado de un personaje. Ahí es donde opera la identificación con el espectador y desde ahí es desde donde el cine acontece. En su lugar, Dunkerque no se detiene particularmente en ningún personaje. Diría que el verdadero protagonista es la historia en sí, un episodio histórico real.

Cada uno de los soldados es el protagonista de Dunkerque y, a fin de cuentas, ninguno lo es. Los soldados son esa masa atravesada por el relato. Por lo demás, una historia exclusivamente macro no sería cine, al menos no cine clásico. Se transformaría en un documental, quizás. Para que el relato cinematográfico se sostenga, para que la ficción se sostenga, Christopher Nolan tuvo, también, que detenerse en una historia particular, que acaso podría servir como contraejemplo. Me refiero a la historia de Mr. Dawson (Mark Rylance). Ahora bien, esa subtrama, esa historia micro, aparece en la película como por obligación. Es fea, desangelada.

En realidad, toda la película es una película desangelada, pero de un virtuosismo técnico inapelable. Lo que nos lleva al último punto por el que la película me parece particularmente inusual: está casi vacía de ideología. Subrayo el casi porque siempre hay una ideología subyacente pero, además y por sobre todo, porque ningún personaje intenta colar sus opiniones y comentarios políticos-patrióticos. Claramente, Mr. Dawson es absolutamente patriótico y exuda ideología por los poros, pero el punto es que no explicita su discurso, simplemente hace lo que hace, como algo natural, inevitable. Su ideología está implícita. El único personaje que, a fin de cuentas, explicita su ideología es el Comandante Bolton (Kenneth Branagh) y su discurso ocupa tan poco tiempo de metraje, que apenas cuenta. Es decir, está claro, clarísimo, que Dunkerque no es una propaganda política, como la gran mayoría del cine bélico.

De nuevo, piensen en las películas bélicas que vieron alguna vez. Nunca queda ninguna duda respecto a quiénes son los buenos y quiénes son los malos. En Dunkerque, eso no está del todo claro. La película transmite la sensación (y en esto radica su originalidad) de que el director no está de parte de ningún bando. De que el director se limitó a narrar un episodio histórico, desde el lado de los Aliados, sí, es cierto, pero sin subrayar su ideología. Los soldados son británicos y franceses, concedido, pero el verdadero enemigo no es Alemania, sino un fantasma.

Los soldados no se dan ánimo entre ellos con la promesa de matar a nadie. Lo único que les importa es sobrevivir. Así que, básicamente, es una historia sobre la supervivencia, donde el rigor histórico se ha sostenido a rajatabla, pero donde, curiosamente, podría anularse perfectamente y la película funcionaría de la misma manera. Los motivos de la guerra, la explicación política, de fondo, aparece anulada. La guerra es como una suerte de diabolus ex nihilo (la expresión la tomé prestada de Juan Manuel Candal). No se explica por qué pasa lo que pasa, simplemente pasa. Nadie reflexiona sobre los mecanismos y resortes de la guerra, sobre por qué las cosas son como son. Todos se limitan a sobrevivir. El espectador, también.

En el fondo, hay algo inhumano en la película, en la visión del director, en la manera en la que manipula los elementos para contar una historia hiperrealista, despojada de subjetividad. Paradójicamente, es precisamente ese abordaje el que consiguió granjearle el éxito. Lo que habla más de los espectadores, que de la película en sí.

Acá pueden leer un texto de Pablo Ventura sobre la misma película

Dunkerque (Dunkirk, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, 2017), de Christopher Nolan, c/Kenneth Branagh, Mark Rylance, Tom Hardy, Harry Styles, 106′.

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