Jersey-Boys-PosterEn una novela de John Banville el protagonista está «enfrascado» en una monografía sobre un pintor y, como ese texto le está llevando demasiado tiempo, llega a la conclusión de que no tiene nada original que decir de él.

Aplicado a Eastwood, esa misma situación (no tener nada original que escribir sobre él) debería agobiarme, pero es la que me soluciona el «problema». Vuelvo a disfrutar lo conocido. De eso se trata, de disfrutar la forma de contar de Clint, su asombrosa fluidez narrativa y la vitalidad que irradia Jersey Boys. De ninguna manera parece una película filmada por un tipo de tantos años: aunque el término existe, no me gusta endilgarle a determinadas películas un sentido testamentario (en su momento dijeron eso de Rapsodia en agosto y menos mal que el cuero de Akira Kurosawa todavía le dio para hacer Madadayo).

Disfruto, también, esa pasión por el detalle que enriquece la narración de sus películas: en la mesa de la casa de los Valli están sentados sus padres y, en el fondo del plano, flanqueando el reloj que marca los tiempos hogareños, hay dos fotos: una es la del Papa y la otra… de Sinatra. El criterio ventajero y rapaz de Tommy DeVito se define en los primeros cinco minutos de película, mientras camina, le habla a la cámara y parece el tipo más simpático del mundo. Esos detalles son el logro de muchos años y mucho talento.

Disfruto la forma en la que Clint filma a las mujeres, mientras se deslizan por la pantalla, bellísimas, deslumbrantes, aparentemente inaccesibles, pero cercanas (revisen el «ring side » de cada escenario donde cantan The Four Seasons y después me cuentan).

Y disfruto a Walken, un actor que mejora cualquier película.

Resulta admirable cómo resuelve lo trágico: apenas un llamado telefónico que comienza confuso, la muerte escamoteada de las imágenes, su dolor presente con un peso y una densidad casi palpables. Frankie Valli ocupa un lugar recurrente en las películas de Eastwood como Los imperdonables, Million Dollar Baby, Gran Torino: el del protagonista que tiene que seguir (con) viviendo con algo irreparable en su vida.

JERSEY BOYS

La coreografía final de la película tiene todo lo que tienen los sueños: la impune arbitrariedad de mezclar épocas y personas, de que bailen juntos quienes nos perjudicaron y quienes mejoraron nuestra existencia, de sentir amores presentes, pasados e incluso desamores, de volver a ver a los amigos de toda la vida y los del tango. Durante esa coreografía la película deja de ser una película para convertirse en una celebración.

Aquí puede leerse un texto de Marcos Vieytes, uno de Nuria Silva y otro de Eduardo Rojas sobre la misma película.

Jersey Boys (EUA, 2014), de Clint Eastwood, c/John Lloyd Young, Vincent Piazza, Christopher Walken, Michael Lomenda, Erich Bergen, Mike Doyle, 134′.

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