los-fantasmas-de-losada-c_7057_poster2Quería ver la película sobre la familia Losada en el Gaumont y, después de hojear la revista Viva y tomar un té en el bar Victoria (últimamente lo más gracioso del mundo lo encuentro en los nombres propios), encaré para el cine. El hall estaba lleno: las entradas allí aún cuestan ocho pesos; pienso que algunas personas que duermen en la calle por Congreso buscan reparo unas horas adentro de las salas, acondicionadas y provistas de esos aparatitos que desodorizan el ambiente con las fragancias cítricas de Glade. Al ver el documental -protagonizado por las hijas de Gonzalo Losada (hijo) y filmado por Gonzalo Murúa Losada, el hijo de la hija mayor de uno de los herederos del fundador del sello que publicó la obra de Pablo Neruda- creí comprender el destino de esa editorial. En Emecé y Sudamericana, los gerentes se referían a esa empresa con desprecio, hablaban del “viejo Losada” como un hombre terco, que se había quedado estancado, y levantaban una comisura de los labios o una ceja en señal de complicidad. Era difícil de entender. El catálogo de Losada había sido de primera calidad, y al fin y al cabo en esos años (fin de los noventa y principios del siglo XXI) era la única editorial nacional que no había vendido sus acciones a los extranjeros. Si bien en esas editoriales, entre las que habría que incluir El Ateneo, la influencia de los españoles exiliados en Buenos Aires a causa de la Guerra Civil Española era crucial, en Losada el matiz político de izquierda era más evidente que en las otras dos, donde integrantes de la burguesía local daban el tono conservador, no sólo en cuestiones estéticas. Gonzalo Losada (padre) había publicado la obra de los poetas de la Generación del 27, de Franz Kafka, de Jean-Paul Sartre, de Alberto Moravia y de Beatriz Guido, entre otros autores. También había soportado la censura judicial por la publicación de una novela de Christiane Rochefort, El reposo del guerrero. Su trabajo como editor había sido definido como un combate de trincheras de un intelectual exiliado.

Las tres hijas se reparten los roles en Los fantasmas de Losada: Elena, la mayor, se preocupa por el estado de su padre, hostil y deprimido, internado en un geriátrico; consulta a sanadores, a maestros espirituales, a psiquiatras y terapeutas. Cuenta que escucha las palabras de su padre cuando le retiran la medicación en el hogar de ancianos. Patricia, la del medio, indaga cuestiones financieras con una desconfianza generalizada (y quizás justificada) mientras, a toda costa, insiste en recuperar el archivo de la editorial. Guardado en unas cajas que nadie ha abierto en años (según el nuevo dueño de Losada, Juan José Fernández Reguera) ese archivo conserva la correspondencia del editor con sus autores favoritos y la memoria de la editorial. Las conversaciones de Patricia con Mabel Pérez Martí y con Fernández Reguera dejan entrever oscuras cuestiones privadas, estafas y alianzas encubiertas, episodios de la piratería editorial en la Argentina. La menor, Jimena, realiza las entrevistas delmaxresdefault (1)documental: a Ernesto Montequin (que la recibe en Villa Ocampo, rodeado de libros de la biblioteca de Victoria Ocampo, muchos de ellos en francés, y de los libros editados por Sur), a Fernando Devoto y a Celina Manzoni, los dos en una oficina del espantoso Hotel de Inmigrantes al que, sin invertir un peso, se quiere promocionar como un espacio cultural genial. Ambos investigadores destacan la figura de Losada -el fundador y la editorial- como una pieza clave del desarrollo cultural latinoamericano. La entrevista a Jorge Lafforgue está filmada en un bar ubicado a la vuelta del Fondo Nacional de las Artes. Los cuatro hacen los aportes históricos más interesantes de la película, vinculados con la llegada de los exiliados republicanos a la ciudad, la creación a partir de 1938 de un catálogo de literatura y humanidades único en la región, el nacimiento de una editorial en una época en que la clase media se desarrollaba en el país, la difusión del libro como objeto de prestigio, de placer y de conocimiento. Pero es Lafforgue, que trabajó como corrector, asesor literario (en reemplazo de Edgardo Cozarinsky) y coordinador de colecciones y concursos en Losada, el que advierte sobre la intriga familiar que motoriza la película. La rivalidad entre padre e hijo en la toma de decisiones, el triunfo del jefe familiar sobre el carácter débil del hijo (amante del cine y de la ópera), el envejecimiento del perfil editorial (que en parte se explica por la salida de Guillermo de Torre), la lucha de las hijas por recuperar la figura del padre sin hundir demasiado la del abuelo. “Don Gonzalo era ceremonioso -declaró Lafforgue en una entrevista- pero con el hijo era implacable.”
1a3El documental es poco prolijo, kitsch, sentimental, visualmente torpe, con extraños planos de andenes, veredas y rostros femeninos en trance. Recurre, además, a un uso de fotografías vintage animadas. Sorprende la ausencia casi total de críticas a las gestiones del abuelo y del padre de las herederas; sin embargo, la fuerza de la historia familiar, caracterizada con eufemismos (y también con disfemismos, como sucede en la escena increíble de la visita de Elena a su antigua psicoanalista), los secretos y rivalidades entre los dos Gonzalo Losada y la intimidad entre el director del documental y las protagonistas -intimidad que le permite acompañar a su madre y sus tías en situaciones privadas y en visitas a la Biblioteca Nacional o al depósito de la editorial- consiguen mantener el interés y la tensión.

Hay una gran ausente: la esposa de Gonzalo Losada (hijo), la madre de las tres Cordelias que protagonizan la película. Al parecer bella, coqueta y fría, la esposa de Losada se construye por la información que da el elenco visible del documental: es peruana, no quiere gastar dinero en terapeutas para su esposo (probablemente el geriátrico de la zona norte costaba fortunas), su marido la echa cuando ella llega de visita y su nombre nunca se menciona. Esa presencia fantasmal recrea acentos góticos en la historia de decadencia de una familia central para el florecimiento de la cultura argentina y de América Latina. A su modo, Los fantasma de Losada es también una película sobre un “parricidio cultural”, la venganza del hijo sobre el tirano del clan. El documental, que se había emitido por la TV Pública en 2015, se estrenó comercialmente dos años después de la muerte de Gonzalo Losada (hijo). El afiche rinde homenaje a las tapas de los libros de Losada diseñadas por Atilio Rossi.

Los fantasmas de Losada (Argentina, 2015), de Gonzalo Murúa Losada, ‘102.

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