En El tercer hombre, la película de Carol Reed basada en la novela de Graham Greene, Orson Welles decía a través de su personaje, el terrible Harry Lime: -¡Democracia! Suiza lleva 500 años de paz y democracia, ¿y qué ha producido después de todo ese tiempo? El reloj cucú.
La visión pesimista de Graham Greene y el Oso Orson se mantiene, aunque atenuada, luego de ver La gran noticia, película suiza que agrega un débil mérito más a los logros de la democracia helvética. Año 1974, una radio del sistema oficial suizo, una cronista ambiciosa que busca conducir su propio programa, un director de la emisora, burocrático y poco dispuesto a los cambios, al mismo tiempo amante de la periodista y sospechado acerca de su sexualidad por el resto de sus empleados. Hay una misión en Portugal para la amante ambiciosa: relevar los resultados de los distintos programas de ayuda prestada por Suiza al atrasado Portugal, que atenazado desde hace décadas por una dictadura fascista, parece dormir una siesta medieval en pleno auge del capitalismo y de la agitación de izquierda que recorren al resto de Europa.
Una primera observación: la ayuda económica de un país supuestamente democrático a un régimen falangista, opresor de los portugueses y explotador de las colonias africanas, es tomada con naturalidad costumbrista por la película. No es que le exijamos corrección política, sino que la dinámica de la vida política y social de un país, o de una época, también entran en el objetivo de una comedia – ver el ejemplo supremo de Ser o ser de Ernst Lubitsch para mejor ilustración-. Aquí, cuando la joven periodista se ha resignado a viajar, acompañada por un veterano cronista de guerra con traumas de memoria sufridos en Vietnam, con quien desde el principio se detestan, encuentra que la supuesta ayuda es irrelevante (el aporte más significativo parece, justamente, un reloj donado a una escuela), que Portugal sobreabunda de falangistas y campesinos iletrados, y que la frustración de la nota encargada será un obstáculo para su carrera; dispuestos a volver a Suiza –con el agregado de un adolescente local fanático de las películas de Marcel Pagnol- se cruzan con la Historia: es el 25 de abril de 1974, día en que se produjo en Portugal la revolución de los claveles, tal vez el único caso en Europa Occidental en el que un grupo de oficiales de jerarquía media de las fuerzas armadas, casi todos de formación marxista, derrocaron a una dictadura y permitieron la instalación de un sistema democrático.
Banderas rojas, gente en las calles, liberación en lo político y en las costumbres, simultáneas y radicales ambas; sexo, sudor y lágrimas (de alegría) mezclados; los cuerpos se unen en figuras triangulares o de otro orden geométrico, la heterosexualidad es abolida junto con la dictadura, el imberbe fan de Pagnol descubre en su cuerpo lo que antes solo había visto en las películas.
Semejante despertar orgiástico es observado por el director Baier con el mismo interés que podría esperar la aparición del pajarito cucú junto a las campanadas del mediodía. Dionisio no anduvo por Suiza. La intensidad, la concentración de las acciones son requisitos cuando Eros anda suelto. Recordemos otras películas con triángulos periodísticos, no necesariamente comedias: la notable Bajo fuego de Roger Spotiswoode; Nolte, Joanna Cassidy y Hackman en una trama de amores cruzados durante la revolución sandinista de 1979; o Hechizo del tiempo del recién difunto Harold Ramis, Murray y Mc Dowell descubriéndose, a sí mismos y al otro en un pueblo y una trama fantásticos de raíz borgeana.
En cualquiera de estos casos (también en El año que vivimos en peligro, en la que Peter Weir erotiza a Gibson y Weaver en la tórrida revuelta contra Sukarno), ya se trate de drama o comedia, importa la vehemencia, el deseo reunido o contrapuesto, manifestado en equívocos risueños o en encrucijadas de vida. Nada de esto puede ofrecer Baier, hombre correcto y de buenas maneras que nos informa finalmente del destino de sus personajes en la actualidad, lejanos de revoluciones hormonales o políticas, manteniendo a Suiza en su papel de relojero de la historia.
Aquí puede leerse un texto de Marcos Vieytes sobre la misma película.
La gran noticia (Les grandes ondes (à l’ouest), Suiza / Francia / Portugal, 2013), de Lionel Baier, c/ Valérie Donzelli, Michel Vuillermoz, Patrick Lapp, Francisco Belard, Jean-Stéphane Bron, 85’.
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