En febrero de este año, en esa fabulosa gala que toda persona “medianamente informada” está obligada a ver por razones que no comprende del todo, se le informó al público, o se le hizo saber, que los afroamericanos habían pasado a formar parte del establishment en la sociedad estadounidense. Hace ya varios años, el país está siendo presidido por un hombre negro. Este año Cheryl Boone Isaacs, una mujer negra, fue directora de la Academia, y la película que recibió el máximo galardón en los premios Oscar fue Doce años de esclavitud (que varios miembros de la Academia admitieron a posteriori haber votado pero ni siquiera visto), un bodoque abyecto y facilista que, como buena parte del cine mainstream americano, se encarga de segregar y distanciar a los sectores sociales, creando juegos de culpa social que se reciclan hasta el hartazgo y sólo generan más odio y violencia. Pero, a ojos del gran público fue la reivindicación del pueblo afroamericano, al que se le otorgó un puesto de honor en el podio de “pueblos oprimidos con cuya historia podemos hacer dinero”. Sólo una fachada para esconder un efervescente clima social y racial que nunca se apaciguó del todo.
Hoy, 14 de agosto de 2014, Ezell Ford, un joven negro de 24 años de edad, que sufría de problemas mentales, fue asesinado por dos policías sin aparente razón. Según testigos, el hombre estaba desarmado; fue detenido por un coche de policía, arrojado al suelo y luego le dispararon por la espalda con la excusa de “ser conocido por haber estado afiliado con bandas del barrio”.
Hoy se cumplen seis días desde el asesinato a sangre fría de Michael Brown a manos de un policía en el suburbio de Ferguson (St. Louis, Missouri), hecho que desencadenó una serie de protestas e incidentes (que continúan hasta el día de hoy) donde la policía reaccionó con actos represivos (y un desmesurado despliegue militar) ante las protestas pacíficas. Según el testimonio del mejor amigo de Brown, presente el día del asesinato, el oficial de turno amenaza a los jóvenes por caminar por la calle de asfalto y les indica que sigan camino por la vereda; el oficial desciende del auto y les apunta con un revólver, lo que provoca que el grupo se disperse; Brown se queda en su lugar y sólo alza las manos en alto, para luego recibir descarga tras descarga, hasta contar seis. La identidad del oficial en cuestión no sólo fue protegida por la policía, sino que se le abonó una licencia por ausencia y no se reprendieron sus acciones de manera alguna (hecho que encuentra su antecedente directo en los así llamados “disturbios de Rodney King”, que tuvieron lugar en la ciudad de Los Ángeles en 1992).
Desde entonces, los medios masivos norteamericanos disfrazan las cifras y ocultan los hechos, mientras se preocupan por cargar todo sobre los cansados hombros de Barack Obama (títere de turno que en un principio pretendió abanderarse con el estandarte liberal y terminó por rendirse ante los omnipresentes intereses empresariales, entregando un gobierno tibio con más intención que acción), que ya se prepara para abandonar la Casa Blanca para que lo suceda un republicano como la gente. Esos fáciles de manejar, esos que no oponen resistencia alguna. Esos que le sirven a los intereses económicos que gobiernan realmente el país (y subsecuente el mundo) desde la génesis del sistema capitalista. Un Ronald Reagan o un George W. Bush. Un Arnold Schwarzenegger, ¿o tal vez un Charlie Sheen?
Esta semana, un hombre negro fue arrestado en Ferguson tan solo por filmar los acontecimientos y proveer a los usuarios de internet con una transmisión en vivo constante de los disturbios que estaban aconteciendo en su propio barrio. Periodistas y camarógrafos fueron amenazados por la policía militarizada para que dejaran de filmar. Una vez más, la prensa disfraza una verdadera conmoción social como saqueos egoístas, banalizando el mensaje de libertad y justicia que la protesta representa. En la tierra de los libres, la libertad de prensa siempre escaseó, y hoy en día hay olor a censura. Ese mismo virus, que ellos veían rojo, contra el cual combatieron ilusoriamente tantas generaciones de patriotas americanos.
Hoy, Estados Unidos continúa enviando tropas y armamento a Israel, fomentando y financiando una ocupación ilegítima de territorio, hecho que el país es famoso por combatir “en nombre de la paz”. No está de más recordar que la Franja de Gaza y Cisjordania, únicos dos territorios habitados por pueblos árabes, si bien cuentan con un gobierno autónomo de escasa influencia política, se encuentran bajo control militar (sumados los grandes asentamientos civiles que dejó la ocupación) de Israel desde la Guerra de los Seis Días de 1967 (conflicto donde también fueron ocupados la Península de Sinaí –devuelta a Egipto tras los acuerdos de Camp David en 1978- y los Altos del Golán de Siria, que continúan hasta el día de hoy bajo mando israelí). El saldo de muertos hoy es de casi dos mil palestinos (en su mayoría civiles) y menos de un centenar israelíes (en su mayoría militares). En palabras de Noam Chomsky, “esto no es una guerra, es un asesinato”. El estado de Israel, desde su génesis en 1948, desea el exilio completo de los pueblos árabes de su Tierra Prometida, y parece que esta vez encontró una excusa (dudosa) para llevar la situación al extremo. Pero claro, el ataque concierne exclusivamente a la humilde Franja de Gaza (que tras las últimas elecciones internas se encuentra bajo el mando de los extremistas islámicos de Hamas, hecho que Israel repudia y que parece haber sido el desencadenante real de este nuevo estallido bélico en la zona), ya que los compañeros árabes de Cisjordania (al mando de la ex OLP, facción laica y moderada) son mano de obra, barata e indispensable, para el funcionamiento del territorio.
Volviendo al querido Hollywood, sistema de representación que rige las mentes de los individuos desde antes de que concibieran una identidad propia, la pregunta sería, ¿Por qué no hay representación de la penosa ocupación israelí que lleva más de cuarenta años dominando ilegítimamente territorio palestino? Porque los dueños y mentes detrás de los estudios no sólo apoyan ideológicamente a Israel (haciendo la vista gorda a los crímenes de lesa humanidad), sino que muchos envían enormes donaciones de dinero al país, que luego se invierten en armamento y tropas, prolongando la opresión a la nación palestina.
“Cuando Israel le hace la guerra a Gaza, en Hollywood todo es silencio”, tituló el medio online Jewish Journal, haciendo hincapié en que el grueso del mundillo hollywoodense evita hacer declaraciones al respecto para no entrar en las listas negras de los grandes mandamases de la industria; lista que pasaron a ocupar Javier Bardem, Penélope Cruz y Pedro Almodóvar desde el pasado 15 julio al firmar una carta abierta española que acusaba a Israel de estar cometiendo un genocidio (palabra sacra) contra el pueblo palestino. Ryan Kavanaugh, CEO de Relativity Media, declaró: “Hacen que me hierba la sangre. Como nieto de sobrevivientes del Holocausto, sé que cualquiera que llame ‘genocidio’ en lugar de ‘defensa propia” a las acciones que está llevando a cabo Israel es un ignorante, no debería opinar, o es verdaderamente anti-semita”. Esta misma excusa (y ese mismo sentido de culpa social falsa), en el pasado, sirvió como punto de partida para la propia fundación de Israel. Y alguien debería comentarle al señor Kavanaugh que los pueblos árabes, incluyendo a los palestinos, también son considerados semitas. Ergo, usted también es un anti-semita, Sr. Kavanaugh. ¡Felicitaciones!
Así es como, mientras el mundo queda encantando por Guardianes de la galaxia, llueven bombas y muerte en Gaza, y gases lacrimógenos y represión en Ferguson. Gracias a la bendita globalización, todo el mundo puede disfrutar de los productos que transforman la ideología del mundo, que son pagados con el mismo dinero que a su vez es destinado a financiar una interminable guerra sucia. Mientras tanto, cada vez que alguien hace una película sobre el holocausto nazi, o un nuevo producto lavado de falsa conciencia racial, llueven premios y dólares.
Con esto no pretendo desacreditar al cine industrial hollywoodense ni mucho menos; Guardianes de la galaxia no deja de ser una gran película, pero hay que mantener los ojos abiertos. La mayor verdad que Hollywood supo entregar es la que nunca dijo; como para seguir su tradición más clásica, la industria siempre va evitar mostrarnos el baño de América. Esas manchas que ensucian su falsa fachada blanca.
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Excelente articulo, la verdad que concuerdo completamente con vos, nunca existirá película hollywoodense (o denuncia pública) que denuncie los crímenes israelíes y estadounidenses contra el pueblos árabes, ya que su único propósito es justificar estas matanzas y convertir en victimas a sus perpetradores. Se encargan de mostrar al pueblo negro como los heroes de la historia mientras que en las calles siguen oprimiendolos, nadie se encarga de denunciar sinceramente las miserias que le ocurren a los latinos que encuentran el «sueño americano», como otros tantos casos.