
*Juan José Becerra relata el inicio de su amistad con Gabriel Bañez. Sin precisión de tiempo ni lugar, recuerda que lo conoció cuando le hizo una entrevista para el diario La Nación y que a partir de allí iniciaron una amistad. Lo importante no es, sin embargo, lo anecdótico del encuentro, sino lo que llevó a que se produzca. “La idolatría por el escritor que no se conoce” dice Becerra; esa especie de fanatismo que lleva a querer profundizar en la persona que hay detrás –o dentro- del escritor. La película de Bañez (Argentina, 2024) puede pensarse de esa manera. Marcos Rodríguez se coloca en un lugar parecido al de Becerra: necesita conocer, saber qué fue Bañez. Se despoja de sus conocimientos previos –al menos en parte- para salir en su búsqueda, aunque cuente con la desventaja de que ya no está del lado de los vivos. Simula, juega a los detectives –o al periodista de investigación-, usando una pizarra en la que se van acumulando anotaciones, indicios para recuperar al escritor, olvidado casi hasta el desconocimiento.
*Buscar a Bañez en los diarios. Encontrarlo en los diarios (Becerra por La Nación; Sergio Pujol en Clarín). La voz de Gabriel Bañez irrumpe en un momento para señalar que llegó a la literatura cuando entró en la redacción de un diario –señal de distinción en relación con tanto escritor surgido de la academia con mayúsculas. Rodríguez encuentra a Bañez en las hemerotecas (la de la Biblioteca de la Universidad Nacional de La Plata) donde los ejemplares del diario El Día de los días posteriores a su muerte lo ocupan las habituales necrológicas (que hacían un culto del equilibrio para no mencionar ni negar el suicidio) o los avisos fúnebres (deteniéndose en el precioso texto de Raquel Barreto y su familia). Lo encuentra en el archivo del diario El Día, esos espacios en los que una persona o un hecho quedan reducidos a un sobre de papel madera más o menos lleno de recortes, clasificado y en estanterías. Una suerte de pequeña tumba en la que el cuerpo se vuelve papel y su recuerdo una serie de palabras escritas por otros.
*Hay más Bañez en esos papeles impresos que pasan rápidamente al olvido. Premios, nuevas ediciones, textos propios. Hasta la posibilidad de protagonizar un hecho para la página de policiales (la noticia de su pelea con un taxista). Todo aparece en esos diarios que el paso del tiempo vuelve retazos amarillentos. No hay tanto Bañez para encontrar en las imágenes (¿Les huía a ellas? ¿o no había quien lo convocara?). La presentación de alguno de sus libros. La entrevista que le realizó Ana Cacopardo. La voz del escritor, casi perdida en los tiempos. El rescate de esa entrevista no es puramente emotivo. Alcanza con percibir que la selección de los fragmentos se vuelve reveladora, establece puntos a partir de los cuales Bañez da pistas para poder desentrañar sus misterios.
*Bañez recuerda su búsqueda de un espacio que le permitiera desarrollar su escritura. Llega a estudiar cine: no para dirigir, sino para escribir guiones. Termina haciendo, no obstante, un cortometraje. Lo menciona en la entrevista. Comienzo 1 es una pieza invisible, oculta. Un texto visual en bruto que nunca se ha pulido. Un par de latas en la casa de Gorina guardan desde hace décadas los rollos de la filmación. Rodríguez se da a la tarea de recuperar el material y hacer un montaje siguiendo las líneas establecidas en el guion. Comienzo 1 es un experimento en el que el cruce entre el realismo (la forma de filmar el comienzo parece una derivación de los postulados del neorrealismo italiano) y lo ficticio (la introducción de la filmación dentro de la filmación), decantan en la opción por lo fantástico (la duplicidad del personaje que termina enfrentándose visualmente a sí mismo). El destino del corto quedó marcado por la muerte. El protagonista, que en la ficción caminaba por los techos de una casa, murió unos meses después de la filmación, al caer desde un techo. La muerte del protagonista dicta la muerte del cortometraje, que queda enterrado en su pequeño ataúd de lata por décadas.
*¿La muerte de ese joven condicionó la mirada de Bañez? ¿O esa pulsión de muerte que lo animaba encontró en ese hecho azaroso una señal que no podía dejar de atender?. La muerte es un texto que recorre todo el documental como constituyente del personaje, para asumirse casi como totalidad en el último tramo. Un texto de los que se reunieron en “Posted by” hace alusión al suicidio y puede relacionarse con el que cerca del final lee Becerra, sobre el suicidio de David Foster Wallace. El propio, el de Bañez, no es narrado, no hay un texto que lo reponga. No hay quien lo escriba, por cierto. Las entrevistas lo aluden desde experiencias de familiares o amigos. Felisa, Pupy, su ex mujer, asume el relato del momento previo al hallazgo del cuerpo. La cámara visualiza su recorrido, sigue el relato de sus movimientos hasta entrar en la casa de Gorina. Pero todo lo que puede encontrar es el vacío (todo lo que se narra ya no está, ha desaparecido), eso que no se puede representar ni siquiera como ficción. La ficción fue acaso unos años antes, ese momento espeluznante en que Bañez le dice a Felisa, en la casa de la diagonal 73, que “en ese barral algún día me voy a ahorcar”.
*La ficción, en fin, es un todo. Una ficción evidente, la que Bañez pone por escrito en sus novelas. Otra que se deriva de ellas, la del escritor que no es reconocido. Un escritor que escribe, al que se lee, pero que nadie reconoce. La conciencia de ser una especie de sombra que circula sin que nadie la advierta. Otra ficción es la que revela el documental, la que aparece en el centro de las relaciones que establece Bañez. Es Felisa la primera en señalar esa intromisión de la ficción en la vida real, cuando postula la relación con Bañez como “una gran novela”. Lo que ella misma agrega luego, expande esa idea. Cuando habla que se trataba de “una puesta en escena”, introduce la representación, un acercamiento a una estructura que puede pensarse tanto teatral (“Fui un espectador de su teatro” dice Becerra) como cinematográfica (“Ir a comprar un auto con Gabriel se transformaba en una película italiana”, según Lautaro Román). La vida como una serie de escenas que se suceden unas a otras. Novelas como ficciones que se contagian de lo real. Es Pujol quien señala un punto central en esa búsqueda de Bañez como escritor y que ya manifestaba en sus años de periodista: borrar las fronteras entre la ficción y lo real. Eso que se le impuso por la fuerza con la suerte del protagonista de Comienzo 1, vuelve una y otra vez sobre su vida, en la forma de personajes que Bañez va asumiendo y que los diferentes relatos ponen de manifiesto sin subrayar: el tallerista con fama de inflexible y el que enseñaba a leer y escribir; el de la plenitud en estado de hiperactividad y el de la sombra que enfermaba cuando ese estado se iba; el que podía conectar con la gente mano a mano y el que se enfermaba en las multitudes. La tesis que formula uno de los entrevistados sobre su final se vuelve estremecedora: “Ya no podía más con ninguno de sus personajes”.
*La ficción llevada hasta las últimas consecuencias. La muerte propia como un espectáculo, como algo que hay que armarlo, según Pupy (y en el que Pujol ve, incluso, literatura). Antes, escribir. “Para saber de qué se trata”, como dice Bañez al comienzo, como develar el misterio que quizás no sea más que el propio vacío. Se intuyen en sus palabras otras profundidades y motivaciones. Sentirse “expatriado de la infancia”, percibir que en ese territorio se sentía invulnerable, replantea su escritura como si se tratara de volver siempre allí, a ese lugar, a ese momento. Cuando piensa y dice “escribo porque no sé hablar y porque necesito que me quieran” parece observarse a sí mismo como un niño sin idioma, balbuceante, incapacitado de participar de lo que lo circunda y sin afecto (ese que según Becerra forma parte de su escritura y que lo emparenta con Borges). “Cuando escribo, nada me puede pasar” dice Bañez y entonces se entiende que es allí donde los sentimientos relacionados con la infancia vuelven y se instalan, lo llenan de esa plenitud que solo le permite la escritura. Bañez, como los personajes que escribía, persigue ese absoluto que nunca iba a tener, compartiendo con ellos su “épica de la desesperación”. La película de Bañez la registra moviéndose por debajo de la superficie de esa trayectoria que va del periodismo a la novela, de los premios a los blogs y de allí a la edición de libros. Construye su relato desde el cruce de la perspectiva de los otros, apropiándose de ellos, pero sin olvidarse que debe seguir a Bañez en todo momento. “No hay fronteras” dice en el recorte final de la entrevista televisiva. “Somos argumentos ambulantes y de nosotros darán versiones”. De eso se trata. La película de Bañez no es más que una de esas versiones posibles.
La película de Bañez (Argentina, 2024). Guion y dirección: Marcos Rodríguez. Duración: 88 minutos.
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