Los_ojos_de_Am_rica-968698876-largeDesde el título de la película, el lenguaje, con licencias de sinécdoque, se erige como patrón del relato. Los ojos de América comienza con una carta de América Scarfó, y ese texto escrito, en forma de periódico o en forma de epístola, demarca las realidades, los puntos de vista que dan forma a ese contexto creando, a su vez, fantasmas como santos o demonio; porque todo es cuestión de retórica.

La película adopta una tesitura doble para dar cuenta de los aspectos de los protagonistas: por un lado, la impronta histórica, constituida a base de material de archivo, guiada por la voz de Osvaldo Bayer, en la que el montaje se mantiene filoso y los sonidos de ambulancias, disparos y explosiones, violentan continuamente cualquier armonía. Por otro lado están los ojos de América Scarfó, quien compone la contraparte personal a la histórica, acompañados por testimonios, ya no de historiadores sino de una amiga íntima (Marina Legaz Bursuk), y en la que la única melodía son notas monocordes de alguna guitarra criolla. Los datos históricos pasan a ser secundarios porque el repaso introspectivo es más fuerte, porque las cartas de amor también son documentos. La película asume su punto de vista para narrar la historia de amor en el levantamiento contra los fascismos; y los ojos que crónicamente se recortan en los planos cortos materializan la mirada del enamorado.

Este choque entre las miserias de la realidad material y el ensueño amoroso remite también a la literatura. Es el caso de la novela romántica, y con ella la exaltación del héroe que muere joven por no poder sobrellevar el peso de la sociedad (en este caso el amor como algo libre y desligado de los ritos institucionales). La biografía del autor como modelo para la creación es otro rasgo distintivo de este género literario; de ahí la importancia del relato en primera persona y la encarnación preponderante del “Yo” en la voz en off que relata lo que la pantalla muestra de forma primero simbólica (con un personaje de ficción seccionado por el encuadre que decide difuminarlo en caso de tomar el cuerpo entero), y luego real (con archivos fílmicos de la propia América).

maxresdefaultEl lirismo también es característico del romanticismo y es encarnado por los escritos de los personajes que redundan en lenguajes poéticos, en contrapartida a las palabras herrumbrosas que espetan los diarios de la época. Dicho lirismo se transfigura en imágenes de pájaros dibujados con penumbras, el movimiento de calmas olas, y el mecer de las hojas por un viento tan suave como gentil, chocando así con la intimidación de las pardas imágenes de archivo. Es el archivo histórico el que rompe ese idilio ficcional que propone calles empedradas, sombras y colores terrosos como constitutivos de una Buenos Aires tanto más atemporal que histórica, porque recrea elementos prototípicos de la ciudad sin intención de asentar linealidades estacionales.

El documental recoge la mirada a través del papel. Severino y América compartían libros y esquelas para sublimar una pasión que se enfrentaba a la fiereza de la revolución, por lo que la escritura es lo que da forma a la relación entre ambos, y la que forja las historias de amor y de héroes. Luego del fusilamiento de Di Giovanni, un policía confiesa a la protagonista la valentía del muerto, mientras los diarios utilizan otra palabra: “cinismo”. En Los ojos de América, el lenguaje fragua mundos y honra con la eternidad esos amores que la imagen reproduce con épica en la elocuencia muda de una cruz de mármol y en la imagen de esa mirada que recuperó finalmente las letras que tanto tiempo soñó ver.

Los ojos de América (Argentina. 2014), de Aníbal Garisto y Daiana Rosenfeld, c/Osvaldo Bayer, María Eugenia Belavi, Marina Legaz Bursuk, 62’.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: