La tragicomedia, EL (así, con mayúsculas) género yanqui por antonomasia. Especialmente en sus series de TV.

The Bear: una gran tragicomedia más por interpretaciones que por ambición.

La clase media yanqui. El “sueño americano” como liminalidad potente de esta clase. Trabajar, ¿para qué? El “sueño americano” mediando inconscientemente cualquier tipo de respuesta a esta pregunta por más que las mismas, terminen siendo todas equivocadas.

The Bear: un chef de elite (Carmen, interpretado por Jeremy Allen White) y su negocio familiar (fallido, disfuncional) heredado de su hermano muerto Mickey (John Bernthal); su obsesión por la perfección dentro de un contexto absolutamente colapsado en imperfecciones.

La perfección, su platonismo maldito. Su redención -no obstante- en la presentación de un plato, en la selección y cocción de los ingredientes, en la consumación de los aromas y colores, en el sonido de la vajilla, en el placer del gusto al disfrutar la comida, la excelencia absoluta dentro de un restaurante de elite.

The Bear: idas y vueltas de gente que la pelea en la Chicago pos Covid. Gente que la pelea con sus propios demonios y no a pesar de ellos.

La familia como fuente de toda condición… de todo condicionamiento, más bien, psico-social. Freud en su estado más visceral, más predecible, más mundano, menos teórico, más pragmático dentro de los confines de una cocina donde madre y padre faltan, sobran, atragantan, hambrean, pero, los amigos, los hermanos, salvan. Los amigos, los hermanos, siempre, de un modo u otro, salvan.

The Bear: simplemente, amor a lo que uno hace y, sobre todo, a cómo uno lo hace. La excelencia no como validación rimbombante sino como una poética del alma. Del estar siendo en este mundo.

Las cocinas en la tele. El placer sadomasoquista que parece haber en ellas, entre la dominación, la tortura física y psicológica, el dolor, la adrenalina, la sumisión, el erotismo, la humillación y el plato finalmente terminado, comido, aplaudido, vuelto show televisivo infalible.

The Bear: amar(se) en las maldiciones propias, en las heredadas, y, sobre todo, en las por heredar.

Chicago, sus restaurantes de elite, sus sangucherías, sus pastelerías, sus platos-experiencias, sus servicios de mozos, sus complejos de ciudad chica con New York, sus personajes de barrio, sus vulnerabilidades varias, variadas.

The Bear: la gran Syd (Ayo Edebiri), el hermoso Richie (Ebon Moss-Bachrach), el adorable Neil Fak (Matty Matheson)… y así: los yanquis otra vez: a diferencia de las casi desaparecidas ficciones argentinas de la tale, los actores y el guion luciéndose en primera persona.

La ficción en su punto (pigliano) más interesante: en el que parece restituir(se) algo en la vida real (¿la nuestra?) sin que sepamos exactamente qué.

The Bear: el magnetismo del capítulo 1 de la primera temporada. La belleza del capítulo 7 de la segunda temporada. La poética del capítulo 1 de la tercera temporada. Todo al dente. Todo en su dosis de cocción cinematográfica perfecta.

Media hora. A veces, cuarenta minutos. Apenas una vez, una hora. No mucho más se necesita para contar pequeñas grandes ficciones tan autónomas como necesarias para una cadena, para una trama mayor. Postre que sirve de entrada y viceversa. Plato principal siempre.

The Bear: una de las series del momento junto a Shogun y la temporada 2 de La casa del dragón. Intensa, fallida, intensa, fallida, ¡Sí, chef!, ¡¡Manos!! Y que se sirva la cuarta temporada para que realmente la tercera no padezca el sinsabor de haber estado un poco desabrida. El sinsabor de darnos un servicio final, uno que dure por varias temporadas más.

The bear (EUA, 2022). Creada por: Christopher Storer. Elenco: Jeremy Allen White, Ebon Moss-Bachrach, Ayo Edebiri, Lionel Boyce, Liza Colón-Zayas, Abby Elliott, Matty Matheson. Disponible en Disney Plus.

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