begin-again-poster01“Trato de parecer sorprendido/ pero es todo actuación/La película podrá ser nueva/

…pero la banda de sonido es la misma”

(Passion is no ordinary word. Graham Parker, 1979)

 Había una vez. Raro en mí, tan abocado a reunir información insignificante –pero no saben lo lindo que es cuando encaja como pieza valiosa y uno menos lo espera-, la cosa es que me había olvidado que John Carney había dirigido en su patria nativa nada menos que Once (2007), película irlandesa que tenía músicos-actores como protagonistas y personajes, y que en su sencillez cautivaba con un boy-meets-girl bien proletario y sin demagogia, en la línea de The Commitments (Alan Parker,1991), con quien compartía en el protagónico a Glen Hansard. Muy por debajo de esta línea, pero en la misma tónica, recientemente escribimos sobre Mi gran oportunidad (David Frankel, 2013), la historia del muy real Paul Potts, de familia obrera y fanático de la ópera, que ganó la primer edición del concurso Britain’s Got Talent. Su protagonista, el comediante inglés James Corden, tiene un papel en ¿Puede una canción de amor salvar tu vida?, el  ¿esperado? ¿temido? salto de John Carney al mainstream estadounidense. Ahora bien, qué difícil es llevarse el barrio a la gran ciudad, y los músicos bohemios o idealistas a la fábrica de sueños que hoy es solamente… una fábrica.

No. Es muy poco probable que una canción de amor le salve a uno la vida, a algunos más bien se las puede terminar de arruinar. Es el caso de esta película, con un título original de resonancias tan lernerianas como trilladas (descartado el “Can a song save your life?” inicial, créase o no), que intenta un cuento de hadas con mucho de aquel idealismo irlandés de suburbio, pero termina atrapado en un embotellamiento de lugares comunes en Manhattan, redondeando una inocente diatriba a la despersonalización de la música y de los músicos, y la voracidad ilimitada y cruel de las empresas editoras.

Al cruzar el charco Carney se trajo un guión coherente con sus obsesiones (también fue músico y eso se notaba en el tratamiento de la historia en Once) y a Corden, y en Estados Unidos lo esperaba un dream team de actores de punta: Mark Ruffalo, que la viene levantando con pala y a quien hace un mes nomás lo vimos como un adicto al sexo en Gracias por compartir; Keira Knightley, que por una vez no va a sufrir tanto, acá la pasa más que bien y era hora de un cambio de registro; y Catherine Keener, diosa del cine semi independiente que siempre ha merecido mejor suerte. ¿Qué podía fallar?

Keira-Mark

¿Puede la low-fi salvar tu vida? La anécdota argumental de Carney es tan simple, directa y noble que uno le desea buena suerte y más que suerte: productor musical (Ruffalo)  en franca crisis psíquica, física y económica cuya última carta de redención se le presenta epifánicamente en uno de sus tropezones nocturnos, en la voz de una cantante amateur (Keiraaaa), diamante en bruto que se niega a ser pulido. Una descripción esquemática de situaciones –por caso: la crisis matrimonial de Dan y la insostenible relación con su hija, el ámbito que rodea al empresario musical exitoso, la relación de Gretta con su novio (Adam Levine, de Maroon 5), también cantante pero exitoso-, sumada a lo demagogo del tratamiento, la mandan en penitencia al canasto de las buenas intenciones. Los dos protagonistas buscan salir del pozo en un despiadado-mundo-materialista: él para volver al ruedo sin transar como su ex socio, y ella para vengarse de su novio infiel y vendido al oro del pop radial. A tal fin, y sin un dólar, ganarán la calle grabando su disquito en callejones con músicos callejeros, para ver qué pasa luego con ese inconmovible magnate discográfico. Baby remember my name. En los 60 y con Julie Andrews, Rita Pavone o Violeta Rivas, hubiera sido un golazo.

Una canción puede salvar algunos trapos. En una de las aisladas secuencias interesantes, donde emerge algo de la marca del director, Dan y Gretta salen a pasear y, unidos por el cordón umbilical de respectivos auriculares enchufados al mismo Iphone, hacen un contrapunto de gustos musicales. “Eso es lo que amo de la música, repentinamente convierte un escenario banal en algo lleno de significado”, dice él mientras escuchan juntos, pero por separado, As times go by por Luis Armstrong. Lástima que es parecido a lo que sucede con la película, solamente cuando las canciones (cantadas por los mismos Knightley, Levine y Corden) condimentan la narración ayudan al esfuerzo de los protagonistas por vendernos esta salvación a través de la música. Poco más.

¿Puede una canción de amor salvar tu vida? (Begin again, EE.UU., 2013) de John Carney, c/ Mark Ruffalo, Keira Knightley, James Corden, Adam Levine, 104′.

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