Un importante preestreno es el documental de Santiago Calori que capta tres décadas, fundamentales y diferentes entre sí, de la cinefilia local. «Un importante preestreno» también era la clave “secreta” por la cual el fundamental Cine Club Núcleo anunciaba una película que había sorteado, al menos momentáneamente, la censura del Ente Cinematográfico Nacional -que distinguía a sus espectadores de “calificados”- y sugería la importancia, así como la osadía, de una cita ineludible.
Los cambios naturales y obligados del negocio cinematográfico provocan curiosas reflexiones sobre el devenir de los ávidos asistentes, de los medios, de los productores, distribuidores y periodistas. Uno tras otro nos cuentan de primera mano las diferentes experiencias de una época que ya no volverá: para bien y para mal la globalización e internet dejaron obsoletas las diferentes restricciones que el público tenía para poder acceder al cine, mucho mas allá de la importancia de la película o su pericia cinematográfica. La variedad de formatos y las desiguales posibilidades de ver ciertas obras retratan el sacrificio de estar al tanto, en un tiempo en el que la única posibilidad de estar al día con el cine, la música o el arte en general requería de una intensa búsqueda física, muchas veces frustrada por diferentes circunstancias que hoy parecen irrisorias y estrambóticas. Desde resúmenes en Super ocho hasta viajes al otro lado del Río de Plata, todo era válido con tal de ir aproximándose paso a paso al tan ansiado objetivo.
Algunas expresiones que solía leer en mi adolescencia en las críticas de cine que publicaban los matutinos me irritaban sobremanera, pero “una película necesaria o innecesaria” se llevaba todos los premios, y aun hoy la seguimos encontrando, entre otras varias frases hechas. El término envolvía la película con un vestido de solemnidad que ponía al crítico en un pedestal y daba la impresión de que se arrogaba la virtud de saber qué era imperioso y qué no lo era en el mundo del cine.
José Paulino Tato era crítico y, además, fue el censor más rabioso de nuestro país, de pocas luces como bien nos describe la película de Calori valiéndose de entrevistas o algunos titulares. Algunas frases de Tato son tan nefastas como asombrosas, dignas de un subnormal: “La Moral: La ley suprema” o “Hoy estoy en las ciento cincuenta películas censuradas por año, mi ideal es llegar a las doscientas”. La película de Calori deja bien documentada la censura cinematográfica animal que aplicaba el gobierno de Onganía, de formas confusas por momentos.
Hoy, que la única que rige es la autocensura, toda esta situación se convierte en una gran comedia, con mucho pulso del realizador. La película repasa de forma despareja una parte de la historia en cuanto a la exhibición de películas, el destape y el VHS incluido, con curiosidades de todo tipo y personajes categóricos del mundo del cine. El avatar de los distribuidores en busca de los espectadores deseosos de tetas y diferentes artificios arroja luz sobre varias de las leyendas más populares.
El documental tal vez adolece de un abuso de la síntesis, más precisamente cuando Videla y sus amigos toman el gobierno. Casi abruptamente llega el final con el apogeo del VHS y mi amigo RARO VHS con algunas curiosidades extravagantes del formato.
Los sesentas, la calle Lavalle donde no cabía ni un alfiler y una cartelera en la que se podía encontrar todo el cine del mundo destilan cierta nostalgia por un universo que se extinguió, ya que hoy ni los críticos asisten a las salas y un gran porcentaje de los estrenos se ve en computadoras o televisores. Un resumen cariñoso y agradable sobre el negocio cinematográfico y la resistencia por el derecho a ver películas.
Un importante preestreno (Argentina, 2015), de Santiago Calori, c/Fernando Martín Peña, Fabio Manes, Pascual Condito, Claudio María Dominguez, Bernardo Zupnik, 72′.
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