Asume una nueva gestión a la Secretaría de Obras Públicas en la ciudad de La Plata. Los objetivos propuestos son los de escuchar a los/as trabajadores/as, cumplir con las promesas y realizar una serie de modificaciones sin afectar a los más vulnerables. Tras la asunción de la nueva directora, el personal es lo primero que se reduce. El área de limpieza es la que más lo sufre, sobre todo Marcela (Rosario Bléfari), quien vive en carne propia el despido de su hija. Pero, eso no es lo más grave. La directora decide arbitrariamente cerrar el comedor donde todos los empleados públicos almuerzan cotidianamente. Espacio creado por el esfuerzo y el espíritu solidario de Liliana (Liliana Juárez), quien vislumbró un ámbito comunitario en un galpón viejo y abandonado de la Secretaría. Planta permanente, última película de Ezequiel Radusky, lleva como estandarte esta historia, y problematiza el concepto de trabajo, los valores morales y la ética de la administración pública.
¿Qué se entiende por trabajo? Desde la perspectiva de Liliana, el trabajo aparece asociado a un tiempo comunitario, de solidaridad, de estar todos juntos agrupados alrededor de una mesa larga disfrutando del producto hecho con el esfuerzo. Ese producto no es otra cosa que un plato de comida. Liliana, en los momentos en que no está limpiando, se dirige hacia el comedor para preparar, junto a Marcela, el menú del día para los empleados del edificio. Y ese momento de preparación del alimento, del contacto con las verduras y las carnes, de tomar los pedidos, es un momento de regocijo, de empatía y desalienación. Desde el punto de vista neoliberal, el trabajador que no está arremolinado y disciplinado en torno a una gran locomotora productiva, sudando, sufriendo, en permanente situación de tensión y ansiedad es un trabajador improductivo. Por tanto, el tiempo de Liliana en la cocina del comedor es un tiempo de ocio, de subjetividad no alienada, plena, abundante porque al cocinar está pensando solidariamente en un compañero de trabajo. Y ese acto disruptivo, es un tiempo improductivo para el capitalismo voraz.
La visión oligarca, la del que no tuvo que exponer su cuerpo en una tarea, va a comprender el trabajo desde las categorías del horror y del asco. Esa imagen de Liliana y Marcela sirviendo un plato de guiso de lentejas es una imagen de amor. Pero contemplada desde la mirada de la nueva directora, es una imagen repugnante, sinónimo de hidratos de carbono y grasas saturadas. ¿Cómo puede haber un comedor en un galpón repleto de polvo? No es salubre, no respeta las normas de higiene, debe prohibirse. La anulación es certera. Pero, ¿en beneficio de quién? ¿De los trabajadores a quienes se les garantizaría un horizonte moralmente deseable para su tiempo de almuerzo? ¿O de la nueva gestión política que podrá disponer de un nuevo despacho?
La categoría del asco es fomentada por el odio visceral. En la composición colectiva del comedor, se distinguen rostros alegres, manos que untan el trozo de pan sobre la salsa de guiso y la llevan lentamente hacia su boca, mojando los labios, dejando una gota presurosa en los bigotes, manchando inesperadamente el mameluco o la camisa blanca. Lo comunitario genera rechazo para el que privilegia el principio del anonimato, del individuo replegado sobre sí mismo, el perfil del empresario amoldado a lo superficial y dadivoso, que repite frases mecánicamente casi sin pensar. La olla de comida como símbolo de lo popular motiva a estos seres de la oligarquía a considerar un guiso de lentejas como hidrato de carbono y no como proteína. Lo popular les desagrada porque hay ausencia de individualidad.
Lo público y lo privado se dirimen en Planta permanente. A la nueva directora le gusta proclamar: “Ustedes me pidieron que los escuche y yo los escuché”. Frase característica de un discurso reciente que ha quedado presente en el inconsciente colectivo de los argentinos. Frase intachable, difundida por la ex-gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Incluso, por momentos, podríamos considerar que la nueva directora de la Secretaría de Obras Públicas –en el mundo de la ficción – es casi un alter ego de “La Leona”. Con su rostro entristecido y aspecto de mojigata, luego devela una personalidad contradictoria al comentar: “la verdad no sabía qué iba decir y dije eso”. La falta de compromiso ético y social con los trabajadores a cargo de su Secretaría alcanza niveles de obscenidad impensados en la película de Radusky.
Básicamente, el diagrama mental de la nueva directora es el de revertir la categoría de lo público de la Secretaría para aproximarla a la de la empresa privada. Y, en esa lógica, las empleadas de la planta permanente –una más inocente, creyendo en las promesas de la gestión; y otra más verborrágica e impulsiva– se distancian, se enojan, empiezan a competir y a rivalizar con otros compañeros. Es decir, se comienza a dar una batalla, desde la gestión “privada”, que tiene como finalidad la disolución de lo comunitario, de la solidaridad, del tiempo de goce. La individualidad y la supervivencia del más apto son los valores que se enaltecen desde el neoliberalismo en el terreno del trabajo. “Pueden comprar comida afuera, hay lugares lindos por acá cerca” comenta la nueva directora, mientras que una empleada de su dependencia dirá “¿podrán incluir menú light?”.
Planta permanente de Radusky nos lleva a reflexionar sobre el valor del trabajo. Contextualizada en 2018, en pleno gobierno de Mauricio Macri, los ecos de realismo social se hacen sentir a viva voz. Siguiendo la línea propuesta de Los dueños –co-dirigida junto a Agustín Toscano–, Radusky plantea nuevamente un esquema vincular entre los de abajo y los de arriba, pero trasladado hacia las relaciones laborales en la Argentina neoliberal de los últimos cuatro años. Un drama satírico que invita a revisar el mundo del trabajo, la administración pública y la temporalidad humana a partir de un elemento tan cotidiano como el de la comida. Eje concreto y sencillo que genera pasión colectiva a la vez que engendra porosidades y divergencias de clase.
Calificación: 7.5/10
Planta permanente (Argentina/Uruguay, 2019). Dirección: Ezequiel Radusky. Guion: Ezequiel Radusky, Diego Lerman. Fotografía: Lucio Bonelli. Montaje: Valeria Racioppi. Elenco: Liliana Juárez, Rosario Bléfari, Verónica Perrota, Sol Lugo, Vera Nina Suárez. Duración: 78 minutos. Disponible en Octubre TV en el marco del Festival Construir Cine.
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