El documental comienza en un momento específico. Es el año 2017 y el macrismo acaba de triunfar en las elecciones legislativas de medio término. Galasso observa las imágenes que transmite la televisión en silencio y después señala que hay que plantearse qué es lo que pasó, porque “Macri no cayó del cielo”. Más allá de alguna referencia posterior a que al campo popular le faltaron cuadros medios de peso intelectual o que fue una exageración pensar que la batalla cultural estaba ganada, ese planteo no tiene desarrollo posterior porque se revela subsidiario a lo que se fue perdiendo en el camino desde el pensamiento nacional y popular. El azar ha hecho que la película se estrene en un momento extraño. El posible anacronismo temporal de hace algunos meses, se disuelve en tanto las condiciones actuales del entorno postulan sensaciones y preguntas similares. El retorno –recargado- de una fuerza política de derecha al gobierno, resitúa al documental en un lugar tan necesario y urgente como lo que se invoca desde el gobierno para derogar leyes.

Esa necesidad y urgencia, como en mucho documental político, permite disimular, pasar a segundo plano algunas limitaciones o simplificaciones estéticas. Galasso – Pensar en nacional (Sosa, 2022), por momentos no parece poder eludir una puesta en escena más cercana a lo televisivo, impuesta por la predominancia del formato de entrevista. Cuando ello ocurre, la potencialidad de la palabra logra sostener el andamiaje discursivo y a la vez el interés que transmite lo que se ve en la pantalla. Porque hay que convenir que no se trata de un documental sobre Norberto Galasso. O sí, pero solo en parte, porque su historia personal se reduce a un puñado de menciones, a cierta referencialidad lateral sobre su presencia en algunos momentos –su lectura en el pasado de un texto sobre el Plan de Operaciones de Mariano Moreno; el recuerdo de la visita a la librería donde se escuchaba discutir a Jauretche con Hernández Arregui y Abelardo Ramos- y al presente nutrido de charlas y presentaciones de libros. Es cierto que, en algún punto, el documental actúa de la manera en que Galasso lo menciona al pasar en un momento: lo registra para la posteridad (lo que no deja de tener una importante dosis de justicia). Pero lo trascendente está en otro lugar. Ese lugar en el que se ubica no es el del pensamiento personal de Galasso, sino, en todo caso, la forma en que este se filtra a partir de la historia del pensamiento nacional y popular. Más que como un teórico o incluso que como un historiador, el documental presenta a Galasso como un divulgador. Esa divulgación no es la de la historia en sí misma, como sucesión de acontecimientos y de personajes que alternan protagonismo. Galasso traza un recorrido que el documental sigue y que, sí, es histórico, en tanto desarrollo en el tiempo. Pero esa historia es la del pensamiento nacional, entendido como una forma de pensar el país a partir de sus potencialidades de manera independiente del pensamiento y la injerencia económica extranjera.

Estructurado a partir del eje que implica el cambio que introdujo la primera presidencia de Juan Domingo Perón –la anécdota de las obreras y la relojería de su padre es notable para comprenderlo-, Galasso recupera a cuatro pensadores que vertebran el pensamiento nacional. El primero es Raúl Scalabrini Ortiz, con su trabajo sobre los porteños en primer lugar y con su inventario de riquezas argentinas que termina por señalar la influencia perniciosa de los ferrocarriles británicos. El segundo es Arturo Jauretche, creador de FORJA, con su planteo sobre el imperialismo como desvío de las riquezas. El tercero es John William Cooke, con su irrupción como peronista independiente, sus ideas sobre la necesidad de la insurrección en tiempos de proscripción y el planteo de qué va a significar ser peronista cuando Perón se muera. El último es Juan José Hernández Arregui, con su idea del imperialismo como obstáculo para el desarrollo de una cultura nacional y como forma de consolidar el predominio económico. Galasso propone una continuidad entre esos cuatro pensadores –con sus correspondientes cruces, en tanto algunos convivieron en el mismo tiempo histórico-, una línea que con sus matices –el origen radical de los primeros, el peronismo de Cooke, el marxismo nacional de Hernández Arregui- atraviesa el siglo XX desde el yrigoyenismo. No parece casual que esa línea histórica se detenga en una encrucijada histórica: 1974 marca no solamente la muerte de Juan Domingo Perón –y el traspaso del poder a la derecha peronista encarnada en José López Rega-, sino que ese mismo año mueren Jauretche y Hernández Arregui.

La recuperación que practica Galasso no queda anclada en una historia pasada. Lo que está señalando, de manera implícita, es la necesidad de retomar esa línea para acompañar el proceso histórico del presente en el que se sitúa el documental. Es en los fragmentos de las charlas donde esa puesta se formula con mayor claridad, bajo la forma de una militancia para derrotar al macrismo por entonces en el gobierno. Pero también queda claro en la manera en que las referencias al pasado resuenan como frases en tiempo presente –en especial la disección que Prebisch hace de los motivos del golpe contra Perón en 1955-. Es allí donde el documental adquiere otro peso, despegado del contexto histórico en el que fue realizado, como involuntario registro de una historia que deviene circular y en la que el 2023 parece el nuevo comienzo de ese giro. El pasado, sin embargo, refulge en una frase que recobra actualidad: “Los libros dicen una cosa y a veces, la realidad dice otra”. El futuro, quiere imaginarse, es el del cierre de la película, con Norberto Galasso concurriendo a emitir su voto en contra de lo que en aquel momento fue el macrismo. Lo que falta en el presente es recuperar ese pensamiento nacional que parece arrinconado en los pliegues de la historia y en los libros que unos pocos siguen leyendo.

Galasso. Pensar en nacional (2022). Guion y dirección: Federico Sosa. Fotografía: Pablo Parra; Aylén López. Edición: Emiliano Serra. Duración: 83 minutos.

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