1.En la clase de yoga de Gustavo (Esteban Bigliardi), de pronto, todo empieza a moverse. Con tranquilidad, Gustavo y sus estudiantes salen al patio, se ponen a resguardo. Cuando se encuentra más tarde con Vanesa, la referencia al hecho es inevitable: él habla de un sismo y ella le dice que es un temblor, que es algo habitual. Gustavo, argentino en Chile, aunque lleva diez años viviendo allí, parece no poder distinguir aún a partir de la intensidad de los movimientos de tierra. Ese desajuste revela un desacomodamiento del personaje que tiene cierta levedad, pero que plantea una distancia con el resto: no es un extraño, su dicción parece haberse mimetizado en parte (la neutralidad tonal que asumen los diálogos en Rejtman ayuda) pero no termina de encajar con ciertos modos sociales que se van revelando a su alrededor. 2.En esa escena inicial del temblor, un biombo cae sobre Steffi (Celine Wempe), una de las alumnas que no salió de la sala de yoga. Las consecuencias físicas son mínimas (apenas un corte en la nariz) pero en otro sentido son profundas: Steffi pierde la memoria de todo lo consciente, desde la escuela de yoga y su profesor hasta los movimientos que debe hacer para manejar un auto. Una sensación queda flotando: que el olvido y la memoria tienden a equilibrarse, a combinarse para restablecer una cierta armonía en las relaciones entre el pasado y el presente. Vanesa y Rodrigo, Gustavo y Laura (Camila Hirane), Gustavo y Manuel (Sergio de Brito), Steffi y Gustavo: unos y otros se complementan entre el reconocimiento y el olvido, restituyen la relación en el presente en el borramiento del pasado.

3.Un segundo temblor se produce en el último tramo de la película. Pero encuentra a Gustavo en otro lugar, durante el segundo retiro en la montaña. La situación contiene cierta ambigüedad, en tanto no es posible saber si el deambular del personaje por el bosque lo lleva a perderse o si esa situación deriva de una búsqueda. La secuencia es inusualmente extensa en el contexto de la película y está compuesta por una sucesión de escenas que muestran el avance de Gustavo adentrándose en el bosque. Esa ambigüedad se sostiene en la reacción ante el temblor, fluctuando entre el despertar y cierta indefensión. Como en toda la película, lo que se plantea es una relación extraña con el tiempo: no es posible saber cuánto tiempo estuvo allí, como no es posible determinar los tiempos entre las secuencias si no son explícitamente mencionados en los diálogos. El regreso al retiro restaura ese desfasaje. Pero algo en las palabras de Amanda resuenan en contraposición con Gustavo: “Estas paredes son fuertes, han aguantado tres terremotos”. Gustavo, en cambio, parece acercarse más a ese biombo que cede ante el mínimo temblor.

4.Hay otro proceso en el que Gustavo se va viendo involucrado. Un no lugar de pertenencia que excede su carácter extranjero. Cuando comienza La práctica (Rejtman, 2023) ya se ha separado de Vanesa y se fue a vivir a la casa de su cuñado. “Mi hermano fuma como un sapo y mi cuñada es una idiota” le dice Vanesa para argumentar por qué debe irse de allí. A lo largo de la película, pasará a alquilar una habitación en una casa y finalmente a dormir en el estudio donde da clases. Hasta puede pensarse en la forma en que Amanda le asigna habitaciones diferentes en cada retiro. Si el departamento originalmente compartido ya no guarda ningún elemento de Gustavo, lo único que persiste del pasado es el biombo, lo único que parece capaz de separar el espacio público del privado: el recuerdo de un pasado que se tuvo y ya no.

5.En todo caso, hay que entender la deriva de los personajes como un juego de ciclos y situaciones que se repiten. Como si pudieran actuar como marcas que desdibujan la noción de temporalidad. Por un lado, están los personajes que reaparecen y que forman parte del pasado aparentemente olvidado. Una suerte de mundo cerrado y autónomo que en algún momento Gustavo alcanza a definir como “un mundo de alumnos y ex alumnos”. Por el otro, la forma en que los supuestos avances desembocan en situaciones similares (el planteo a Steffi para que vaya a otro estudio, la caída en la alcantarilla, las ramas de los árboles moviéndose en el bosque). Hay allí una lógica de cruce en el que los personajes parecen condenados a encontrarse, aunque circulen por espacios diferentes. Esos cruces reconfiguran la geografía interna de ese mundo cerrado, instalando la sensación de resignación de los personajes como si fueran parte de una circulación que no depende enteramente de ellos. Y de alguna manera, parecen determinados por la irrupción de lo inesperado y lo accidental, como si esos elementos configuraran desviaciones del relato. Los accidentes más o menos domésticos (las lesiones de Gustavo y Matías, la explosión del calefón, el accidente con la moto) funcionan como temblores domésticos, situaciones que llevan a los personajes a un reacomodamiento como los que sugieren los encuentros que los llevan hacia nuevas relaciones.

6.A pesar de todo ello, habrá que pensar en Gustavo como un personaje que se mueve con ambivalencia entre dos mundos. Entre la seguridad que le provee el yoga y las inseguridades en sus relaciones familiares y de pareja. Esa dicotomía aparece planteada con claridad en dos elementos. La concentración y responsabilidad que logra con el yoga –y luego con el ejercicio físico en el gimnasio- y la distracción en la que parece sumirse cada vez que sale de esa práctica. La escena inicial es determinante en ese sentido, en tanto no advierte que Steffi ha quedado dentro del salón al momento del temblor. La escenificación más contundente aparece en las caídas en la alcantarilla: ambas se producen en medio de caminatas mientras charla con Laura y en la que el ensimismamiento (en las palabras, en los pensamientos) lleva a los dos a la omisión del obstáculo (Gustavo no lo advierte y cae; Laura no ve la caída y sigue hablando y caminando). Las huellas que se producen en los cuerpos (los meniscos de Gustavo, la espalda de Matías, la nariz de Steffi, el brazo de Vanesa) son marcas de rupturas con esos mundos en los que se mueven y que proveen desplazamientos hacia otros lugares. Pero son también elementos que señalan irrupciones de lo extraño, modificaciones ante las que los personajes no ejercen resistencia (desde el tiktoker ruso que le recomiendan a Gustavo a las apariciones inesperadas de su madre argentina). El mundo de La práctica es el de una continuidad que se rompe levemente para luego reencauzarse (no es casual que en el segundo retiro se plantee que va a “reconectar con la práctica”) y en la que la irrupción de ese otro ajeno implica un quiebre en el modelo de concentración (ver cómo Gustavo hace que Steffi primero y Laura más tarde no participen de sus cursos). El planteamiento cíclico del espacio y la relación entre los personajes, finalmente no puede resolverse y la escena final lo reafirma en una repetición que hace volver sobre sus pasos a la historia.

La práctica (Argentina/2023). Guion y dirección: Martín Rejtman. Fotografía: Hugo Azevedo. Edición: Federico Rotstein. Elenco: Esteban Bigliardi, Camila Hirane, Manuela Oyarzún, Amparo Noguera, Mirta Busnelli. Duración: 92 minutos.

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