Por amor a Trumbo, por Marcos Rodríguez.
Yo te amo, biopiccualunque. Amo tus ambientaciones cuidadas, tus anécdotas para toda la familia, tus interpretaciones tan pero tan cercanas a la sobreactuación, tu adorable y algodonado sentido de tranquilidad cósmica, tus rebeldías pasteurizadas, tus dramas y amenazas pretéritas, tus escenas reconstruidas milimétricamente a partir de fotos de la época, tus tics, los tics que invaden a todos, tus elipsis explicativas, tu público objetivo tan pero tan promediado para abajo que se le debe explicar hasta lo más obvio. Amo tu psicología barata, tus escenas que explican traumas y tus conversaciones que condensan relaciones conflictivas. Amo tu confianza absoluta, burda, infantil en la palabra. Amo tu amor por representar todo aquello que alguien que conozca tu historia de antemano ya podría haber conocido; y amo la velocidad con la que explicás en tres líneas lo que no puede ser representado. Amo tu teatro de marionetas con santos laicos (pero tan humanos, porque tienen defectos) y malos que en el fondo sólo están equivocados; amo tu humanismo universal y tibio, tu templanza generalizada hacia propios y ajenos. Amo tus largos periodos de tiempo abarcados, tu meticulosa marcación del cambio de modas y músicas, tu flujo constante de años y conflictos que asemeja un río de llanura ancho y en apariencia estático, atravesado por corrientes secretas que empujan la trama hacia el océano. Amo la convicción con la que contás historias de vida con la absoluta certeza de que una vida puede ser una historia, de que los hechos pueden encadenarse en una sola cadena, esa solidez tan opuesta al azar, al capricho, a lo absurdo o lo inexplicado. Amo, por sobre todas las cosas, tu fe baziniana en el realismo cinematográfico, en la importancia de reconstruir frente al lente lo que fue, con la idea inquebrantable de que lo que fue, fue solo una cosa. Amo tu narración lisa, pulcra, tan alejada del clasicismo narrativo porque el clasicismo conoce las herramientas del cine y las explota con precisión. Amo tus encuadres centrados, tus colores tranquilos. Amo tus galerías de artistas cuya creatividad se nos explica superficialmente, sus dramas de la vocación inquebrantable. Amo tu ausencia absoluta de pretensiones, tus temas importantes, tu puesta en escena que se acerca tanto al cine en grado cero. Me envuelvo en tus metrajes largos, en tus historias de redención, como en una gran manta de lana. Y por eso te amo.
Derivaciones de una gacetilla.
Gabriela López Zubiría: Regreso con gloria, qué nombre de mierda le han puesto.
Eduardo Rojas: Gloria es un lindo nombre. Peor sería que le hubieran puesto Regreso con mierda.
Nuria Silva: La película no es mucho mejor que digamos. Como mucho, simpática.
Andrés Fevrier: La historia es fascinante, pero apenas queda como una cosa morbosa por el modo en que está contada: a ver quiénes fueron las estrellas de Hollywood que delataron a militantes comunistas. Y el final es candoroso, acorde a estos tiempos de «concordia» política.
NS: Hay que agregar que lo mejor de la película es John Goodman, que te levanta cualquier muerto.
Marcos Vieytes: Bellísimo y sacado, como en Matiné o en las de los Coen. Ojalá que también aparezca en la última de ellos, que se viene este año.
Andrés del Pino: Goodman da pie al guiño al pseudo Castle de la de Dante. El gordo es lo más.
NS: Tendría que revisar la sitcom que protagonizó –Normal Ohio– para ver si es tan buena como la recuerdo, y tal vez dedicarle unas líneas si aparece en la nueva de los Coen.
AF: Goodman siempre suma (me acuerdo ahora de El vuelo, una película que me encanta). El otro personaje interesante es el de Louis C.K. (otro capo), que sirve para que la película plantee algunas (pocas) cosas interesantes. Y otra cosa que, creo, aparece en la película es cierto desprecio por el cine clase B. ¿Por qué una película con un tipo disfrazado con un traje berreta de gorila tiene que ser necesariamente mala?
NS: Eso es cierto, el cine clase B queda reducido a un cine no sólo barato sino también berreta, hecho a las apuradas, sin un mínimo de planificación.
MV: ¿Encima pasa eso? A mí me quedó una impresión de simpatía tal por Goodman que di por sentado que la puesta en escena también la extendía a todo lo que él representa en la película. El personaje de Louis C.K. es clave, pero problemático. Recuerdo haber leído un artículo fuertemente en contra de la película a raíz de la inclusión de él, que no existió en la realidad. No debido a esto, sino con argumentos que no retuve. Tendría que buscarlo.
NS: ¡Eso! Inventado y con un detalle interesante: la enfermedad (cáncer de pulmón, ¿no?). ¿Cuál sería el sentido de tal «golpe bajo» (lo pongo entre comillas porque no recuerdo si llegaba tan lejos en su manipulación sobre el tema)? ¿Volver indiscutible su moral?
MV: Así que además de inventado, ¿enfermo? No me acordaba. Así descrito parece menos un personaje que la enfermedad.
NS: ¿No empezaba a toser en una escena y largaba sangre? Creo que ahí Trumbo se entera de que está enfermo. El personaje-síntoma. Pero, ¿síntoma de qué? ¿De la época? ¿Del malestar interno de la industria? ¿De la propia película que cae en sus propias trampas? A la gente simplemente le va a dar pena, con la misma determinación con la que van a amar a Trumbo y odiar a Edward G. Robinson, más allá de los hechos históricos reales. Todos son personajes ficticios trabajados sobre estereotipos dignos del Hollywood más burdo y simplista. Eso le juega muy en contra. Digo todo esto sin haberla vuelto a ver, pero es la imagen que me quedó, la de personajes caricaturescos que diluyen la gravedad del asunto.
AdP: Más grave que un personaje inventado es -de ser real otra data que anda dando vueltas- que lo pongan a Edward G. Robinson como batilana. Aparentemente se lavó las manos pero no dio nombres, algo que en un momento de la película también manipula al espectador, sea verdad o mentira.
AF: Creo que el personaje de Louis C.K. funciona para aportarle algo de política a la película. Porque Trumbo es un militante comunista, pero jamás se lo ve militando (lo más político que hace es explicarle a su hija qué es el comunismo con la metáfora de los sanguchitos). Louis le cuestiona a Trumbo que sea comunista y viva en una mansión con lago propio, algo interesante que quizá no se termina de desarrollar. No conozco la obra de Trumbo fuera del cine, pero parece que una novela suya, Johnny Got His Gun (1938), fue incendiaria en su momento por sus críticas a la guerra y el imperialismo. En la película no hay nada de eso. Pero lo que más me jode es el final. No por el discurso de Trumbo, que debe haber sido así (y hasta incluso podría entender que la víctima del macarthismo tenga esa actitud de, digamos, perdón), sino porque la película decide cerrar con eso. Es, cuanto menos, ingenuo (por no decir algo peor).
MV: Siempre quise ver Johnny Got His Gun, que anduvo cerca de ser filmada por Buñuel, si mal no recuerdo, y la terminó dirigiendo el propio Trumbo a principios de los ‘70. Esta noche la miro. Kirk Douglas es tan groso, o la película tan bienintencionada, que hasta cuando un desconocido hace de él te cae bien. En verdad, la película es tan correcta que hasta Otto Preminger es simpático.
AF: Lo que más me quedó es la sorpresa de descubrir que Kirk Douglas era más petiso de lo que parecía en pantalla, un dato pavo que quizá también hable de lo que es la película.
GLZ: Políticamente es bastante flan, Trumbo aparece con una condición heroica burguesa bastante extraña a nuestros ojos, pero así y todo es gratísima de ver y eso es muchísimo más que lo que se puede decir de sus compañeras oscarizadas.
NS: No puedo ser tan optimista sobre ella.
MV: Para mí fue como volver a ver el álbum de figuritas Chapitas, que eran caricaturas de los jugadores de fútbol de los ’80: esta se parece, está no, una se da vuelta fácil, esta otra no.
Trumbo (EUA, 2015), de Jay Roach, c/Bryan Cranston, Diane Lane, Helen Mirren, John Goodman, Michael Stuhlbarg, Louis C. K., 124′.
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jajajajajaj…el dialogo final es brillante…felicitaciones!