Por Santiago Martínez Cartier

En Jean-Luc Gordard, el desorden expuesto, los directores se proponen reconstruir aquella exposición rabiosa sobre la historia del cine que Godard creó en el famoso Centro Pompidou, luego de que los organizadores del centro le negaran el permiso para llevar a cabo una instalación, llamada Voyage(s) en utopie, por cuestiones de presupuesto. La película cuenta con el director y productor André S. Labarthe como guía narrativo, presentado en el comienzo casi como un personaje de la nouvelle vague que empieza a entablar un diálogo tácito con el Jean-Luc Godard de las imágenes de archivo.

Labarthe irá develando poco a poco cómo fue que Godard gestó el proyecto, la completa experiencia sensorial que tenía planeado ofrecer, las trabas burocráticas que se lo impidieron, y, finalmente, la instalación con tintes apocalípticos que terminó por presentar. Esta última instalación, la que pudo ser visitada veinte años atrás, era el orden del desorden, y mediante el caos representaba la ruptura de un mundo que para Godard estaba lejos de tener arreglo. Al director no lo dejaron hacer su arte, entonces creó el contra-arte.

La estructura narrativa de la película, que en un comienzo parece lineal, termina por resquebrajarse al no tener una base sólida, y pasa a volverse, en lugar de la película ensayística que se propone ser, una carta de amor al mismo Godard. De parte de Bholer y Gailleurd, y de parte de Labarthe, que cada vez que observa en pantalla una imagen de Jean-Luc, como si fuera la de un santo, se sonroja y conmueve. Así, los momentos de mayor calidez de la película se encuentran en las inusuales imágenes de archivo, y en esa nostalgia que reclama la vuelta del apogeo de la nouvelle vague.


Jean-Luc Godard, le désordre exposé (Francia/Suiza, 2012) de Oliver Bohler y Céline Gailleurd, c/ André S. Labarthe, 64’.

Por Marcos Rodríguez

Las dos películas codirigidas por J.P. Sniadecki que se presentan en el DocBsAs comparten la idea de explorar un espacio geográficamente delimitado de la China contemporánea: People’s park fue filmada en el parque de Chengdu, en Sichuan, y Yumen, como indica su título, se filmó en la ciudad de Yumen. Uno podría hablar del enfoque antropológico, del SEL (Sensory Ethnography Lab, de Harvard, centro dirigido por Lucien Castaing-Taylor, director de Sweetgrassy Leviathan), pero el contexto universitario/científico no es el mejor marco para hablar de estas películas, incluso si hablamos del SEL, un centro que en no demasiados años ha producido una cantidad importante de documentales importantes. People’s park y Yumentienen dos propuestas fuertes y antagónicas, siempre interesantes.

Estrenada en 2013, Yumen es la cuarta y hasta ahora última película de Sniadecki y su exploración de los espacios y sus significados roza lo ficcional, con una puesta en escena evidente y articulada sobre los sentidos que se extraen de los edificios abandonados de la que alguna vez fue una ciudad próspera. La cámara (la película se filmó en 16 mm y por momentos juega a poner en evidencia de manera ostensible la materialidad de su soporte) explora las ruinas de la prosperidad petrolera: galpones venidos a menos, edificios de obreros totalmente vacíos. Existe todavía una Yumen viva: la intuimos en las perforaciones activas, la entrevemos cerca del final en una toma que nos permite ver un mercado y gente en su vida cotidiana; pero Yumen elige concientemente buscar en otros lugares. Sobre las calles de ripio vacías, las paredes descascaradas y los salones huecos, van apareciendo figuras: voces, perfiles lejanos (es lindo el trabajo que hace la película con los planos generales muy abiertos, en los que las figuras son apenas puntos lejanos), personajes que se van construyendo a través de textos no del todo claros, con ligeras interacciones, con acciones mínimas o pasos de baile repetitivos. Son fantasmas que no deberíamos ver en un documental tradicional: proyecciones de la cámara que busca, como un brazo del propio espectador que le permite tocar y recorrer esos espacios vacíos, abandonados, espacios en blanco sobre los que proyectar algunos pocos datos sobre Yumen y varias figuras poéticas que sirven para dar reverberación a las imágenes que captura la cámara. 

People’s park, de 2012, es la película anterior de Sniadecki. Donde Yumen hablaba de la muerte, los espacios abandonados y los fantasmas (así como articulaba los sentidos a través de una puesta en escena sencilla pero claramente planificada y encuadrada), People’s park es una película viva, hiperpoblada, fluida. Los 78 minutos de PP corresponden a un único plano secuencia que se dedica a recorrer suntuosamente un sábado en un parque al que van los habitantes de Chengdu para relajarse, pasear, comer, reunirse, cantar, bailar, dormir, jugar juegos de mesa, etc. No hay voz en off, no hay personajes (o, mejor dicho, hay cientos de personajes fugaces), no se construyen metáforas: la película simplemente pasea por un parque que parece rozar lo infinito, que en cada rincón tiene nuevas cosas, donde la gente se reúne en alegre convivencia. Los momentos de People’s park son hermosos y pasajeros. El momento final, con gente de diferentes generaciones bailando al compás de música pop, es uno de los más vibrantes que pueda ofrecer el cine.

Yumen (EUA / China, 2013), de J.P. Sniadecki, Xu Ruotao, Huang Xiang, 65′.
El parque de la gente (EUA / China, 2012), de J.P.  Sniadecki, Libbie D. Cohn, 78′.

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