
El festival de Mar del Plata en su 35º edición nos encuentra en casa, ante una plataforma que nos permite, a pesar de los condicionamientos que impone la pantalla hogareña, mirar cine. Rescatemos esto como lo necesario, fundamental y más importante. Dentro de la Competencia Argentina nos encontramos, en parte gracias a ello, con películas notables como Un crimen común, que funciona en varios niveles.
La propuesta del director Francisco Márquez, de quien tenemos una grata referencia por su co-dirección en La larga noche de Francisco Sanctis (2016), está estructurada desde el suspenso y la subjetividad, en función de establecer una crítica social e institucional. De esta forma, tanto como en la antes mencionada, pone en evidencia al silencio como el gran aliado social de la clase media, aunque este no alcance para apagar la culpa que conlleva mirar a un costado, o esconderse, como en este caso.
En forma de thriller psicológico con toques de terror, la puesta en escena nos conduce por el laberinto mental de Cecilia (Elisa Carricajo), madre separada y profesora universitaria, que en su cordialidad y conciencia de clase nos genera identificación de forma inmediata. Sin embargo, aquella estructura que (nos) brinda cierta tranquilidad gracias a su trato humano y mirada progresista, se va desarmando a partir de una nochede la que no habrá retorno. Sin dudas, la brillante actuación de Carricajo, cuya transformación se revela en los gestos, motiva esta identificación.
La cámara no da tregua a la protagonista. Como un ente paranormal la acosa, la persigue y la expone sin darle respiro. En sus movimientos, que a veces son anticipatorios, representa la posible existencia del aquel espíritu que nos genera sensaciones encontradas, que mutan desde el sobresalto a la angustia; o a su misma conciencia, que le pesa tanto por su actuar como por el desenlace de los hechos.

Las primeras imágenes que funcionan como metáfora, y de las que Márquez se sirve en más de una oportunidad, nos suben a un tren fantasma lleno de bestias clásicas de ficción donde prima la oscuridad. Pero entre Frankenstein y King Kong, en el afuera recién encontraremos al verdadero monstruo de esta película, uno demasiado real: la gendarmería, que por la noche emerge hostigando a los pibes por portación de gorra. Mientras tanto, la autodeclarada clase media -e incluso la misma protagonista, que se muestra fuera de los prejuicios habituales-, se deja llevar por ese miedo impuesto por la estigmatización y los estereotipos, por la construcción social del “otro”. Es decir, ese miedo a lo invisible, a lo que no existe en la realidad, a lo imaginario.
La otra temática que aborda Márquez, no menos importante, es la crítica a las estructuras rígidas de la educación academicista, que a veces olvida en el abordaje del objeto de estudio el verdadero objetivo. Se muestra en la precisión del lenguaje disciplinario que utiliza la protagonista, estudiado casi de memoria ante una clase repleta de estudiantes en la UBA, que hace ver a las Ciencias Sociales casi como si fueran Ciencias Exactas. Limitada a ciertos autores, deslegitimizando en un principio el estudio de campo, en el devenir de los hechos este rigor que pregona empieza a desmoronarse. Así comprende que el programa está viejo, desgastado y es superficial; la clave está en formar, en comunicar conocimiento y en abrir discusiones, más que en imponer posturas doctrinarias subrayadas en los libros.
Con un marcado contraste entre el afuera y el adentro, entre la noche y el día, y con cierto toque noir, entre sombras, humo y persianas americanas, la estética general de la película logra un efecto sensorial que sin dudas atrapa. La definición de los planos sonoros es destacable, porque aportan no sólo al suspenso, sino también ese “estar ahí”, es decir, la representación de una realidad que, lamentablemente, se siente cotidiana. Quizás en algunas escenas estrictas de guión se pierde la armonía, pero se recupera al instante cuando tanto la cámara como la actuación se ponen en sincronía recuperando el hilo conductor. Sin dudas Un crimen común, que ya desde su título destaca la denuncia, es una de las imperdibles de este Festival en formato 2020.
Un crimen común (Argentina/Brasil/Suiza, 2020). Dirección: Francisco Márquez. Duración: 96′. Competencia Argentina. Disponible: 24, 25, 26 de Noviembre.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá:
Malísima.
Moralista, con aires de superioridad, como un manual de boy scouts.
Todo lo que hacen Francisco Márquez y su socia Andrea Testa tiene un mismo propósito: esclarecer a las masas adormecidas por la cultura burguesa.
Ellos no hacen cine, hacen herramientas para cambiar el mundo.
Incluso lo explicitan sin pudor cuando dan entrevistas.
Son una mezcla de Grabois y el Maestro Amor.
Insufrible.
Así y todo, su peli anterior (La larga noche) estaba medianamente bien, no era tan burda en su intento moralizante. En cambio «Un crimen común» ya es burda desde el afiche.