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Informe Terror-Chabón # 18: ¿Muerte al macho? (Muere, monstruo, muere), por Victoria Lencina

Al finalizar la proyección de Muere, monstruo, muere allá en el 2018, se me acerca una chica y me dice que en las noticias locales de la ciudad de Guaymallén –provincia de Mendoza– estaba circulando la información de un asesinato despiadado que había dejado sin vida a una mujer. El cuerpo había sido hallado sin su cabeza, con varios golpes en los brazos y piernas. El desmembramiento parecía haber sido obra de una jauría de perros por la brutalidad con la que fue ejecutado. La joven tenía solamente 20 años y pasó a convertirse en “la mujer sin cabeza” –sí, como la película de Martel–. Los medios de comunicación nacionales no difundieron el crimen, preocupados moralmente por la situación política, social y económica de Venezuela; solamente los canales televisivos y la prensa gráfica regional mendocina dieron a conocer el hecho.

Muere, monstruo, muere, de Alejandro Fadel, se presenta como la antesala al infierno de los femicidios en Argentina al narrar una historia rural en la que un monstruo de aspecto hermafrodita secuestra y decapita mujeres. Lo insólito es que la película presenta una coincidencia con el acto criminal comentado al principio: transcurre en Mendoza. El director tomó la decisión estética de situar el rodaje en la ciudad de Uspallata, filmando el invierno de la alta montaña durante cinco semanas y luego, en el período de una semana, la llegada de la primavera. El pasaje de estación es evidente en esta película que cautiva con sus imágenes pictóricas, dignas de un cuadro, con tomas panorámicas que testimonian la inmensidad desoladora de la región andina y que encuentra reminiscencias de la obra de Tarkovski y David Lynch. 

La perspectiva de género adoptada en su momento fue un acierto, sobre todo porque eran y siguen siendo tiempos de crisis existencialista y social en la que se desafían normas, costumbres y establecimientos del statu quo. Sin embargo, el mensaje social que brinda peca por ser redundante y conformista. El monstruo siempre aparece asociado a figuras masculinas de autoridad incuestionable, sean policías y/o padres de familia, que se mueven en ambientes poco convencionales –hoteles, cuevas, consultorios psiquiátricos–, y presentan cicatrices y heridas punzantes en la piel y hablan con una voz profunda y grave como si recién hubiesen resucitado y salido de una cripta. El hombre está delineado de modo sospechoso, se invita a dudar constantemente de sus actitudes, por lo que la alegoría “el machismo es el monstruo” deviene plot device, una herramienta útil para hacer avanzar la trama. 

Si bien recurre al uso del fuera de campo para incrementar el suspenso y la tensión dramática, invitando al espectador a participar del juego narrativo sobre quién es el verdadero autor de los femicidios, dudando de cada personaje masculino al que se le dedica un primer plano y ofreciendo pistas enigmáticas mediante dibujos, lo cierto es que el mensaje social pareciera ser políticamente correcto y oportunista. El compromiso político al que intenta adherirse queda expresado en la primera parte, luego, como el aroma de un perfume, se va desvaneciendo y perdiendo a tal punto que cae en las redes de lo “correcto”. Quizás, una mirada más radical, una mayor crítica institucional hacia el sistema policial, municipal y judicial hubiese aportado una posición más firme sobre la necesidad de un cambio social urgente. Entendemos, también, que no puede pedírsele todo a una película y el hecho de que la problemática tenga lugar en la pantalla grande es ya un avance. 

Es indudable que Muere, monstruo, muere es un banquete visual. La tarea desempeñada por Julián Apezteguía –el director de fotografía de El ángel– y Manuel Rebella es digna de mérito. Cada fotograma remite a una combinación pictórica entre el David Lynch de Twin Peaks, los planos largos de Tarkovski, el Carpenter de En la boca del miedo –sobre todo, las escenas de los túneles–, los fuera de campo de Tourneur, los planos cenitales a lo Corbucci –personajes andando a caballo entre la nieve–, el sonido furioso de motores a la Mandy de Panos Cosmatos, y el romanticismo y la pasión de Leonardo Favio –con ese leit motiv llamado Te irás, me iré de Sergio Denis–. Este pastiche de referencias y/o ¿homenajes? posibilitan a Fadel acentuar las temáticas de la locura, la violencia, la sexualidad, los miedos. 

Es interesante cómo conviven, dentro de esos planos, protagonistas casi animalizados no sólo por su modo de moverse en las locaciones, sino también por las facciones de sus rostros “peludos” y de nariz prominente. Por otro lado, la construcción del monstruo no deja de ser notable debido a que es interpretado por un ser de carne y hueso, y sólo se han utilizado efectos especiales para animar una de sus partes. La labor realizada por el equipo de maquillaje y peinado es extraordinaria. Al igual que sucede con esas referencias visuales a la obra de otros autores, el monstruo se asemeja a aquellas criaturas que aparecen en El laberinto del fauno de Guillermo del Toro.

Los personajes femeninos tienen una ligera aparición y un protagonismo fugaz, acaparando el universo masculino toda la atención. El adulterio cometido por la esposa de un policía se convierte en el cebo que incentiva la llegada del monstruo y motiva comportamientos sospechosos en los hombres. La mujer se reduce a ser carne de cañón que sólo podrá ser salvada mediante la acción de un hombre que detenga a otro hombre o a un monstruo masculino. La mujer es “borrada”, carece de poder de mando para organizar un aquelarre de investigación de pistas, huellas sobre el paradero del asesino y exigir justicia –el rape & revenge no tiene lugar en la trama–. Ese rol, lamentablemente, sigue siendo masculino. 

Muere, monstruo, muere seduce con su propuesta visual, cautiva con las actuaciones, pero nos hace dudar sobre el mensaje social que quiere transmitir. Que las mujeres sean meramente cuerpos dóciles manipulados, mutilados y asesinados, negándole la posibilidad de rebelión, es inquietante. Es menester que las mujeres empoderadas se unan y desmantelen el poder del monstruo llamado patriarcado.

Muere monstruo, muere (Argentina, 2018). Guión y dirección: Alejandro Fadel. Fotografía: Julián Apezteguia, Manuel Rebella. Elenco: Esteban Bigliardi, Francisco Carrasco, Tania Casciani, Romina Iniesta. Duración: 109 minutos. 

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