
La directora francesa Claire Denis bien podría ser llamada “la dama de las colonias”, pues a lo largo de su filmografía la colonización y sus efectos ha sido uno de sus ejes temáticos. En su última película, Con amor y furia (Avec amour et acharnement, 2022), este rasgo autoral sigue estando presente como marco de un melodrama ambientado en la época contemporánea, que toma del género clásico el arco temporal extenso, la pasión anómala e irrefrenable, el pasado que regresa y no puede superarse, pero empleando una puesta en escena moderada, interpretaciones viscerales, pero de tono más realistas y un menor peso del desenlace fatal. La película está basada en fragmentos de la novela Un tournant de la vie (2018), de la escritora francesa Christine Angot, cuya escritura se caracteriza por lo autobiográfico y por exponer un erotismo tumultuoso, oscuro.
Las imágenes del comienzo nos presentan un espacio idílico y romántico. Es una escena de vacaciones en una playa paradisíaca, con mucha luminosidad (que la directora acentúa capturando la belleza de la refracción del sol sobre el agua), donde una solitaria pareja en su madurez se ve envuelta en la feliz ternura del amor. El tono cambia en la escena siguiente: el túnel oscuro del regreso del tren a la ciudad de París presagia lo que vendrá, la rutina cotidiana y el regreso de un viejo amor de la mujer. La monotonía de la vida compartida en la que Sara (Juliette Binoche) trabaja como prestigiosa locutora en una radio y Jean (Vincent Lindon) es una antigua estrella del rugby, retirado por una lesión y signado por la desgracia (una pena en prisión que devaluó su imagen para reinsertarse en el mercado laboral), se puntúa a través de esos cielos grises plomizos y una paleta de colores apagada en las escenas de día. Mientras tanto, el retorno del maldito pasado se ve enmarcado principalmente por escenas que acontecen en lo oscuro de la noche.
Un día Jean recibe la llamada de su viejo amigo François (Grégoire Colin) proponiéndole trabajar como reclutador en su nueva agencia de jugadores de rugby. Este amigo de Jean era la pareja de Sara hace10 años, cuando ellos comenzaron su relación. Los tres no se han vuelto a ver desde ese entonces. Para Sara se trata de un amor del que quedan resabios, pues se retiró del vínculo por decepción pero sin dejar de amarlo. Se trata del típico amor pasión, tempestuoso e irracional, el retorno del fantasma del pasado del que quedan cenizas para que un nuevo encuentro pueda rápidamente reanimar. De hecho en este punto es interesante cómo Denis filma el primer encuentro entre Sara y François, en la fiesta de inauguración de la agencia: ella, enfundada en un tapado de piel, se lo quita al acercarse a él, dejando al descubierto el vestido que muestra sus curvas de mujer deseante; los cuerpos se rozan con ardiente pasión contenida; la temporalidad ralentizada cifrando el tiempo subjetivo de un encuentro fugaz y a la vez eterno. La escena reviste una sensualidad inédita que no encontramos ni siquiera en las escenas de sexo de Sara con Jean, enmarcadas en la ternura del amor. Y la directora acompaña esas escenas con un interesante contrapunto musical, entre la candencia armoniosa y candorosa de las escenas románticas entre Sara y Jean, y una música perturbadora e intrigante, que captura (junto a las emociones en primer plano del rostro de Binoche) lo angustiante y al mismo tiempo excitante que es la irrupción del deseo para Sara. Esta dimensión oscura del deseo, que nunca apunta al bien, está situada en los dichos de Sara tras recibir el primer mensaje telefónico de su amante: “Amor, miedo, noches sin dormir, el teléfono junto a mi cama, sentir que me mojo.”

En este punto resulta interesante detenerse en ciertos elementos de puesta en escena que emplea la directora para situar la irrupción del pasado en la vida de Sara y Jean: el ventanal que da al balcón, que se interpone entra ambos, marca lo que los distancia y separa; el espejo del botiquín del baño donde Sara se refleja señala su disociación entre la vida de apariencia con Jean y la pasión verdadera con François; ambos motivos son propios del melodrama clásico. Queda entonces configurado el trío del melodrama, en el que Denis nos presenta a una mujer dividida entre el amor y el deseo, donde no puede optar por uno o por otro pues cada uno de los hombres tiene lo que al otro le falta. Esta dimensión la transmite muy bien el título que nos presenta una conjunción entre el amor y la furia de un deseo que no puede ser contenido o aplacado (que se expresa en el “acharnement” del título en francés que se traduciría como implacabilidad). En François encuentra la libertad del deseo respecto de la rutina de pareja; en Jean al hombre estable, que permanece, pero que no termina de funcionar como freno a la pasión desbordada y al mismo tiempo presencia necesaria para que el deseo por François se mantenga. El deseo sólo se sostiene y circula en tanto hay tres. Si Sara consumara su vinculo con François, el deseo se desvanecería.
En tanto trío de melodrama se instituye porque ninguno de los tres pueden dejar de estar juntos, pero tampoco pueden estar separados. Jean amaga varias veces con dejar a Sara, pero vuelve. Sara y François no pueden sustraerse al empuje del deseo. Pero aquí no se trata de poliamor, donde todo es aceptado y hablado, borrando la dimensión subjetiva, conflictiva y el pathos en juego. Aquí los personajes sufren por amor. En este trío, Jean es el personaje que más sufre, que soporta las videollamadas y mensajes nocturnos, los encuentros furtivos entre los amantes y la falta de registro de Sara hacia él, obnubilada por ese deseo indomeñable por François (donde se vuelve clave su atención al celular en la escena hacia el final en la bañera, más que a las palabras de Jean).
Otro modo de leer el título del film es abordándolo desde las caras de la dimensión romántica: amor y odio no dejan de estar presentes, no como ambivalencia afectiva sino como componentes intrínsecos. De ahí que Lacan acuñe el término odio-enamoramiento y que el habla popular diga que del amor al odio hay un sólo paso, del mismo modo que Jean dice, en su arranque de furia ante la victimización de Sara: “Tenías al ángel, ahora tendrás al diablo”. Mientras que el amor pasión aspira a la unión absoluta, a hacer del dos en uno; el odio es separador, es tributario de la hiancia, de imposibilidad de complementariedad perfecta y estructural que subyace a la aspiración del amor a la totalidad.
Quizá por eso Jean es el personaje que puede cambiar. Sacrifica su amor por Sara pero obtiene a cambio una compensación simbólica: al abandonar el goce masoquista de la dimensión del tercero excluído recupera el gozo de la vida. Hay un restablecimiento para Jean de la relación con su hijo adolescente, Marcus (vínculo de entrada conflictivo, distante y disarmónico, signado por la crisis propia de la edad de Marcus y por la ausencia paterna), y la posibilidad de retomar su propio proyecto en el deporte. La caída del celular de Sara al agua de la bañera y su caducidad irrecuperable marcan la disolución del trío de melodrama. Puntúa para ella ese lugar del ni («sin el pan y sin la torta»), implícito como reverso de su división entre el hombre el amor y el hombre del deseo. Y, al mismo tiempo, deja a François en el lugar de la dimensión imposible del deseo, siempre evanescente, inalcanzable, trunco.

Como se situó al comienzo, el melodrama romántico, no queda por fuera de la preocupación de Denis por la colonización y sus efectos. Aquí lo que vemos no es, como en su opera prima Chocolate (1988), la colonización francesa en tierra africana y la diferencia racial como aquello que imposibilita el amor y que a la vez acicatea el deseo por la dimensión exótica del otro de color, sino el efecto de exilio de los conquistados de sus expoliadas tierras natales con miras a forjarse un futuro mejor en las tierras del conquistador, que funciona como marco actual respecto de la centralidad de la trama romántica. Esto se plasma en la entrevista radial que Sara realiza a la activista libanesa que refiere el éxodo masivo de los jóvenes libaneses, y también en la presencia del inmigrante africano en París, siempre como ciudadano de segunda (la técnica de sonido en la radio, los empleados de bancos, de farmacias o de seguridad son afrodescendientes). Y también en la referencia a la pregnancia del pensamiento blanco en los propios inmigrantes, condicionando a la identidad africana o arábiga a la inferioridad en sus aspiraciones, punto que también se despliega en la conversación de Jean con su hijo Marcus respecto de su orientación para el futuro.
Con amor y furia, sostenida en las magistrales interpretaciones de Binoche y Lindon, da cuenta nuevamente de la destreza de Denis para trabajar el género y reversionarlo, como antes lo ha hecho con la ciencia ficción en High Life (2018) o con el bélico en Bella Tarea (1999), y al mismo tiempo conservar sus marcas y preocupaciones como autora.
Calificación: 8/10
Con amor y furia (Avec amour et acharnement, Francia 2022). Dirección: Claire Denis. Guión: Christine Angot, Claire Denis. Música Stuart Staples, Tindersticks. Fotografía: Eric Gautier. Edición: Sandie Bompar, Emmanuelle Pencalet, Guy Lecorne. Elenco: Juliette Binoche, Vincent Lindon, Grégoire Colin, Bulle Ogier, Mati Diop, Issa Perica, Hana Magimel. Duración 116 minutos.
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