Sahara-Movie-Poster1. El síndrome del vinagre es una enfermedad de mierda que padecen algunas copias y que se puede combatir y prevenir pero no impedir: una vez que se desata, la copia en cuestión tiene los días contados. Despide un olor ácido, similar al del vinagre de mesa, y pierde poco a poco su forma original. Digamos que se pudre.

Hace 25 años no sabíamos bien qué cosa era el síndrome del vinagre. Algunas copias que teníamos o comprábamos olían mal, pero nosotros también así que no nos preocupamos. Poco a poco empezamos a ver que esas copias perdían su elasticidad, se iban de foco, se volvían improyectables. Recuerdo una exhibición épica de Sahara (1943), con Humphrey Bogart, en el Atlas Recoleta, en la que Octavio Fabiano aplicaba simultáneamente tetracloruro y vaselina a la copia en el momento mismo de la proyección, mientras yo trataba de hacer foco, con poca suerte.

En poco tiempo nos fuimos dando cuenta de que el problema no era sólo de Sahara; había otras copias que tenían el mismo problema. El asunto es que, al principio, las copias avinagradas se pueden proyectar sin inconvenientes y sólo se distinguen por el olor. Eso nos hizo cometer el error de dejarlas junto a otras copias sanas, sin advertir –sin saber- que el síndrome es contagioso: las copias avinagradas transfieren su mal a las copias desprotegidas que tienen más cerca. Una especie de SIDA fílmico.

El primer obstáculo fue aceptar el drama, en parte porque copias como la de Sahara nos habían costado mucha guita, pero también porque no podíamos resignarnos a perder películas que nos gustaban. Queríamos fingir que no había problemas, que ese olor era sólo un rasgo circunstancial y no el anuncio de una tragedia. Lo mismo les pasaba a otros coleccionistas: lo negaban. Uno llegó a decirme: «¿Olor? ¿Qué olor?»

10525893_698767296839080_325203778254296606_n2. Fue difícil superar el obstáculo psicológico de la negación. Por ese entonces comenzaron a aparecer copias con olor a after shave: en el intento desesperado por disimular el vinagre, ciertos vendedores las rociaban con Old Spice. Ahí comprendimos que había gente más desesperada que nosotros y salimos de nuestro letargo negador. Tratamos de informarnos: recuerdo un artículo del especialista español Alfonso del Amo en el que describía el problema y, tras explicar las posibles causas, terminaba diciendo algo así como que había que documentar cada experiencia porque la lógica del asunto era difusa. De hecho, bajo las mismas condiciones de conservación, algunas copias se enferman y otras no.

Octavio Fabiano, ferviente justicialista, recordó los mensajes de Perón desde el exilio madrileño: «El Viejo decía una cosa pero en realidad quería decir todo lo contrario». «¿Y entonces?», le pregunté, algo perplejo. «Elemental, Peña: la única verdad es la realidad». Así que empezamos la práctica de oler cada copia y examinar las que estaban afectadas. Primero creímos que un bobinado firme y ajustado serviría para devolverle a las copias enfermas la forma que estaban perdiendo. Error total. Era mejor bobinarlas flojas, con aire, porque el olor disminuía. A veces, incluso desaparecía. Había una luz al final del túnel.

3. Dividimos las copias con problemas en tres niveles (1. Proyectables – 2. Proyectables con cuestiones de foco – 3. Basura improyectable) y encontramos algunas características comunes: 1) el rollo avinagrado o a punto de avinagrarse es más claro a trasluz; 2) el síndrome no afecta necesariamente a todo un rollo sino que puede dañar sólo a una parte, un acto por ejemplo, así que si se quita la parte afectada, el resto se puede conservar perfectamente; 3) las copias de 16mm. de las empresas Warner, RKO y Columbia, hechas en los 50’s y 60’s para la TV argentina, corren más riesgo de avinagrarse que las copias de la Fox o MGM; 4) las copias sonoras de Castle Films se avinagran casi siempre; 5) las copias guardadas largamente en contenedores de plástico común corren más riesgo que las que se guardan en latas; 6) los proyectores Eiki se bancan mejor las copias avinagradas que los Bell & Howell; 7) las copias del Instituto Goethe se avinagran más que las del Servicio Cultural de la Embajada de Francia.

669574585La cuestión es que, a partir del momento en que tomamos conciencia y nos pusimos a pensar soluciones, pudimos poner un límite a la situación con algunas decisiones muy simples, típicas de un archivo sin presupuesto:

1) Tener las copias en espacios donde se pueda renovar el aire permanentemente.

2) Prescindir de las latas para el 16mm. porque es preferible un poco de mugre al riesgo de perder la copia (lo ideal sería hacer lo mismo con el 35mm. pero resulta muy poco práctico).

3) Mover constantemente el material, es decir, proyectarlo donde se pueda. Actualmente la Filmoteca, entre el Malba, Filmoteca en Vivo, el programa de TV y otros, mueve unas 80 copias por mes, lo que no está mal.

4) Practicar una rutina periódica basada en el olfato: todos los días husmeo X cantidad de estantes (por lo general entre seis y ocho), siguiendo un orden. Si aparece una copia con señales del síndrome, la aparto, la ventilo y la dejo en una especie de cuarentena. A veces el olor se disipa, otras (las menos) no. En ambos casos las copias con síndrome no pueden volver a juntarse con las otras. Quedan “en observación”.

Una mayor parte de esas copias aisladas se mantienen perfectamente desde hace muchos años. Algunas ya llevan quince, sin cambios. No mejoran pero tampoco empeoran. Las que insisten en morirse quedan en la Filmoteca hasta que se vuelven improyectables.

orquidea-la-img-168204. La lucha desigual contra el Síndrome del Vinagre dejó varias bajas, la mayoría en los años en que no sabíamos qué hacer. Las pérdidas que más lamento son Heroes for Sale (1933), obra maestra de William Wellman, y dos films con Errol Flynn, Another Dawn (1937) de William Dieterle, y Green Light (1937), un hermoso melodrama de Frank Borzage. También perdimos una hermosa copia de Out of the Past (1947), de Jacques Tourneur, porque Fabio Manes se la olvidó adentro de una caja (quedó tan mortificado que hizo público su mea culpa en una nota en su muro). Otra pérdida lamentable fue una copia de La orquídea, con Laura Hidalgo, pero quiero creer que Argentina Sono Film guarda el negativo o por lo menos otra copia. Pero también hemos recuperado, por medio de subastas de Ebay, varios films que habíamos perdido, como Sahara de Zoltan Korda, You were never lovelier de William Seiter (la versión norteamericana de Los martes orquídeas), María Estuardo de John Ford, The Gunfighter de Henry King, Sólo los ángeles tienen alas de Howard Hawks, Corresponsal extranjero de Alfred Hitchcock, El horrible Dr. Orloff de Jesús Franco e incluso Puente Alsina del Negro Ferreyra. La conclusión es que hay que mover el archivo todo lo que se pueda, como decía el maestro Octavio Fabiano, «todo archivo que no se mueve pasa a ser un cementerio». Y, desde luego, hay que estar con las ventanas abiertas y la nariz alerta.

Fuente de la foto en la que aparecen Fernando Martín Peña y Octavio Fabiano: Hernán Gaffet.

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