“Por un momento, he olvidado quien soy y donde estoy” escribió Primo Levi en su doloroso, pero necesario libro titulado Si esto es un hombre. La frase bien podría resumir el conflicto interno del protagonista de la película y exponer de manera directa al antagonista: su propia memoria.
Recuerda es una road movie atípica protagonizada por un personaje atípico para este tipo de relatos. Christopher Plummer encarna a Zev, un anciano que ya no puede correr, se mea encima, sufre demencia y no tiene más fuerza que la de su propia voluntad, pero sin embargo lleva adelante de manera magistral este thriller sobre la memoria histórica, la venganza y la culpa.
El relato que narra Egoyan es simple y sin mucho enrosque: un anciano con alzhéimer escapa del asilo donde reside para ejecutar una venganza planificada pacientemente durante años en complicidad con otro abuelo. Ambos fueron prisioneros en Auschwitz y perdieron allí a sus familias a manos de un comandante nazi al que Zev prometió asesinar una vez que su mujer hubiera dejado este mundo. El pacto entre los viejos -a diferencia de sus cuerpos frágiles y marchitos- parece irrompible, y gracias a esa fuerza que se supone cimentada en la amistad, la venganza y la sed de justicia por mano propia, Zev se embarca en el posiblemente sea su último viaje, la aventura final.
Esta venganza cimentada en un asesinato vindicador en pos de la memoria histórica y del recuerdo de su familia es todo lo que le queda a Zed. No existe otra motivación más que esta última misión arriesgada, peligrosa por demás para un anciano, a la cual no se puede rehusar. El límite es la muerte, lo que pase luego no importa, no hay nada más allá para Zev. Tampoco para su víctima.
De esta manera, un inspiradísimo Chistopher Plummer sale en busca del asesino de su familia y, casi como en un videojuego, va sorteando diferentes niveles y “enemigos” que representan a diferentes actores de aquella guerra que dejó millones de muertos y un pueblo destrozado. Así, con la ayuda de su compañero de asilo que lo va guiando casi como si fuese un agente secreto y lidiando con la enfermedad que muchas veces le impide recordar quien es, donde está y por qué está allí -y usando el recurso de anotar los sucesos, similar al utilizado en la película Memento– recorre un tortuoso pero recto camino hasta llegar al jefe final, el big boss de este juego de la muerte.
Una pregunta que suele hacerse en el arte es cuándo se puede bromear o no tomarse tan en serio una tragedia. ¿A partir de qué momento se puede usar el tema de forma banal o utilizar la historia para una ficción de puro entretenimiento? Para muchas personas utilizar cierto contexto del holocausto como excusa para narra un thriller con ribetes de road movie puede ser una afrenta. Supongo que desde que Tarantino se animó a jugar con el relato de la segunda guerra mundial para darle forma de venganza fantástica y violenta en su ucronía Bastardos sin gloria (2009) -donde se da el lujo de acribillar a tiros a un Hitler histérico-, muy bien aceptada por el gran público, se abrió una especie de peaje para contar este tipo de historias más lúdicas y poco históricas, siempre y cuando se trate a las víctimas con el debido respeto.
Recuerda es entonces un relato sombrío sobre el pasado reciente y doloroso, un tour de force que indaga en los mecanismos de la memoria, la fuerza de los recuerdos y el poder de la venganza.
A pesar de esto no es una película profunda, pero tampoco ahistórica. El viaje de Zev alrededor del país -y cruzando fronteras para adentrarse en países extranjeros- tiene un ritmo que contrasta con la lentitud de sus pasos y el suspense muchas veces llega a picos elevados de emoción. Lamentablemente el climax, a pesar de un punto de giro fuerte -y posiblemente inesperado- carece de emoción, y la tensión que desbordan otras escenas menos decisivas está ausente, o más bien se siente impostada por planos casi de novela del prime time difíciles de encajar ya no solo en la película, sino en toda la filmografía del director canadiense.
La secuencia en la casa del policía nazi (Dean Norris), promediando el segundo acto, es el mejor ejemplo de la angustia y la tensión que puede transmitir Egoyan cuando dirige a dos personajes que están bien interpretados, compuestos de manera impecable por buenos actores que se encuentran frente a frente y le sacan todo el jugo a una puesta de cámara acertada. A veces no hace falta nada más que dos hombres enfrentados y un perro para empapar al espectador e ese suspense del que tanto gustaba Alfred Hitchcock.
Quien busque en Recuerda al Atom Egoyan de antaño se llevará una desagradable sorpresa. Hay muy pocos links a los inicios de su filmografía en esta película. Más bien tenemos otra faceta del mismo director de El liquidador (1991) o El dulce porvenir (1997), una que busca entretener contando un thriller casi sin subtramas, directo, con pocas capas de profundidad pero con un gran ritmo, un Egoyan que aún mantiene el vicio de seguir indagando en la memoria histórica pero desde otro punto de vista y distinto ángulo, menos solemne, con más fuegos de artificio que ideas hondas, pero aun así con verdaderas ganas de contar una historia.
Recuerdos secretos (Remember, Canadá/Alemania, 2016) de Atom Egoyan, c/ Christopher Plummer, Martin Landau, Dean Norris, Jürgen Prochnow, 94’.
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