1. El título del documental puede parecer una fanfarronería. “Recuerda mi nombre” suena así casi como una amenaza, el planteo de alguien que está en un lugar superior. Pero en cuanto empiezan a sucederse las imágenes, y vemos a ese hombre grande, sentado en el sillón de su casa, recordando primero a John Coltrane en un baño de un club de Chicago (“Jamás he escuchado a alguien tocar con esa intensidad”), luego señalando su entrada a la noción de la música de la mano de una orquesta sinfónica, de los Everly Brothers y de la versión de “Strange Fruit” de Josh White, y luego en su juventud casi como escondido detrás de los Beatles en una conferencia de prensa, entendemos que no. Que ese título tiene que ver con otra cosa. Que no puede ser la postura de alguien encaramado en su propia fama. Es cuando promedia el documental que el título se reformula de manera evidente. David Crosby ha quedado devastado tras la muerte de su novia Christine en un accidente automovilístico. Hay que expresar el dolor de alguna manera. Y entonces, toma las canciones que había compuesto pero que quedaron afuera de “Deja vu”, el disco de Crosby, Stills, Nash & Young. Se mete en un estudio. Sus amigos entran y salen de ese estudio, tocan en sus temas. El estudio, transformado en un patio de juegos (“Si teníamos dos guitarras, con Jerry García éramos felices”) para ahuyentar el dolor. El disco que salió de esa experiencia se llamó “If I Could Only Remember My Name” (“Si solo pudiera recordar mi nombre”). David Crosby es, en realidad, el hombre que no puede recordar ni siquiera su propio nombre. El título ya no es amenaza ni fanfarronería. Es desesperación. Es pedir que, por favor, no se olviden de él.
2. «Me arrepiento del tiempo que pasé drogado» dice al comienzo del documental, todavía en ese mismo sillón. Uno puede pensar que se trata de una típica expresión del rocker que ya pasó por todo y que ahora, envuelto en un halo de moralidad, o lo que sea, dicta una especie de enseñanza para las generaciones futuras. Pero no hay en Crosby esa búsqueda. No le habla a los otros como un ejemplo. Se habla a sí mismo. Se dice a sí mismo lo que no podía decirse antes. Como si ese hombre ahora sí pudiera recordar su nombre, más que arrepentirse por la droga en sí misma, lo hace en función de lo que pasó con su vida. Más adelante dice “Crucé límites que aún no se han imaginado”, para darle una dimensión a eso que no tiene palabras precisas para ser definido. El documental no se pregunta cuáles serán esos límites –al fin de cuentas, forma parte de un territorio privado que solo quien lo posee puede formularlo si lo desea-, en parte porque todavía no estamos repuestos de esa frase cuando Crosby parece encontrar una formulación posible para aquello todavía no nombrado. “Arrastré a muchas mujeres jóvenes a pasar por muchas cosas”, dice ahora, sin necesidad de dar nombres, ni de explicar demasiado lo que deja entre líneas y todos ya entendemos porque, en todo caso, ya nos ha preparado antes, en esa frase mencionada más arriba. “Lo que haces a los otros es lo que cuenta”, cierra Crosby. Nada de lo que se hace uno mismo, sino lo que provoca en los otros. No es el dolor propio el que cuenta, sino el que genera en los demás como consecuencia directa de sus actos.
3. De allí que David Crosby – Remember Myn Name más que un documental biográfico sea un recuento de heridas, una muestra de las cicatrices que quedan en el cuerpo de un hombre que ha pasado los 70 años. Cicatrices físicas que se resumen en el recuento de operaciones, de stents aplicados, de un cuerpo que parece ser un sobreviviente de todo –y no es ocioso ese fragmento de una entrevista televisiva en la que el conductor lo compara con Keith Richards, preguntándose cómo es que aún está vivo-. Pero, por sobre todo, las cicatrices de otro tipo. Si el arrastrar a la adicción a sus diferentes mujeres –incluso la actual Jan- aparece como una herida importante, la muerte de Christine parece ser esa cicatriz que nunca se pudo cerrar. Es terrible escuchar a un hombre que casi 50 años después de ocurrido, diga sobre ese episodio que “es como un desgarro en la tela, un lugar vacío”. Allí está lo que no se puede reparar, lo que significa la pérdida definitiva de la persona amada.
4. Dos cuestiones se derivan a partir de ese momento bisagra en la historia de Crosby. El primero es su referencia repetida una y otra vez sobre su lugar en esas relaciones de pareja. En el “Lo siento, podría haberte amado mejor” que dice que le diría a Christine, si pudiera hacerlo, no solamente hay una imposibilidad que se manifiesta en la muerte del otro, sino un círculo del que el documental da cuenta desde la propia voz de Crosby. La referencia continua a una imposibilidad de amar al otro y a sí mismo como lo hubiera merecido atraviesa todo el relato desde la relación con su amiga Cass –“No fui buena persona como compañero”-, con Joni Mitchell –“¿Por qué te enamoraste de Joni y no de las demás?” le pregunta Cameron Crowe y él solo responde “Porque ella lo quiso”- y con Jan, su esposa actual –“Jan me ama de maneras en que no supe amarme a mí mismo”-. Pero lo interesante es que ese panorama se replica una y otra vez, con los que fueron en su momento compañeros de ruta. Echado de su propia banda, The Byrds, por priorizar más el mensaje político que la música. Peleado definitivamente con Neil Young por haber cuestionado a una de sus novias. Rota su relación extensa con Graham Nash por su despreocupación en sostener el proyecto musical. Crosby ensaya, a uno y otro lado, una autocrítica feroz y definitiva, como quien intenta exculpar sus propios dolores. Porque a fin de cuentas, Crosby se descubre solo en este mundo y a esta edad. “Los principales sujetos con los que hice música ni siquiera me hablan. Ninguno. A todos les caigo mal”, dice con una resignación y una tristeza que resulta aún más abismal que la de quien minutos antes desmenuzaba con lucidez el poder de la droga (“Solo la primera vez se siente maravilloso. Luego solo intentas volver a alcanzarlo”). Y si su salida de los Byrds le sirve para enfrentarse a ese joven que era, para descifrarlo como “bobo, con nada de cerebro, difícil”, la ruptura con Nash y Stills la resume cuando señala que “vieron a la banda irse a la mierda porque yo no podía hacer mi parte”. El hombre está solo con su presente. Su pasado es algo que solo puede evocar con esa tristeza que es apenas un disfraz de la angustia.
5. La otra cuestión está en otra frase que dice en relación con la muerte de Christine. “Nadie te prepara para la muerte”, dice, como un resumen de la devastación que produjo esa muerte. Pero esa idea se reconecta con algo que menciona al comienzo del documental respecto del miedo a la muerte. Porque, a fin de cuentas, el documental no retrata la carrera del músico, sino su relación con la muerte, a partir de la centralización en la idea del tiempo. El tiempo que pasó y el tiempo que queda. En el tiempo que queda, Crosby arranca una gira que lo llevará por los Estados Unidos durante seis semanas. La gira es un espacio de expresión de esas dudas del músico y también de su mujer, que no sabe si volverá a casa. Crosby oscila entre el gusto y la necesidad: “Amo cantar pero odio irme de casa”; “Salgo de gira para poder comer y pagar mi hipoteca”. Los médicos le han dicho que no haga esa gira, pero debe hacerla, necesita hacerla, tal vez como una forma más de enfrentar a la muerte. Hay una señal en un punto de ese camino que resuelve el dilema: el hombre está agotado, no puede cantar tantas noches seguidas. Verlo regresar a su casa y fundirse en el abrazo con Jan es como el regreso de un hombre que ha vuelto de una guerra, otra vez, con más heridas.
7. Estamos en el presente. David Crosby parece haberse rescatado a sí mismo después de todo –incluso de la temporada en la cárcel- y saca un disco tras otro, quizás para compensar los años que ahora ve como perdidos. Cuatro discos en cinco años, más uno nuevo que graba después de esa gira. El presente es música, en fin. “¿Nada de música? Eso no es mundo para mí”, dice al comienzo. Al final del recorrido, en el mismo sillón, después de evocar todo lo perdido, en términos de amigos y hasta de socios musicales, subraya “Lo que puedo hacer es música. Solo. Para demostrar que valgo”. David Crosby atraviesa el documental como un hombre herido, pero necesitado. Lo que necesita no es pedir dinero. Pide tiempo. Nada más que tiempo, para poder seguir haciendo música. “Es lo único que tengo para ofrecer”, dice. El hombre que ofreció su vida, solo necesita que le den un poco más de tiempo. Para recordar su nombre desde la música. Para que recuerden su nombre junto con su música.
Calificación: 9/10
David Crosby: Remember My Name (Estados Unidos, 2019). Dirección: A. J. Eaton. Fotografía: Ian Coadd, Edd Lukas. Montaje: Elisa Bonora, Veronica Pinkman. Entrevistas: David Crosby, Jackson Browne, Cameron Crowe, Jan Crosby. Duración: 95 minutos.
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