Cuando se estrenó Más allá de la vida (Hereafter, Clint Eastwood, 2010) todavía trabajaba en la revista El Amante. Si no recuerdo mal, fue la tapa del número de aquel mes de enero. Yo compartía el entusiasmo por la película, una exploración del mas allá con líneas narrativas que comenzaban bifurcadas y la muerte terminaba ensamblando con una cadencia pausada. La experiencia era comparable a levitar por un relato después del comienzo inolvidable con el Tsunami. A medida que pasaban los días muchos de los críticos del staff desfilaban por la redacción y me decían que la película no les había gustado nada; intercambiábamos ideas, se mostraban muy sólidos en sus argumentos, yo les proponía que escribieran en contra, pero todos decían alguna pavada y lo dejaban ahí. Me parecía gracioso que los críticos no quisieran hablar en contra de una película del gran Clint. Hoy, ante el inminente estreno de Francotirador, veo expresiones que me llaman mucho la atención, pero separemos las aguas y luego retomemos el tema de la crítica.
La última de Eastwood trata sobre Chris Kyle, el francotirador más letal de EE.UU. con 160 enemigos abatidos en combate. La película abre con una secuencia en la que Kyle tiene en la mira a un niño iraquí justo cuando su madre le pasa una granada; su trabajo es partirlo al medio para cuidar a las tropas. Con un flashback interrumpe la acción y nos lleva a la casa del pequeño Kyle en el sur profundo del país, a su padre y las directivas que le daba para manejarse en la vida: el cuento del lobo, el cordero, los pastores y la Obligación de cuidar a su hermano. Kyle pelea con un niño que molesta a su hermano en la escuela y tiene desde chico un talento innato para el tiro al blanco. De vuelta en Irak, la subjetiva de su mira telescópica nos muestra al niño encarando decidido al convoy americano. Un dato fáctico: los rifles de largo alcance utilizados por los Seals son de calibre 50 y tienen un alcance de 2500 metros. Su mira telescópica aumenta hasta veinticinco veces el tamaño del blanco. Tranquilamente se podría amputar un brazo o una pierna e inutilizar al enemigo de un solo disparo pero no, Kyle hace fuego sobre el niño y lo mata. Eastwood no elude la crudeza de la tarea de Kyle y la muestra sin titubear.
Bueno, este es el trabajo de Kyle y evidentemente lo sufre, cosa que en la película es remarcado una y otra vez por la sobreactuación del protagonista. Debido a la controversia que desató la película, Bradley Cooper declaró que “nosotros decidimos concentrarnos en el personaje, no en el tema político”. Eso se nota claramente. Kyle está confundido, perdido, y eso se remacha con brocha gorda, pero el problema grave viene con la contraposición, con el recorte del enemigo. Cuando la película exhibe al “Carnicero”, el súper villano iraquí, atravesando el cráneo de un nene con una agujereadora, o mostrando su guarida con cabezas en los estantes, es donde toma partido abiertamente. Otro elemento fallido es la construcción del antagonista de Kyle, el francotirador íraquí al que se muestra poniéndose una bandana mientras se prepara para matar por la espalda. El cuento abandona completamente a los padres de Kyle e inclusive a su hermano, que también va a la guerra y se ve claramente afectado. Eastwood y Kyle abandonan a todos y se concentran en su problemática. A mí no me conmueve que Kyle reniegue verbalmente de su fama de héroe en una conversación casual, ni tampoco la construcción colectiva de una nación que lamenta por miles y miles sus victimas fatales. Kyle es un boludo convertido en asesino por la política exterior de su país, a los treinta años no sabe qué hacer con su vida, ve el ataque a las Torres Gemelas por televisión y encuentra su rol en este mundo. En los múltiples regresos a su país (estuvo cuatro veces en Oriente Medio), Kyle ve cómo su esposa se hace fuerte sola criando a los hijos, pero los diálogos son tan subrayados que cuesta tomarlos en serio.
En Vivir al limite, de Kathryn Bigelow, se podía ver claramente la perspectiva del personaje de Jeremy Renner teniendo que elegir una caja de cereales entre las miles de marcas que hay en la góndola de un supermercado, todo en silencio y alternando planos generales con planos medios, para transmitir la profundidad de la angustia en contraste a lo vivido en el frente. Además, Vivir al límite no se edifica únicamente sobre el punto de vista del Sargento James; el Sargento Sanborn es el líder del equipo y quien conserva un mínimo de sentido común, difícil de sostener en un lugar como Irak; también está el pobre de Eldridge, quien todo el tiempo siente que la muerte le respira en la nuca. El enemigo esta en off en casi toda la película y Bigelow encuentra la manera de no abrir juicio sobre él. Green Zone (2010), de Paul Greengass, gran película que fue directo a DVD en nuestro país, habla a las claras de lo que pasaba en Irak en el 2003, y de las supuestas armas de destrucción masivas que no fueron sino más que una excusa de la administración Bush para atracar la región, voltear a Saddam y apropiarse del petróleo. A la película le fue muy mal en EEUU. porque denuncia la política exterior que costó miles de centenares de vidas propias y ajenas. Es narrativamente sólida y goza de una tensión digna de lo mejor del género, con un ritmo por momentos frenético al estilo de la saga Bourne, y se da el lujo de incluir el punto de vista de los iraquíes para armar el mapa completo de la situación que describe.
Volvemos a Francotirador. De nuevo aparece un chico en la mira, pero esta vez pretende alzar con dificultad una bazuca y disparar a las tropas. Kyle lo tiene en la mira, sufre, transpira, pero antes de apretar el gatillo el chico suelta el arma y corre. Kyle se derrumba anímicamente y nos va anticipando el final. El fluir general de las acciones es tedioso, salvo por algunas escenas –sobre todo las de acción- que están muy bien montadas, pero esos surcos que separan a la “buenos de los malos” la convierten en un relato ordinario. No hay manera de eludir la idea del “héroe americano” que dirige toda la construcción y se lleva puesta toda simpatía cinéfila, por más que se la emparenté una y otra vez con el western y se piense que el lenguaje cinematográfico es lo único que nos atañe al momento de escribir. Igual no pasa nada, es una película intrascendente en su filmografía, tampoco bajo el cuadro del viejo Clint que tengo en mi living, no me enojo, solamente crítico su última película y algunas decisiones.
Uno de los argumentos a favor es que la película es muy compleja. ¿Es compleja? No. ¿Es patriotera? Sí. Muchos de esos que dicen que no hay centrarse en la ideología son lo que están todo el día juzgando la moral y las buenas costumbres en las redes sociales. ¿En serio tienen eso para decir? La ideología es parte de la obra y hay que hacerse cargo cuando uno decide abrir juicio a favor o en contra; de eso se trata, entre otras cosas, la crítica. Todo lo que leo a favor de la película omite el retrato de los iraquíes que hace Eastwood, y los aspirantes a críticos le restan importancia. La MORAL cinéfila te puede volver un idiota, no hay dudas, te quita la posibilidad de discutir ciertas miradas para no correr el riesgo de que las leyes sagradas del cine te manden al infierno. Una de mis preferidas : “Sabemos que Clint es republicano, no del ala dura”. OK ¿y entonces qué hacemos? ¿No decimos nada? ¿Le pegamos a Corazones de hierro o a un chorizo nacional? Otra que hacen es desplegar el curriculum del viejo, incluidas sus antiguas y nuevas nominaciones al Oscar, como validación de sus películas en vez de argumentar específicamente sobre Francotirador. Realmente ¿eso es todo lo que tienen?
Aquí pueden leer un texto de Nuria Silva y otro de Marcos Rodríguez sobre la película.
Francotirador (American Sniper, EE.UU., 2014), de Clint Eastwood, c/ Bradley Cooper, Sienna Miller, Kyle Gallner, Reynaldo Gallegos, 132’.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: