Termina un año que fue, tanto a nivel local como global, acaso más caótico que el anterior. Con tantas idas y vueltas, con las aperturas paulatinas, con los aforos parciales y luego totales, con las nuevas variantes del virus, con las probables nuevas restricciones en el horizonte y con la incertidumbre que presenta el futuro cercano, planificar una agenda de estrenos, de salidas, de relaciones con el mundo más o menos conocido de antes se tornó casi imposible. Por esa misma razón, en HLC decidimos armar listas y textos que reflejen lo visto en el año sin pensar demasiado en las fechas de las películas sino en el contexto o el modo en que nos fuimos encontrando con ellas. Hay estrenos y no estrenos, hay películas vistas en el cine y en plataformas (legales e ilegales), hay películas de 2021, de 2020 y de 2019. Hay un texto dedicado exclusivamente a una película de 2017. Hay inclusiones de nuestro cine clásico recientemente restaurado que nos permitió ver La bestia debe morir o Los tallos amargos como si fuera la primera vez, razón suficiente para incluirlas en alguna lista. Hay, finalmente y sobre todo, pasión y entusiasmo por seguir dando cuenta del cine. Eso lo que hay.

Los invitamos a leer.

Eduardo Rojas

ACLARACIÓN Y PEDIDO DE DISCULPA.

La crisis sanitaria mundial ha llegado a HLC y a quien esto escribe. Estoy aislado por sospechas de Covid. Febril, con síntomas de la temida niebla mental, mi criterio es más falible que nunca. No me pidan comentarios, apenas el de dos de mi listado. Con esas salvedades, me juego. Aquí están mis películas, si no les gustan tengo otras:

1) Malmkrog (Cristi Puiu)

Tal vez sea otra consecuencia de las fiebres, en este momento creo ser el único crítico del cine en el mundo entero que aún defiende al cine rumano. La nueva película de Puiu es el mejor ejemplo de esta cinematografía en auge. Cinco aristócratas debaten sobre religión, filosofía y política durante más de tres horas. Hay un giro narrativo final y maestro pasadas las dos primeras, luego de ello la película continúa casi una hora más hasta cerrar su parábola llena de pesimismo rumano.

2) Lamb (Valdimir Jóhannsson)

3) Undine (Christian Petzold)

4) Aheed´s Knee (Nadav Lapid)

5) El contador de cartas (Paul Schrader)

6) Nomadland (Chloé Zhao)

7) Let Him Go (Thomas Bezucha)

8) Adiós a la memoria (Nicolás Prividera)

9) Una casa sin cortinas (Julián Troksberg).

10) Esquirlas (Natalia Garayalde)

Fuera de listado.

Hay una sola razón por la que no incluí a Beanpole de Kantemir Balagov como la mejor película del año. Fue filmada en 2019. Escribí sobre ella hace poco, ahora me permitiré añadir adjetivos: deslumbrante obra maestra de un gran director de 27 años y con solo una película anterior. Se viene. Lo esperamos.

Gastón Molayoli

Mientras repasaba las películas que vi este año aparecieron continuidades, afinidades y hasta títulos que me permitían unirlas en la programación de una cinemateca imaginaria: Los espectros amorosos (Jardín de piedra, de Gustavo Fontán y Estratos de fantasma, de Ben Rivers), La imagen háptica (Rizi, de Tsai Ming-liang y Las ranas, de Edgardo Castro), Justicias y justezas (Responsabilidad empresarial, de Jonathan Perel y Funeral de estado, de Sergei Loznitsa), Fellini está vivo (Martin Eden, de Pietro Marcello), Marker está vivo (Point and Line to Plane, de Sofia Bohdanowicz).

Fuera de esas duplas, y para cerrar con las diez, puedo mencionar dos más: J’ acusse. El affair Dreyfus, de Roman Polanski -el más clásico de los europeos- y Mi última aventura, de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini, que en quince minutos filman la noche cordobesa como si la capital de mi provincia fuera la Taipei de Millenium Mambo.

Gerardo Martínez

Películas en plataformas:

1) Implosión (Javier Van de Couter, BAFICI)

2) Así habló el cambista (Federico Veiroj, Star+)

3) The Mitchells vs the Machines (Michael Rianda, Netflix)

4) Distancia de rescate (Claudia Llosa, Netflix)

5) Encanto (Byron Howard y Jared Bush, Disney+)

5) Historia de lo oculto (Cristian Ponce, Netflix)

6) Badur Hogar (Rodrigo Moscoso, Flow)

7) La vagancia (Ayar Blasco, BAFICI)

8) The Suicide Squad (James Gunn, HBO Max)

9) Evangelion 3.0 + 1.0 Thrice Upon a Time (Hideaki Anno, Kazuya Tsurumaki, Mahiro Maeda, Amazon Prime Video)

10) Expansivas (Ramiro García Bogliano, BAFICI)

11) El diablo blanco (Ignacio Rogers, Cine.Ar Play)

12) Las buenas intenciones (Ana García Baya, Cine.Ar Play)

Restauraciones al rescate:

1- Prisioneros de la tierra (Mario Soffici)

2- El vampiro negro (Román Viñoly Barreto)

3- Sange negra/Native Son (Pierre Chenal)

4- La bestia debe morir (Román Viñoly Barreto)

5- Los tallos amargos (Fernando Ayala)

Series:

1- Okupas (Bruno Stagnaro, Netflix)

2- Manual de supervivencia (Victoria Galardi, Amazon Prime Video)

3- Chucky (Don Mancini, Star+)

4- Midnight Mass (Mike Flanagan, Netflix)

5- Entrelazados (Nicolás Silbert y Leandro Mark, Disney+)

Gisela Manusovich

Mi Top 5 del año:

Corpus Christi, de Jan Komasa (Polonia, 2019): Una bomba polaca con resonancias pasolinianas que viene a hablar de la potencia del amor cuando viene del barro, de los cuerpos marcados, de los crucificados permanentes.

Petite maman, de Céline Sciamma (Francia, 2021): El encuentro imposible que permite atravesar el primer dolor de la infancia. Una propuesta de lo maravilloso sin estridencias ni recursos fáciles. Una brisa suave cabalgando sobre el lobo feroz.

Undine, de Christian Petzold (Alemania, 2020): Ya dije todo lo que quería decir en el dossier dedicado Petzold (nota acá).

La voz humana, de Pedro Almodóvar (España, 2021): Lo mismo -ver nota-.

Lara, de Jan Ole Gerster (Alemania, 2019): La osadía de hablar de la crueldad en la maternidad y hacerlo con la colaboración de todos los elementos formales integrados de manera orgánica y bella.

Soledad Bianchi

  1. El Prófugo (Natalia Meta)

2. Benedetta (Paul Verhoeven)

3. El poder del perro (Jane Campion)

4. Madres paralelas (Pedro Almodóvar)

5. Otra ronda (Thomas Vinterberg)

6. The Velvet Underground (Todd Haynes)

7. Los visionadores (Néstor Frenkel)

8. No mires arriba (Adam McKay)

9. Culpable (Antoine Fuqua)

10. Expansivas (Ramiro García Bogliano)

Ignacio Verguilla

Termina otro año neblinoso, áspero. Esto de hacer balances exige memoria y reconocer tiempo y espacio; no creo poder hacerlo. Mejor bucear en la pulsión. En un tiempo en el que lo virtual sigue marcando el ritmo de las cosas, vale la pena rescatar una película que viene de la prehistoria cercana -pero ya irreconocible- y se instala sobre estos días de pantallas y visiones compartidas en cuadraditos…

Quién lo impide. Así, sin signos de interrogación. Como un grito de piedra. La película de Jonás Trueba lo afirma con gracia y espíritu juvenil, desde la serenidad de una adultez no del todo procesada, con esa cara de niño eterno que le permite a su director aproximarse a los personajes y pulverizar generaciones. Quién lo impide. Que la película dure casi cuatro horas es una obligación. Que empiece cinco años atrás, cuando un grupo de estudiantes se prestan al juego de ser filmados y vivir de a ratos para la cámara -y lo prolonguen hasta la actualidad- parece una necesidad. “Todos somos personajes de ficción” afirma un intertítulo, y dan ganas de creerlo, al menos por un rato. Entre muchas secuencias notables, hay una en la que brilla particularmente la incandescente Candela Recio, dueña de aquello que los antiguos soñadores llamaban fotogenia (una mezcla esotérica de presencia avasallante y relación amorosa con la cámara). Candela recibe la visita de un amigo en su pueblo de la infancia, en la frontera con Portugal. Casi sin pensarlo, se suben a una canoa y cruzan el río que separa ambos países. Una fina lonja de agua que divide realidad y ficción, y que conecta el universo de Trueba con el de Miguel Gomes. Aventura, juego, inocencia y una profunda convicción en el dispositivo, que nunca oculta sus marcas… Más tarde, en otra escena imperecedera, Candela visita la filmoteca de Madrid e irrumpen, como atraídas por el sol hacia su mismo centro, las imágenes de Frágil como el mundo, de Rita Azevedo Gomes. Y así, sin enunciados, intertítulos ni voces off, se encuentran dos rostros que hacen del tiempo -su posibilidad, su falta, su tiranía- un espacio habitable. Quién lo impide…

Hernán Gómez

El prófugo (Natalia Meta)

Benedetta (Paul Verhoeven)

Maligno (James Wan)

Los visionadores (Néstor Frenkel)

The Velvet Underground (Todd Haynes)

Otra ronda (Thomas Vintenberg)

Watch the Sound (with Mark Ronson) (Jason Zeldes, Mark Monroe y Morgan Neville)

Get Back (Peter Jackson)

Nobody (Ilya Naishuller)

El poder del perro (Jane Campion)

J’ accuse (Roman Polanski)

Juan Pablo Susel

Top Five y bonus.

1) Un monde (Laura Wendal): Nora y Abel son hermanos y van a la misma escuela. En los recreos Nora descubre que a Abel los compañeros de grado lo maltratan. La ópera prima de Wendal se desarrolla a partir de esa anécdota, posando su mirada en el mundo infantil con una sutileza abrumadora para capturar hasta el más mínimo detalle. Una historia hecha de dolor y amor.

2) Cry Macho (Clint Eastwood): la última película de Eastwood a simple vista parece un relato inverosímil y cursi, pero también puede verse como un testamento conmovedor de alguien que piensa al cine desde la poesía. Eastwood filma la naturaleza y la quietud como si se tratara de un místico. Quizás lo sea.

3) El último duelo (Ridley Scott): El director de Blade Runner se sumerge en plena edad media para narrar una historia acerca de la lealtad y la traición. Scott filma las escenas de acción como nadie en el cine contemporáneo. El último duelo es una épica de grandes batallas y también un drama que reflexiona de modo agudo sobre el poder, el género y las clases sociales.

4) El apego (Valentín Diment): una historia de amor desbocada que oscila entre el melodrama y el noir, filmada con una pasión que se extraña en la producción local. Diment pretende narrarlo todo y lo logra. Una película hecha por alguien que ama al cine y contagia ese amor en cada plano. Una película más grande que la vida.

5) The Velvet Underground (Todd Haynnes): Haynes se mete con el mito de la Velvet Underground en una película que no es solo sobre una banda de rock, sino un relato político y cultural de una época. Haynnes reflexiona con dolor y poesía sobre el paso del tiempo. Un documental sobre música en las antípodas de las biopics tan de moda en esta época plagada de plataformas y recomendaciones basadas en algoritmos.

Bonus.

Dexter (New Blood) (Clyde Phillips y Marcos Siega)

En 2021 volvió Dexter Morgan. Ahora se cambió el nombre y vive alejado en un pueblito, pero sigue acosado por los mismos fantasmas de siempre. Para colmo de males, se topa con un asesino serial que evoca a sus mejores contendientes. A los problemas propios de ser un asesino serial se le suma ahora un hijo adolescente pichón de psicópata (hijo e tigre).

Dexter sigue siendo la mejor serie policial del siglo XXI. Michael C. Hall lo hizo de vuelta.

José Luis Visconti

Estrenos

1. El perro que no calla (Ana Katz)

2. Implosión (Javier Van de Couter)

3. Adiós a la memoria (Nicolás Prividera)

4. Una casa sin cortinas (Julián Troksberg)

5. Undine (Christian Petzold)

6. Retrato de una mujer en llamas (Celine Sciamma)

7. Falklinas (Santiago Garcia Isler)

8. Un cuerpo estalló en mil pedazos (Martín Sappia)

Otros (series y películas no estrenadas en sala)

1. McCartney 3, 2, 1 (Zachary Heinzerling)

2. William Friedkin-Leap of Faith (Alexandre Philippe)

3. New York-Pretend it’s a City (Martin Scorsese)

4. David Byrne’s American Utopia (Spike Lee)

5. Voices in the Wind (Nobuhiro Suwa)

6. The Amusement Park (George Romero)

7. Bestia (Hugo Covarrubias)

8. The Velvet Underground (Todd Haynes)

9. Los visionadores (Nestor Frenkel)

10. El piso del viento (Gustavo Fontán)

11. 1971-The year That Music Changed Everything (Asif Kapadia, Danielle Peck y James Rogan)

12. Watch the sound (with Mark Ronson) (Jason Zeldes, Mark Monroe y Morgan Neville)

Pablo Ventura

Diciembre, filo entre la noche del sábado 4/madrugada del domingo 5: un compañero solicita en el chat de HLC alguna recomendación cinéfila para esas horas. Una voz sabia recomienda Sweet Virginia (Jamie M. Dagg, 2017) en Netflix. Yo, que había sugerido otra, seguí mi instinto y me puse a ver la que recomendó La Voz Sabia. ¡Lo bien que hice! (ojo, la que yo sugerí también es buena). 

Sam Rossi (el extraordinario Jon Bernthal) fue alguna vez una estrella de los rodeos. Hoy, alejado de todo eso, regentea un motel (el Sweet Virginia del título) ayudado por su sobrina Maggie, la hija de su hermano fallecido. Entre una vida y otra, hubo una Caída. Sam es un buen hombre, una buena persona. Eso lo podemos percibir por sus decires («haz el Bien», le dice a Maggie) y también por sus haceres: hay en sus modos maneras amables y respetuosas. Y algo de fragilidad en esa sonrisa que nunca llega a despegar.  También se lo dice su amante Bernardette (la hermosa Rosemarie Dewitt), una de las viudas que dejó un triple crimen alevoso y aparentemente sin sentido. El autor de esos crímenes (Christopher Abbott) va a hospedarse en el Sweet Virginia y los hilos sangrientos de esas muertes van a extenderse hasta mezclarse en la vida sencilla y apacible de Sam.Varias cosas para destacar: el notable y casi imperceptible uso de la luz con un sutilísimo sentido dramático. Los tonos apagados dentro de los ambientes y la ausencia de colores estridentes tiene mucho que ver con la personalidad y el ánimo de los personajes. Una opacidad deliberada, plenamente lograda.El vínculo amoroso entre Sam y Bernardette está filmado con una delicadeza inusual. Esos encuentros furtivos logran transmitir el disfrute absoluto del otro de una forma no habitual en el cine de hoy. Sweet Virginia, en su apuesta por contar una historia de una manera «simple» y sin alardes, sin perder por eso espesor o crescendo dramático, es de lo mejor que vi en el año y una manera de reconciliarse con Netflix, aunque sólo sea por un rato.

Paula Vazquez Prieto

Amor sin barreras (Steven Spielberg)

Annette (Leos Carax)

Benedetta (Paul Verhoeven)

El poder del perro (Jane Campion)

El prófugo (Natalia Meta)

Esquirlas (Natalia Garayalde)

La hija oscura (Maggie Gyllenhaal)

Sexo desafortunado o porno loco (Radu Jude)

The Killing of Two Lovers (Robert Machoian)

Undine (Christian Petzold)

El orden es alfabético, no de prioridad. Y, a la hora de elegir, privilegié películas de fines del 2020 y del 2021 pero hubo varias que vi este año y que fueron estrenos rezagados del 2019. Acá el bonus con esos títulos:

First Cow (Kelly Reichardt)

Martin Eden (Pietro Marcello)

Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma)

Salvando almas (Rose Glass)

Sole (Carlo Sironi)

Gabriel Orqueda

La película es de 2019, pero el retraso pandémico hizo que su estreno en las salas argentinas recién tuviera lugar en agosto de este año. Por lo tanto, podemos decir que El oficial y el espía (J’ accuse) es un estreno de 2021. La escena que nos importa, sin embargo, bien vale para cualquier época. Porque su relevancia tiene que ver justamente con el cine, con lo que es el cine (esa afirmación que por lo menos desde 1958, Bazin mediante, es también una pregunta retórica que sigue desvelando a las cinefilias de todas las latitudes), con su idea y su concepto: el coronel Picquart (Jean Dujardin) le encomienda un trabajo al investigador Desvernine (Damien Bonnard). Luego de eso, los dos hombres dan unos pasos y se detienen frente a la estatua de Apolo (estamos en el Museo del Louvre): “¿Apolo es griego?, pregunta Desvernine. “No, es una copia romana. El original se perdió”, responde Picquart. “Entonces es una falsificación”, insiste el investigador. “No, es una copia. No es lo mismo”, enfatiza el coronel. Desvernine lo mira y, un tanto descolocado pero sin emitir palabra alguna, hace un gesto de reverencia con su sombrero y se va. Sin alardes, sin sobreexplicaciones y sin privilegiar el momento (porque lo importante de la escena parece ser la encomienda que el primero de los hombres le hace al segundo), Polanski nos dice que allí está el sentido de su película, que esa es su forma de entender el cine y el mundo a través de él. No por nada desde el comienzo se nos aclara que todos los personajes y acontecimientos de la película son reales. Pero lo que el director nos quiere decir con eso es que su película no pretende imitar la realidad sino intensificar la vida, como alguna vez dijo/pidió Truffaut. No por nada, entonces, J’ accuse empieza en 1895 (el año del cine), con ese travelling abierto y preciso donde Alfred Dreyfus (Louis Garrel) es acusado de traición y degradado en su condición de militar. Todo allí está controlado y mostrado con la suficiente distancia. Picquard acepta en principio el espectáculo, acepta el ritual, cree en él. Pero después empieza a desconfiar… ¿de qué? Del lenguaje, de la escritura, de la autoría. El drama principal de la película tiene que ver con eso, con una firma fraguada que se presenta como legítima y que es la causa que condena a Dreyfus. Lo que hace Polanski en J’ acusse es poner en escena la historia de una farsa armada para perjudicar a una persona. Los beneficiados, por el contrario, somos nosotros. Porque Polanski también hace algo más en ese comienzo: iguala el punto de vista de Picquard con el nuestro, nos mete en la historia como espectadores, nos pide que lo acompañemos pero también que desconfiemos, como él, de toda legitimación arrebatada, de toda impostura banal, de toda verdad instalada por la fuerza. Su Picquard bien puede ser visto como un ideal del cinéfilo, ese que se entrega a la fe propuesta por el artista pero sin renunciar al escepticismo cuando el chantaje se hace ostensible. Allí está la diferencia entre copia y falsificación. Allí está la desbordante y eterna belleza de Emmanuelle Seigner y su Pauline Monnier que reafirma esta idea sobre el final, cuando le explica a su amante (Picquard) el porqué de su rechazo a casarse: “porque no eres de los que se «casan», George. Y me has hecho ver que yo tampoco lo soy. Sigamos como antes”. Conclusión: necesitamos más espectadores como Picquard y Monnier. Necesitamos más directores como Polanski, que en vez de falsificar copien (a -y como- Gance, por momentos) y se apropien de las historias (de Zola, en este caso) para hacer películas creíbles y justas. Necesitamos, en fin, más cine como el que hay en J’ accuse.

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